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Sacerdotes neotestamentarios del evangelio, Lospor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-3970-4
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Actualmente disponible en: Capítulo 19 de 44 Sección 3 de 3

En lugar de ofrecer toros y machos cabríos,
ofrece pecadores en Cristo

Juan era sacerdote por nacimiento. Sin embargo, esto era sólo un tipo y una sombra, no era la realidad. En él, el sacerdocio del Antiguo Testamento había dado un giro, pues cambió de la sombra a la realidad, y de las ofrendas de toros y machos cabríos físicos a las ofrendas de pecadores como sacrificios. Éste es el sacrificio que Dios había estado buscando desde antes de la fundación del mundo en la eternidad pasada. Estos sacrificios son cada uno de los pecadores. Efesios 1:4 dice: “Según nos escogió en Él antes de la fundación del mundo”. Nosotros, quienes hemos sido salvos, fuimos escogidos por Dios antes de la fundación del mundo. En la eternidad pasada Dios nos escogió. No importa en qué país o rincón del mundo nos encontremos; Él nos escogió. Nosotros no sabíamos cuándo íbamos a nacer ni dónde naceríamos. Dios nos predestinó antes de la fundación del mundo para que fuéramos escogidos, luego fuéramos salvos en el tiempo y llegáramos a ser ofrendas para Dios en Cristo.

Aunque fuimos escogidos antes de la fundación del mundo, el momento de nuestra salvación aún no había llegado (Gá. 4:4). Después que el hombre creado por Dios cayó, Dios vino a tocar la puerta del corazón de Adán en Génesis 3. Él lo llamó, diciendo: “¿Dónde estás?” (v. 9) y le predicó el evangelio al decirle que la simiente de la mujer heriría la cabeza de la serpiente (v. 15). Estas palabras eran el evangelio y también una promesa. Dos mil años más tarde, en la época de Abraham, Dios vino nuevamente a hacerle una promesa a Abraham, diciendo: “Serán benditas en ti todas las familias de la tierra” (Gn. 12:3). La simiente de Abraham es Jesucristo. Después de esto, pasaron dos mil años más. Así que cuatro mil años después que el hombre fue creado, Jesucristo nació de una mujer y vino a ser la simiente de la mujer. María, quien engendró a Jesús, era una descendiente de Abraham. Por consiguiente, Jesús, quien fue engendrado de ella, era también de la simiente de Abraham.

La primera página del Nuevo Testamento dice: “Libro de la genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham” (Mt. 1:1), y después de esto dice: “Abraham engendró a Isaac; e Isaac engendró a Jacob...”, hasta el final de la genealogía donde “Matán engendró a Jacob; y Jacob engendró a José, marido de María, de la cual nació Jesús, quien es llamado el Cristo” (vs. 15-16). En la genealogía de Mateo vemos el cumplimiento de la promesa hecha a Adán y Eva. Más aún, la promesa que Dios había hecho a Abraham también se cumplió. El Señor Jesús hirió la cabeza de la serpiente, y Él es Aquel en quien son benditas todas las familias de la tierra.

Cuando Cristo vino, Él cumplió las promesas hechas en el Antiguo Testamento. Pero antes de que viniera Cristo, Dios ya había establecido el sacerdocio en el Antiguo Testamento, pero era simplemente una sombra. Dios exigía que los sacerdotes del Antiguo Testamento ofrecieran toros y machos cabríos. Estos toros y machos cabríos eran tipos de Cristo. En el Nuevo Testamento los sacerdotes ya no ofrecen toros y machos cabríos, sino que más bien, ofrecen a los pecadores que fueron escogidos por Dios y salvos en Cristo.

Ahora podemos entender por qué Juan, siendo sacerdote por nacimiento, no ofreció toros ni machos cabríos cuando salió a cumplir su ministerio. En lugar de ello, ahora ofrecía a pecadores. Él predicaba en el desierto, diciendo: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mt. 3:2). Si los hombres se arrepentían y confesaban sus pecados, él los bautizaba, ofreciéndolos a Dios uno a uno. Juan fue el primer sacerdote del Nuevo Testamento y el último del Antiguo Testamento. Desde la perspectiva de Dios, después de Juan el Bautista, no hubo más sacerdotes conforme al Antiguo Testamento, pues el sistema de servicio según el Antiguo Testamento había cesado del todo. En otras palabras, había ocurrido un cambio de era. La manera antigua había cambiado a la nueva, y el sacerdote del Antiguo Testamento se torno y llegó a ser el sacerdote del Nuevo Testamento.

LA IGLESIA SE DEGRADÓ Y SE APARTÓ
DE LA MANERA ORDENADA POR DIOS

Hemos visto que la nueva manera es la manera ordenada por Dios, ya que concuerda con lo que Dios desea lograr en Sí mismo. Sin embargo, aunque ahora estamos en la era del Nuevo Testamento y en la era de la iglesia, aún se sigue practicando la vieja manera. La razón de esto es la degradación de la iglesia. No mucho después que la iglesia fuera establecida por los apóstoles y antes de que todos ellos partieran con el Señor, hubo creyentes que habían abandonado la manera que los apóstoles introdujeron. La iglesia se degradó, y su naturaleza cambió. Como resultado, el servicio, la adoración y la manera en que se reunía la iglesia, todo cambió. Todo llegó a ser según las inclinaciones naturales del hombre, lo cual produjo el cristianismo degradado.

La degradación del cristianismo no ocurrió de un momento a otro, sino que hubo una decadencia gradual. La degradación empezó en el segundo siglo, y siguió empeorando en el tercer siglo, incluso hasta el siglo VI. Para el año 570 d. C. el arzobispo de Roma fue reconocido por todas las iglesias como el Papa, y la Iglesia Católica Romana fue oficialmente establecida. Después de esto, la iglesia Católica cerró la Biblia, y prohibió que los creyentes comunes la leyera. Únicamente el Papa y el clero podían leerla. Así pues, se les impidió a las personas tener acceso a la Biblia, y a este periodo se le conoce en la historia de la civilización occidental como la Edad de las tinieblas, el oscurantismo.

En el siglo XVI Martín Lutero surgió para dar inicio a la Reforma, y la Biblia que estaba sellada volvió a ser un libro abierto. Éste fue uno de los logros más importantes de Lutero. Basado en la Biblia, él también recobró la verdad de la justificación por la fe. Sin embargo, las diferentes maneras en que se servía en la iglesia y la predicación del evangelio permaneció igual.

A partir del catolicismo, se desarrolló el protestantismo. El protestantismo en sus inicios incluía a todas las religiones estatales. En aquella época, todos los países del norte de Europa establecieron sus propias iglesias nacionales. En Inglaterra se formó la Iglesia de Inglaterra. En Dinamarca la iglesia nacional de Dinamarca. Posteriormente, las iglesias privadas, independientes, tales como los bautistas y metodistas, surgieron a partir de las iglesias estatales. Todas éstas eran iglesias privadas. Ninguna de ellas tenían que ver con ningún país en particular. En aquel tiempo hubo un recobro gradual de la iglesia, pero no fue muy completo, pues aún persistían muchas cosas que el protestantismo había heredado del catolicismo.

Para el siglo XVIII, el Señor levantó al hermano Zinzendorf para que guiara a otros al recobro de la vida de iglesia. En el siglo XIX el recobro dio un paso adicional cuando se levantó la Asamblea de los Hermanos. Un siglo más tarde, alrededor de 1920, el Señor levantó al hermano Watchman Nee en el Lejano Oriente, en Fukién, China. En aquel tiempo, yo estaba en el norte de China. Aunque estábamos lejos el uno del otro, el Señor nos ganó a ambos. Amábamos al Señor y habíamos visto la verdadera necesidad de ser librados del veneno que había dejado el cristianismo degradado. Hace sesenta años pensábamos que ya nos habíamos librado completamente de estas cosas. Entonces el Señor nos iluminó más y nos mostró que no habíamos sido purgados completamente de los elementos del cristianismo degradado. Era como si hubiéramos heredado estos elementos caídos. Aunque hicimos lo posible por librarnos de estos gérmenes, éstos permanecieron con nosotros.

Podemos tomar como ejemplo la manera en que nos reunimos. Cada vez que hablamos de las reuniones, tenemos interiormente la esperanza de que se congreguen tantos creyentes como sea posible. Una reunión de quinientos es mejor que una reunión de cien, y ochocientos es aún mejor que quinientos. Por supuesto, mil es todavía mejor que ochocientos. Estoy seguro de que todos ustedes están muy contentos esta mañana, porque tanto el segundo piso como el primer piso están llenos de gente. Incluso hay algunos que están viéndome por el circuito cerrado de televisión. Todos ustedes me están escuchando. Ustedes no podrían decir que este tipo de reuniones no deben ocurrir. El Nuevo Testamento relata que cuando Pablo fue a Troas, se quedó allí siete días. Puesto que iba a partir al día siguiente, les habló a los creyentes hasta después de la medianoche. Un joven llamado Eutico que estaba sentado en la ventana se cayó desde el tercer piso. Cuando lo levantaron del suelo, ya estaba muerto. Luego, Pablo descendió y se echó sobre él, y les dijo a todos que la vida del joven aún estaba en él. Después de esto, Pablo subió nuevamente, y habló largamente a la congregación hasta el alba, y después partió (Hch. 20:6-11). Por consiguiente, hay ocasiones en las que se realizan este tipo de reuniones.

Sin embargo, la Biblia nos revela que normalmente las reuniones de los creyentes deben realizarse de casa en casa (2:46). Después del Día de Pentecostés, cuando tres mil personas fueron salvas, Pedro y Juan iban al templo sólo de vez en cuando para hablar a la multitud. Sin embargo, la mayoría de las veces se reunían de casa en casa. Durante estas reuniones no era solamente una sola persona la que hablaba mientras que las demás escuchaban, sino que más bien, todos hablaban y todos escuchaban. Había comunión, oración, se practicaba el partimiento del pan, había enseñanza y también se predicaba el evangelio. Todo esto se hacía en las reuniones de los hogares de los creyentes. Esto también es la manera original que Dios ordenó para que la iglesia se reuniera.

A causa de la degradación de la iglesia, esta clase de reunión se perdió. Lo que uno ve exclusivamente en el cristianismo actual son reuniones grandes en las que un orador habla y los demás escuchan. Todos ellos han abandonado la manera establecida por Dios y han caído en las tradiciones humanas. Esta manera tradicional se ajusta muy bien al modo de ser natural del hombre y concuerda con el espíritu de esta era. Incluso en el año 1948, el hermano Watchman Nee dijo que esta especie de reuniones puede compararse a cuando los israelitas seguían las costumbres de las naciones (2 R. 17:8). Esto no es bíblico. No es fácil ver esto a simple vista, pues en dichas reuniones se cantan himnos, se dan sermones con enseñanzas y se predica el evangelio, y los hombres son salvos. Al parecer no tienen nada de malo. Sin embargo, lo que se esconde debajo es algo contrario al sacerdocio universal que ha sido ordenado por Dios.


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