Disfrutar las riquezas de Cristo para la edificación de la iglesia como Cuerpo de Cristopor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-7932-8
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
ISBN: 978-0-7363-7932-8
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
Font Size
Después del capítulo 10 tenemos la cena del Señor en el capítulo 11. Aunque estuve en el cristianismo por muchos años, y atendí a la así llamada comunión muchas veces, nunca oí decir a nadie que recordar al Señor equivale a comerle y beberle. El Señor Jesús nos dijo que comiésemos y bebiésemos en memoria de Él (11:24-25; Mt. 26:26-27). Hacer memoria del Señor auténticamente es comerle y beberle. Hacer memoria de un ser amado implica ejercitar nuestra mente para recordar las bondades y virtudes que tenía esa persona. Pero hacer memoria del Señor Jesús no es así. Recordar al Señor Jesús es comerle, recibirle en nuestro ser. “Tomad, comed; esto es Mi cuerpo” (v. 26); “Haced esto en memoria de Mí” (1 Co. 11:24). “Bebed de ella todos; porque esto es Mi sangre” (Mt. 26:27-28); “Haced esto todas las veces que la bebáis, en memoria de Mí” (1 Co. 11:25).
La mesa del Señor es una exhibición de nuestra vida diaria. Día tras día vivimos comiendo a Jesús. Él dijo: “El que me come, él también vivirá por causa de Mí” (Jn. 6:57). Día tras día comemos a Jesús y vivimos por causa de Jesús. Entonces, en el primer día de la semana nos congregamos para hacer una declaración a todo el universo. Podríamos decir: “Satanás, ángeles, demonios, vengan todos y vean. Nuestra manera de vivir es comer a Jesús cada día. Ahora venimos a la mesa del Señor para hacer una exhibición. Ésta es nuestra vida, y éste es nuestro diario andar”. No obstante, si no llevamos esta vida y andar diarios, la reunión de la mesa del Señor es sólo una actuación. En este caso la iglesia viene a ser un teatro en donde actúan actores y actrices. Esto no es auténtico. No es una exhibición, una declaración, sino una actuación. La reunión de la mesa del Señor no debe ser una actuación. Debe ser una exhibición, una declaración, que nosotros hacemos a todos los seres en el universo. Espero que siempre que celebremos la mesa del Señor, hagamos tal declaración: “¡Oh, todas las criaturas, vengan y vean! ¡Satanás, ven y ve! ¡Todos los ángeles, todos los demonios y todas las criaturas, vengan y vean! Nuestra manera de vivir es comer y beber a Jesús”. Ahora hacemos exhibición de este vivir a todo el universo. Esto es hacer memoria del Señor Jesús.
En 1 Corintios 12:13 se nos dice que “a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu”. La manera de beber se halla en el versículo 3: “Por tanto, os hago saber que nadie que hable en el Espíritu de Dios dice: Jesús es anatema; y nadie puede decir: ¡Jesús es Señor!, sino en el Espíritu Santo”. Siempre que decimos: “Señor Jesús”, estamos en el espíritu. Siempre que decimos: “Oh, Señor Jesús”, estamos bebiendo. Esto es recibir el agua viva en nuestro ser.
En 3:6 Pablo dice: “Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios”. Al beber, somos regados, y el riego tiene como objeto el crecimiento. Después del crecimiento viene la transformación. Como hemos visto, la iglesia es una granja donde se cultivan plantas, pero finalmente todas las plantas son transformadas en materiales preciosos: oro, plata y piedras preciosas (v. 12). Esto no es un cambio externo, sino un cambio en vida. Una españolización de la palabra griega para transformación es metamorfosis. La metamorfosis es un cambio metabólico. No es un cambio originado por un mejoramiento externo, sino una especie de cambio químico. Un nuevo elemento nos es añadido, el cual nos nutre, eliminando todas las cosas viejas y reemplazándolas con algo nuevo. La metamorfosis es un cambio en vida, en el cual un elemento nuevo reemplaza al viejo. Éste es el verdadero significado de la transformación.
La manera de tener este cambio es comer. Si nuestro rostro está pálido, podemos usar cosméticos para que le cambie el color. Éste es un cambio externo, no una transformación. No obstante, si día tras día ingerimos bistec, pollo, leche, huevos y fruta, después de dos meses nuestro rostro estará radiante. Esto no es un simple cambio externo, sino una transformación. Día tras día comemos a Jesús en calidad de bistec y pollo celestiales. Cuando nos alimentamos así, crecemos, y junto con el crecimiento viene la transformación. En virtud de la transformación dejamos de ser madera, hierba y hojarasca; llegamos a ser oro, plata y piedras preciosas.
En la Nueva Jerusalén no existe nada de barro ni de madera. Todo es oro, perlas y piedras preciosas. Pablo es un escritor maravilloso. Él dice: “Conforme a la gracia de Dios que me ha sido dada, yo como sabio arquitecto puse el fundamento, y otro edifica encima; pero cada uno mire cómo sobreedifica [...] Y si sobre este fundamento alguno edifica oro, plata, piedras preciosas, madera, hierba, hojarasca” (vs. 10, 12). No sabemos cómo él recibió el concepto acerca del oro, la plata y las piedras preciosas, pero este concepto es muy bíblico. En un capítulo anterior vimos que tanto los dos extremos de la Biblia como las secciones intermedias hablan de oro, plata y piedras preciosas. Éstos son los materiales preciosos que son idóneos para la edificación de la casa de Dios, la ciudad de Dios, la iglesia.
La iglesia es edificada solamente con materiales preciosos. No lleva barro, ladrillo cocido, ni nada de madera ni nada natural. Todos los materiales tienen que ser transformados. Las piedras preciosas no son meramente creadas por Dios. Son un elemento de la creación de Dios que ha pasado por el proceso de sufrir calor y presión. Ésta es la transformación. Hoy todos nos encontramos bajo el proceso de ser transformados. En 2 Corintios 3:18 leemos: “Nosotros todos, a cara descubierta mirando y reflejando como un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Señor Espíritu”. Con relación a llevar la vida del Cuerpo, Romanos 12:2 dice: “Transformaos por medio de la renovación de vuestra mente”. Muchos cristianos hoy hablan de la vida del Cuerpo según Romanos 12, pero pasan por alto la palabra transformaos. Si no somos transformados, no hay ninguna posibilidad de llevar la vida del Cuerpo. La vida del Cuerpo no es nada natural; no es algo hecho por obra nuestra. La vida del Cuerpo es algo de Cristo forjado en nosotros; por ende, necesitamos la transformación. Cada parte de nuestro ser natural debe ser transformada, para que ya no seamos “madera”, sino “madera petrificada”. Éste es el concepto de 1 Corintios. Que el Señor sea misericordioso con nosotros. Necesitamos ser librados de las enseñanzas y los dones para poder disfrutar y comer de Cristo. Entonces tendremos el crecimiento, la transformación y la edificación.
Debemos orar no sólo por nosotros mismos, sino también por otros. Estamos en el recobro del Señor. El Señor está recobrando algo, pero en el cristianismo actual hay muchos buscadores del Señor que no tienen este concepto. Por tanto, oren por ellos y oren por ustedes mismos para que reciban lo que sea necesario. En el recobro del Señor hoy lo que se necesita es el verdadero disfrute de Cristo. Este Cristo es el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45), y a todos nos han dado, o puesto, a beber de este mismo Espíritu, el Cristo todo-inclusivo. Este Espíritu es nada menos que Cristo mismo como Espíritu vivificante. Éste es el Cristo todo-inclusivo dado a nosotros para nuestro disfrute. Necesitamos tener este disfrute.
Nota: Esperamos que muchos se beneficien de estas riquezas espirituales. Sin embargo, para evitar cualquier tipo de confusión, les pedimos que ninguno de estos materiales sean descargados o copiados y publicados en otro lugar, sea por medio electrónico o por cualquier otro medio. Living Stream Ministry mantiene todos los derechos de autor en estos materiales, y esperamos que ustedes los que nos visiten respeten esto.