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Intención eterna de Dios y el complot de Satanás en contra de dicha intención, Lapor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-7955-7
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EL HOMBRE: PEQUEÑO PERO SEMEJANTE A DIOS

Tengo un nuevo mensaje, vital aunque poco común, sobre los dos árboles mencionados en Génesis y las dos leyes mencionadas en Romanos.

Considere el universo que Dios creó. Los científicos hoy han aprendido un poco de lo vasto que es. El universo se compone quizás de cuarenta billones de galaxias. Una galaxia se compone de doscientos cuarenta millones de sistemas solares. La distancia de la tierra a la luna es tan sólo una corta distancia en un sistema solar. Además de la vastedad del universo, éste contiene billones de cosas, demasiado numerosas para mencionarlas. Una de estas cosas, la Biblia, la Palabra de Dios, nos dice que Dios creó al hombre, un ítem más, de una manera particular. El hombre no era Dios, pero fue hecho a imagen y semejanza de Dios.

Romanos 11 nos dice que nosotros, los creyentes en Cristo, fuimos injertados en Dios (éste también es el pensamiento en Romanos 6:5). A fin de que la rama de un árbol pueda ser injertada en otro, los dos árboles deben ser semejantes en naturaleza. Las manzanas, por ejemplo, no pueden crecer en durazneros. Sin embargo, la rama de un almendro sí puede ser injertada en un duraznero porque ambos árboles son muy semejantes. Si nuestra vida humana fuera completamente diferente de la de Dios, no habría ninguna posibilidad de que ambas vidas fuesen injertadas la una en la otra. La vida del hombre no es la vida divina, pero estas dos vidas son semejantes porque la vida del hombre fue creada a imagen de la vida de Dios. Un ser humano que cree puede ser injertado en Dios porque la vida humana fue hecha en la forma de las virtudes de Dios. Dios tiene amor; Él hizo que el hombre tuviera amor. Sin embargo, Su intención era usar este amor que creó en el hombre para que fuese un recipiente de Su propio amor verdadero. Cuando el amor divino entra en el amor del hombre, éstos dos son injertados el uno en el otro. Entonces ambos aman juntos. Usted y Dios aman a su esposa o a su vecino. Es el amor de un ser humano lleno del amor de Dios. Las almendras producidas por la rama que es injertada en un duraznero es el resultado de la mezcla de dos vidas.

El amor de Jesús era así. Cuando estuvo en la tierra, Él amaba a las personas como un hombre, pero en ese amor humano estaba el amor de Dios. El amor de Dios se mezcló con el amor del hombre. ¿Era ese amor humano o divino? Era un fruto producido por la mezcla de dos vidas. Las personas sentían curiosidad en cuanto al Señor Jesús. ¿Quién era Él? ¿No era Él un carpintero? ¿No era Él el hijo de María? ¿No conocían ellos a Sus hermanos y a Sus hermanas? ¿Qué había en cuanto a Él que era tan poco común? ¿Cómo podía ser una persona tan diferente? La razón es que Dios estaba en Él. Él era un Dios-hombre.

Lo mismo puede decirse de todos nosotros, los miembros de Cristo. Sin duda mi amor por usted no es simplemente el amor de un anciano, de un hombre chino; en mi amor está el dulce amor de Dios. Esto es la vida cristiana. Una vida cristiana no es la vida divina; ni tampoco es meramente la vida humana. Es una vida mezclada. Es una vida humana redimida, aniquilada, resucitada, elevada y habitada por la vida divina. Para hacer té, le añadimos hojas de té al agua. El té mora en el agua y llega a ser agua-té. No es sólo té, ni sólo agua; es agua-té. Los dos se han mezclado. La vida cristiana es una vida humana mezclada con la vida divina.

Cuando leemos Génesis 1, es en los últimos versículos que encontramos lo más grandioso que fue creado. No es los cielos ni la tierra, sino un pequeño hombre. Él era lo más grandioso, porque sólo él fue creado a imagen de Dios y conforme a Su semejanza.

Antes de la encarnación de Cristo, Dios vino a Su pueblo unas cuantas veces en forma de hombre. En Génesis 18 Él vino con dos ángeles como hombre. La Biblia dice que tres varones se acercaron. Abraham le lavó los pies y le sirvió una comida, la cual Él comió. Esa persona era Dios. Luego en Daniel 3, cuando los tres amigos de Daniel fueron echados al horno de fuego ardiente, apareció en medio de ellos una cuarta persona, cuya forma Nabucodonosor vio que era semejante a un hijo de los dioses (v. 25). Dios, entonces, tomó forma de un hombre aun antes de hacerse hombre. No podemos explicar esto, pero ello nos muestra que el hombre se parece a Dios. Conforme a la revelación bíblica, el hombre se parece mucho a Dios. Es por eso que el hombre puede ser injertado en Dios, y que las dos vidas pueden vivir juntas como una sola.

Cuando Pablo dijo: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí” (Gá. 2:20), ¿quién vivía? Era Cristo. Sin embargo, Pablo añadió diciendo: “La vida que ahora vivo en la carne, la vivo en la fe”. Cuando Cristo vivía, era Pablo quien vivía; cuando Pablo vivía, era Cristo quien vivía. El Señor Jesús habló acerca de esto en Juan 14:19: “Porque Yo vivo, vosotros también viviréis”. Nosotros vivimos en Su vivir; y Él vive en nuestro vivir. En otras palabras, los dos vivimos juntos. El que se une al Señor es un solo espíritu con Él (1 Co. 6:17). ¡Qué milagro! ¡Qué misterio! No podemos explicarlo, pero sabemos que es así porque la Biblia nos lo dice. Ésta es la intención eterna de Dios y Su economía.

Después de leer la descripción dada en Génesis 1 de la manera en que Dios creó al hombre, yo quería seguir leyendo el capítulo 2. La primera vez que lo leí, me sentí decepcionado. Me pareció muy ordinario. El hombre que vemos en el capítulo 1 me parecía grandioso. Pero en el capítulo 2, él simplemente era un trozo de barro moldeado por un alfarero. ¡Hasta un niño pequeño podría hacer una figura de barro! Entonces vemos que Dios sopló en la nariz del hombre aliento de vida, y que ese muñeco llegó a ser un hombre. ¡Cuán sencillo! Construir un avión es mucho más complicado. Es necesario crear diferentes departamentos; es necesario contratar diferentes clases de personas, unas con doctorados y otras con diversas habilidades. Es una tarea exhaustiva. Dios usó sólo el polvo de la tierra e hizo un pequeño hombre. ¿Era esa la imagen de Dios? ¿Era esa pequeña figura conforme a la semejanza de Dios? Cuando crecía en China, solíamos hacer muñecos así de barro. Algunos eran pequeños y otros más grandes. A veces les hacíamos nariz y soplábamos también en ellos. No había nada grandioso al respecto.


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