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Manera ordenada por Dios de practicar la economía neotestamentaria, Lapor Witness Lee

ISBN: 978-0-87083-329-8
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LA MANERA ORDENADA POR DIOS
PARA LAS REUNIONES CRISTIANAS

La manera ordenada por Dios para las reuniones cristianas es tener reuniones de dos tamaños diferentes, las pequeñas y las grandes. Las de tamaño más pequeño han de darse o practicarse en las casas de los creyentes. No menosprecie las reuniones pequeñas. Puede ser que usted solamente se reúna con otro matrimonio o con un padre y madre y su hijo pequeño. Aparentemente, una reunión tan pequeña parece insignificante. Pero tiene que darse cuenta de que la sociedad humana se compone de casas pequeñas con familias pequeñas. Una comunidad o sociedad de millones de personas resulta de familias pequeñas. Ninguna sociedad humana puede edificarse sin las familias pequeñas en sus propias casas pequeñas. En la sociedad humana, no se celebran reuniones grandes con mucha regularidad. Más bien, el esposo, la esposa y los hijos se reúnen en su casa todos los días. Si cada familia es fuerte, la comunidad y la sociedad serán fuertes.

En el pasado seguimos el camino del cristianismo en estimar las reuniones grandes. Cuando tuvimos reuniones grandes, nos sentimos bien y felices, y nos pareció que teníamos algo de que jactarnos. Pero cuando tuvimos una reunión pequeña de sólo tres o cuatro personas, nos desanimamos. En el año pasado en Taipei, sin embargo, casi tres mil nuevas reuniones en casa se han establecido. Cada reunión en casa se compone de aproximadamente tres o cuatro personas. Si usted considera una sola reunión en casa, parece que es demasiado pequeña e insignificante. Pero cuando las suma, significan mucho.

En las casas de los creyentes

Los creyentes se reunieron primero en las casas, a partir del día de Pentecostés (Hch. 2:46). Tres mil se reunieron de casa en casa. El griego indica que se reunían según las casas, lo cual significa que cada casa tenía una reunión. Había una reunión en la casa de cada creyente nuevo. Eso sólo podría suceder por medio del Espíritu. Además, había muchos que invocaban el nombre del Señor (Hch. 2:21).

En las reuniones en casa, según los Hechos 2:46 y 5:42, tenían la predicación del evangelio, la enseñanza de la verdad, el partimiento del pan para conmemorar al Señor, y oraciones. En los tiempos de Pentecostés, los santos partían el pan todos los días, es decir, hacían memoria del Señor celebrando la mesa del Señor como su costumbre. Los santos también oraban en sus casas. Los Hechos 12:12 nos dice que cuando Pedro fue librado de la cárcel, fue a la casa de María donde oraba un grupo de santos.

El reunirse en las casas de los creyentes es para que funcionen todos los miembros de Cristo. Es difícil que los santos funcionen en una reunión grande. Pero en una reunión pequeña de cuatro o cinco personas, o de dos o tres, hasta un muchacho o una muchacha puede funcionar. El o ella podría decir: “El Señor Jesús me ama, y qué bueno que le amo a El”. Esta es una función pequeña, pero no la menosprecie. Los nuevos creyentes funcionarán de manera modesta al principio, pero a partir de ese momento, seguirán haciendo progreso en vida y en función. Por la función de todos los miembros, las reuniones pequeñas en casa crecerán y serán edificadas. Cuando un matrimonio nuevo da a luz un niño, tienen la fe de que su familia será edificada. Lo mismo se aplica a las reuniones en casa. Nosotros debemos ejercitar nuestra fe y practicar las reuniones en casa con mucha esperanza.

En Mateo 18:20, al hablar de las reuniones cristianas, el Señor usó el número dos o tres: “Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. Dos o tres es un número precioso en la Biblia, y debe ser el número con el cual se comienza la vida de iglesia. Cuando la iglesia llega a ser grande por razón de las reuniones en casa, entonces las reuniones grandes tendrán significado. Pero cuando la iglesia no tiene nada y espera tener una reunión grande, puede ser que esa reunión grande sea vacía. Lo mejor es comenzar la vida de iglesia con una reunión pequeña de dos o tres.

A todos nos gusta empezar una reunión con mucha gente, pero cuanto más personas hay cuando se empiezan las reuniones, más problemas sufrimos. En el año 1949 cuando comenzamos el ministerio en la isla de Taiwan, convocamos una conferencia. Por la mañana del primer domingo, casi cuatrocientas personas vinieron. La mayoría de ellos eran nuevos que acababan de llegar de la China continental. Eran cristianos que no tenían lugar donde rendir culto. Por eso, cuando oyeron de la reunión en el local, vinieron. Cuando vi la cantidad de personas, me di cuenta de que era demasiado grande, así que inmediatamente di un mensaje diciendo: “La iglesia aquí no ayuda a la gente con el matrimonio, ni ayuda a la gente a encontrar trabajo, ni tampoco ayuda a la gente económicamente. La iglesia aquí sólo predica a Cristo y ministra Cristo a la gente como su suministro de vida. Si usted está buscando a Cristo, es la persona apropiada para venir aquí. Si no, se equivoca de lugar”.

Luego les di una ilustración sobre las diferentes clases de restaurantes del pueblo chino. Tenemos los shanjaineses a quienes les gusta comer la comida de Shanghái y tenemos los cantoneses a quienes les gusta comer la comida de Cantón. Las diferentes asambleas cristianas dan énfasis a cosas diferentes, tal como lo hacen los restaurantes diferentes. Si usted es shanjainés, y va a un restaurante cantonés, se sentirá que se equivocó de lugar, porque no puede conseguir la comida de Shanghái. Entonces volví a decirles: “La iglesia aquí no ayuda a la gente con el matrimonio, con las finanzas ni con el empleo. Sólo ayudamos a la gente a conocer al Señor Jesús, a recibirle y a disfrutarle. Si usted es tal persona, ha llegado al lugar correcto. Por favor, siga viniendo”. Después que di ese mensaje, la mitad de la gente regresó para la próxima reunión. Dije para mí: “Estos son los que en verdad buscan a Cristo mismo”. Cuando los santos apuntaron los nombres, hubo casi doscientos. Estos constituyeron el comienzo de la vida de iglesia en Taiwan. Es mejor comenzar la vida de iglesia con menos. No menosprecie las reuniones pequeñas. En estas reuniones pequeñas debemos predicar el evangelio, enseñar la verdad, partir el pan para hacer memoria del Señor, orar y dar la oportunidad para que todo asistente funcione.

En un lugar de reunión más grande

La iglesia debe tener también reuniones grandes en un lugar más grande para que toda la iglesia se reúna (1 Co. 14:23). Hay dos clases de reuniones: las reuniones pequeñas en las casas de los creyentes y las reuniones grandes en un lugar de reunión más grande. Estas reuniones grandes no deben celebrarse con mucha frecuencia. No debe ser una práctica constante el tener estas reuniones más grandes. Si ustedes practican las reuniones grandes constantemente, amortecerán la situación. Deben aprender a tener las dos clases de reuniones.

Debemos estar equilibrados. Nuestro cuerpo fue diseñado por Dios en una forma simétrica. Tenemos dos orejas, dos ojos, una nariz con dos ventanillas, dos labios, dos hombros, dos brazos, dos manos, dos muslos, dos piernas y dos pies. Por una parte, necesitamos comenzar la reunión en las casas pequeñas; por otra, cuando se presente la necesidad, debemos celebrar reuniones grandes en un lugar de reunión más grande. En el lugar de reunión más grande, no debemos tener un orador determinado al cual toda la congregación escuche. Debemos echar abajo esta práctica. En tal reunión todos los asistentes deben participar en la edificación de la iglesia por medio de sus funciones (1 Co. 14:26). Cuando nos reunimos puede que uno tenga una revelación, otro tenga un himno, otro tenga una enseñanza y otros tengan otra porción. Todos pueden y todos deben tener algo de Cristo para la reunión. Todos necesitamos tener algo para que podamos funcionar en las reuniones para la edificación de la iglesia.

Sin presidente, sin líderes
y sin formalidades

En las reuniones, tanto en las pequeñas como en las grandes, no debe haber presidente, líderes ni formalidades. Esto anulará al cristianismo. Si al cristianismo se le quita el presidente, los líderes y las formalidades, no le queda nada. En todas las reuniones todos los asistentes deben participar. Pueden orar, ofrecer una alabanza a Dios, pedir un himno, tomar la iniciativa en cantar un himno, leer las Escrituras o dar un testimonio. Esto hace que la reunión sea diferente del cristianismo. Al practicar así, dando el tiempo y la oportunidad para que todos los asistentes funcionen, todos los santos pueden prestar su ayuda, y toda la iglesia recibirá el beneficio (1 Co. 14:26, 31).


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