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Principios básicos en cuanto al ancianatopor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-4731-0
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Actualmente disponible en: Capítulo 9 de 17 Sección 3 de 3

“HUMILLAOS, PUES, BAJO LA PODEROSA MANO DE DIOS,
PARA QUE ÉL OS EXALTE A SU DEBIDO TIEMPO”

El versículo 6 dice: “Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que Él os exalte a su debido tiempo”. Los versículos 5 y 6 tienen que ver con la humildad. Debemos humillarnos porque el orgullo impide que la gracia de Dios venga a nosotros. Si nos humillamos, Dios nos exaltará a su debido tiempo, o sea, en la era venidera. Los versículos 1 y 4 también aluden a la era venidera. La era presente no es el tiempo para ser exaltados, sino para humillarnos.

“ECHANDO TODA VUESTRA ANSIEDAD SOBRE ÉL,
PORQUE ÉL SE PREOCUPA POR VOSOTROS”

El versículo 7 dice: “Echando toda vuestra ansiedad sobre Él, porque Él se preocupa por vosotros”. Debido a que este versículo a menudo ha sido citado fuera de contexto, es necesario ver que éste continúa el pensamiento de los versículos anteriores. Por lo tanto, la ansiedad mencionada en este versículo es la ansiedad que proviene de nuestra preocupación por las iglesias. Como ancianos que somos, no debemos estar ansiosos ni preocupados por nuestras posesiones ni por nuestra familia, sino por la iglesia y por los santos. No debemos ser indiferentes a la condición de la iglesia. Debe haber momentos en los que nos sintamos tan cargados y ansiosos por la iglesia que perdamos el sueño. En esos momentos, debemos aprender a echar toda ansiedad que tengamos por la iglesia sobre el Señor porque Él cuida de la iglesia y de los ancianos. En 2 Corintios 11:28 Pablo escribe: “Además de otras cosas no mencionadas, lo que sobre mí se agolpa cada día, la preocupación por todas las iglesias”. Pablo probablemente no estaba ansioso por ninguna otra cosa que no fuera la iglesia. Los ancianos deben seguir este ejemplo.

PREGUNTAS Y RESPUESTAS

Pregunta: Cuando los santos vienen a los ancianos a pedirles su consejo con respecto a alguna situación práctica, ¿cómo debemos ayudarlos sin enseñorearnos de ellos?

Respuesta: Es muy fácil, espontáneo y natural que un anciano gobierne o ejerza señorío sobre otros; es muy difícil que no gobierne a otros. Hace poco noté que incluso a mi pequeña nieta le gusta gobernar a otros. A nuestro hombre natural le gusta gobernar al igual que un rey. Por lo tanto, cuando un hermano llega a ser anciano, su tendencia natural será tratar de gobernar la iglesia. Esto les sucede incluso a aquellos que no son ambiciosos. Por lo tanto, tenemos que pelear la batalla para resistir esta tendencia. Pedro usa palabras y expresiones muy enfáticas cuando dice que los ancianos no deben tener señorío sobre lo que les ha sido asignado y que deben ceñirse de humildad. Los que piensan de una manera natural quizás se ofendan con estas palabras. Es una vergüenza si los ancianos se comportan como reyes y tratan a los santos como sus sirvientes. Como ancianos, debemos consideranos a nosotros mismos como siervos de los santos.

Los ancianos deben servir a la iglesia como mártires que están listos para dar sus vidas por la iglesia. No debemos ser jueces. Debemos amar y cuidar de los santos como padres que aman a sus hijos y como pastores que cuidan de sus rebaños. Debemos renunciar a todos nuestros conceptos, prácticas y tendencias naturales, y ver la luz que no existen rangos en la iglesia. Los ancianos sirven a los santos, y puesto que aman y cuidan de la iglesia, ellos sienten una profunda preocupación por la condición de la iglesia y por el crecimiento en vida de los santos. Sin embargo, al mismo tiempo deben echar esta ansiedad sobre el Señor, confiando en Él, porque Él cuida de la iglesia y de los ancianos.

Pregunta: ¿Cómo debemos aplicar esta palabra en nuestras localidades?

Respuesta: Los hermanos que asumen el liderazgo en cada localidad deben tener comunión y orar juntos. Los ancianos pueden frustrar en gran medida el avance en el recobro del Señor o pueden ayudar en gran medida dicho avance. Si bien los apóstoles son importantes, el mover del Señor depende más de los ancianos porque ellos son directamente responsables por las iglesias. Por lo tanto, es necesario que el ancianato sea apropiado a fin de que el Señor pueda avanzar. En términos prácticos, la economía de Dios depende del ancianato. Incluso cuando Dios le habló a Israel en los tiempos del Antiguo Testamento, en más de una ocasión le habló directamente a los ancianos (cfr. Jer. 29:1). El apóstol Pablo mandó llamar a los ancianos de la iglesia en Éfeso y les habló a ellos porque la condición de la iglesia en ese lugar dependía mucho de los ancianos (Hch. 20:17). Por lo tanto, los ancianos en las iglesias hoy deben apartar tiempo para tener comunión y orar juntos en cuanto al concepto que tienen del ancianato. Nuestro concepto es el factor básico. Si tenemos el concepto apropiado, todo lo demás lo seguirá.

El Nuevo Testamento menciona a los ancianos y los diáconos, pero no nos da instrucciones detalladas en cuanto a cómo ellos ejercen su administración. Si en una iglesia la administración es demasiado fuerte, ello podrá hacer que los servidores pierdan interés en buscar al espíritu y vida. Los pasajes de 1 Timoteo 3:1-13 y 1 Pedro 5:1-7 tienen que ver con la vida de los servidores. Por consiguiente, ser un anciano o diácono no tiene que ver tanto con la administración como con el hecho de llevar una vida apropiada. Aunque no acostumbro a dar sugerencias a las iglesias, cuando la iglesia en Anaheim se mudó a un nuevo edificio en 1976, les pedí a los hermanos que acabaran con los grupos de servicio, porque noté que se estaba erigiendo una jerarquía. El servicio en la iglesia no debe depender de la organización de tales grupos de servicio. Asimismo, cuando visité a la iglesia en Taiwán en el pasado y noté los diferentes formularios que se habían establecido en el servicio de la oficina, les pedí a los ancianos que acabaran con esos formularios. Cuando fui a Taipéi en 1975, noté que muchos de los ancianos, diáconos, diaconizas y líderes de las reuniones de hogar no estaban activos en su servicio, sino simplemente ocupando posiciones administrativas. Les mostré que en un periodo de veinticinco años gradualmente se había acumulado una administración organizativa que había echado fuera al espíritu y vida. Les sugerí a muchos que abandonaran sus posiciones administrativas y dedicaran más tiempo a buscar al Señor en oración. Centenares de hermanos renunciaron, y muchos de ellos se sintieron contentos de estar libres. Al principio algunos se sintieron muy incómodos porque su posición se había convertido en una especie de muleta. Sin embargo, cuando los visité de nuevo en 1977, la situación era muy positiva. No obstante, me preocupa que una administración innecesariamente grande gradualmente pueda regresar.


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