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Impartición divina par ala economía divina, Lapor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-6586-4
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Actualmente disponible en: Capítulo 4 de 4 Sección 3 de 4

EL PADRE ESTÁ CORPORIFICADO EN EL HIJO
Y EL HIJO ES HECHO REAL COMO ESPÍRITU
PARA QUE EL DIOS TRIUNO PROCESADO SE IMPARTA
EN LOS CREYENTES COMO VIDA
Y COMO SUMINISTRO DE VIDA EN ABUNDANCIA

El Padre está corporificado en el Hijo, y el Hijo es hecho real para nosotros como Espíritu. De esta manera, el Dios Triuno procesado se imparte en los creyentes como vida y como suministro de vida en abundancia (Jn. 14:9-11, 16-20). El Padre en el Hijo se expresa entre los creyentes, y el Hijo como Espíritu se hace real en los creyentes. Dios el Padre está escondido, Dios el Hijo se manifiesta entre ellos, y Dios el Espíritu entra en el hombre para ser su vida, su suministro de vida y su todo. Por lo tanto, el Padre en el Hijo y el Hijo como Espíritu son la porción del hombre, para que éste disfrute a Dios.

EL RESULTADO DE LA IMPARTICIÓN DIVINA
DE LA TRINIDAD DIVINA COMO VIDA DIVINA

Corren ríos de agua viva,
los cuales son la abundante suministración
de las riquezas divinas

Juan 7:38-39a dice: “El que cree en Mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en Él”. El resultado de que nosotros inhalemos, bebamos y comamos a Cristo es primeramente que correrán ríos de agua de vida, los cuales son la abundante suministración de las riquezas divinas.

Llevar fruto

El segundo resultado de la impartición divina de la Trinidad Divina como vida divina es el hecho de llevar fruto (Jn. 15:5, 16a). Nosotros somos pámpanos de Cristo, quien es la vid. Como pámpanos, debemos llevar fruto. Juan 15 no simplemente habla de predicar el evangelio para salvar a los pecadores, porque Juan es un evangelio de vida. En Juan 15, la predicación del evangelio consiste en llevar fruto; y llevar fruto es el fluir de la vida interna. Cuando la vida interna fluye de nosotros, hay una expresión. Esta expresión se halla en el llevar fruto.

Todos los que salen a conducir a los pecadores a la salvación deben ser uno con Jesús. Si no inhalamos, bebemos ni comemos a Jesús, no tendremos autoridad cuando prediquemos el evangelio. Nuestro evangelio no será poderoso. Por lo tanto, debemos ser personas que inhalan, beben y comen a Jesús. Debemos tener a Jesús dentro de nosotros, no simplemente como un rey, sino como nuestro aliento, agua y comida. Muchos queridos santos aman mucho al Señor y el recobro del Señor, y desean practicar la nueva manera por el bien de la vida de iglesia. Sin embargo, están practicando la nueva manera de una manera vieja. Cuando salen a tocar a las puertas de las personas para predicarles el evangelio, están llenos de temor. Por ello, cuando hablan con las personas, en vez de darles mandatos, conversan con ellas de una manera vieja. Finalmente, la gente discute con ellos y se pierde tiempo. No debemos hacer las cosas conforme a la manera vieja. Hablar con las personas de esta manera no resulta eficaz.

En Mateo 28:18-19 el Señor dijo: “Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”. Debemos comprender que es Jesús quien toma la iniciativa de que salgamos, no nosotros. Jesús nos encomendó que fuéramos con Su autoridad a hacer discípulos a las naciones. Cuando salgamos a contactar a las personas, debemos decir: “¡Aleluya! Amén. Señor Jesús. Yo estoy saliendo ahora y Tú vienes conmigo”. Luego podemos decir a las personas: “El Señor Jesús me envió para decirle que Él es su Salvador y que usted debe creer en Él”. Podemos mandarles que oren, y después que oren, podemos mandarles que se bauticen en el nombre del Dios Triuno. Hemos pensado equivocadamente que debemos enseñar a las personas antes que sean salvas y bautizadas. Pero Mateo 28:19 dice que primero debemos hacer discípulos a las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu, y después, como dice el versículo 20, debemos enseñarles. Una madre no puede enseñar a su hijo antes que éste nazca. Después que el niño es dado a luz, tendrá muchos años para enseñarle. Ya sea que un nuevo creyente entienda o no lo que ha sucedido, su oración y su bautismo son hechos consumados, y lo que él ha hecho en el nombre del Señor cuenta a los ojos de Dios.


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