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Mensajes para creyentes nuevos: Confesión, La #8por Watchman Nee

ISBN: 978-0-7363-0049-0
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Actualmente disponible en: Capítulo 5 de 17 Sección 2 de 5

E. El amor a la gloria de los hombres

¿Por qué los gobernantes en Juan 12 no confesaron al Señor? Porque amaban más la gloria de los hombres que la gloria de Dios. Muchas personas no se atreven a confesar su fe porque desean a Cristo y también la sinagoga. Creen, por eso desean a Cristo; pero no lo confiesan porque también desean quedarse en la sinagoga. Si una persona desea ambas cosas, no será fiel en ninguna de ellas.

Si usted desea servir al Señor, debe decidirse por el Señor y si no, por la sinagoga; de lo contrario jamás será un buen cristiano. Debe tomar la decisión de escoger al Señor o a los hombres. Los gobernantes tenían temor de perder el favor de los hombres. Temían que si confesaban al Señor, serían expulsados de la sinagoga. El que escoge al Señor, de una manera incondicional, no teme ser expulsado de ahí.

Si la gente no lo persigue después de que usted ha creído en el Señor, debe decir: “¡Señor, gracias!” y si lo persiguen después de confesar al Señor, también debe decir “¡Señor, gracias!” ¿Qué hay de particular en esto? Nosotros no podemos ser como aquellos gobernantes que, por su amor a la sinagoga, no quisieron confesar su fe en el Señor Jesús. Si todos los creyentes fueran como ellos, no existiría hoy la iglesia. Si Pedro hubiera regresado a su casa y se hubiera quedado callado después de haber creído en el Señor, y si Pablo, Lucas, Darby y todos los demás hubieran guardado silencio después de creer, y si todos los que están en la iglesia se hubieran quedado callados y no se hubieran atrevido a confesar al Señor, por supuesto, no habrían tenido muchos problemas, ¡pero la iglesia no existiría hoy!

Una de las característica de la iglesia es que se atreve a creer en el Señor, y otra es que se atreve a confesar su fe en El. Ser salvo no significa simplemente creer en el Señor Jesús, sino creer y confesar que uno es creyente. La confesión es muy importante. La fe cristiana no sólo se manifiesta en la conducta, sino también en las palabras. La boca debe confesar: “¡Yo soy cristiano!” No es suficiente que un cristiano tenga una buena conducta; él debe confesar con su boca. Si no existiera la boca, tampoco existiría la cristiandad. La Escritura es muy clara: “Con el corazón se cree para justicia, y con la boca se confiesa para salvación”. El cristiano cree con el corazón, y lo confiesa con la boca.

III. NUESTRA CONFESION
Y LA CONFESION DEL SEÑOR

El Señor dijo: “Pues a todo el que en Mí confiese delante de los hombres, Yo en él también confesaré delante de Mi Padre que está en los cielos” (Mt. 10:32). Agradecemos al Señor porque si lo confesamos a El hoy, en aquel día El también nos confesará a nosotros. El Señor también dijo: “Pero a cualquiera que me niegue delante de los hombres, Yo también le negaré delante de Mi Padre que está en los cielos” (v. 33). “Mas el que me niegue delante de los hombres, será negado delante de los ángeles de Dios” (Lc. 12:9) ¡Qué contraste! Todo lo que tenemos que hacer es confesar que el Señor excelente, el caudillo entre millares, es el Hijo de Dios, y entonces El nos confesará delante del Padre celestial y de los ángeles de Dios. Si usted piensa que es difícil confesar al Señor ante los hombres, para el Señor también será difícil confesarlo a usted cuando descienda con la gloria del Padre. No debemos evitar confesar al Señor por temor a los hombres (Is. 51:12) Si hoy es difícil para nosotros confesar a Jesucristo, El Hijo del Dios viviente, en aquel día, cuando El regrese, le será difícil a El confesarnos ante Su Padre y ante todos los ángeles gloriosos. ¡Esto es algo muy serio!

En realidad, no es difícil confesar al Señor, especialmente si comparamos nuestra confesión con la Suya. Es muy difícil que El nos confiese a nosotros porque somos los hijos pródigos que recién regresamos a casa, y no hay nada bueno en nosotros, pero El nos confesará en el futuro. ¡Confesemos ante los hombres hoy nuestra fe en El!

Quiera Dios que desde el principio los recién convertidos no se avergüencen de confesar al Señor. No seamos cristianos secretos.


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