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Ley del avivamiento, Lapor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-7399-9
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Actualmente disponible en: Capítulo 1 de 5 Sección 4 de 4

LO QUE EXPERIMENTAMOS EN CADA ETAPA ES CRISTO
Y SU MUERTE Y SU RESURRECCIÓN

Aunque en El Cantar de los Cantares se presentan seis etapas de la experiencia espiritual, la que busca al amado no experimenta una cosa en la primera etapa, otra cosa en la segunda etapa y otra cosa diferente en la tercera etapa, etc. Al contrario, la que busca al amado tiene toda clase de experiencias espirituales en la primera etapa, pero no las experimenta a un grado máximo. En principio, las experiencias que ella tiene en la segunda etapa son las mismas que tuvo en la primera etapa; sin embargo, el grado de plenitud que ella alcanza en su experiencia ha aumentado. En la tercera etapa ella experimenta las mismas cosas que experimentó en la etapa previa, pero la medida de esas experiencias ha aumentado. Esto continúa al atravesar la cuarta, quinta y sexta etapas. En principio, en cada etapa ella tiene las mismas experiencias que tuvo en la primera etapa. Aunque ella no experimenta nada nuevo en las diferentes etapas, las experiencias son nuevas, y la medida de dichas experiencia va en aumento.

En nuestra búsqueda espiritual no experimentamos diferentes cosas en las diferentes etapas. En el pasado delimitamos claramente las cuatro etapas de nuestra vida espiritual (véase La experiencia de vida). Sin embargo, en términos de nuestra experiencia, las etapas no están claramente definidas, porque lo que experimentamos en la primera etapa abarca casi todo lo que experimentaremos posteriormente. Nuestras experiencias futuras no difieren de nuestras experiencias iniciales; nuestras experiencias únicamente se vuelven más profundas, más elevadas, más poderosas y más enriquecedoras. Esto puede compararse con el proceso de teñir un trozo de tela. En el comienzo de dicho proceso, el color de la tela es muy claro, pero con cada aplicación el color se hace más fuerte hasta que alcanza el tono más marcado. Nuestra experiencia espiritual es similar a este proceso.

En términos de la revelación, en cada etapa experimentamos a Cristo. En términos de la aplicación, experimentamos Su muerte y Su resurrección. Por lo tanto, todas nuestras experiencias espirituales corresponden a Cristo y Su muerte y Su resurrección. Incluso un nuevo creyente experimenta a Cristo y Su muerte y Su resurrección. Una persona cree y es bautizada debido a que ella conoce a Cristo y ha experimentado la muerte, la sepultura y la resurrección de Cristo. Ésta es nuestra experiencia al comienzo de nuestra vida cristiana, y seguirá siendo nuestra experiencia por el resto de nuestras vidas a medida que avanzamos de una etapa a otra. Según El Cantar de los Cantares, el Cristo que conocemos en la primera etapa es la misma persona que seguimos conociendo en las últimas etapas, y la muerte y la resurrección que experimentamos en la primera etapa son las mismas que experimentaremos en las últimas etapas. La única diferencia consiste en que nuestras experiencias gradualmente se vuelven más profundas y más ricas.

DEBEMOS SER RENOVADOS
CON MIRAS A UN SERVICIO GENUINO

Nuestra obra y nuestro servicio deben llevarse a cabo según la experiencia descrita en El Cantar de los Cantares. No debemos realizar una obra habitual que simplemente mantiene el statu quo. Ésta es la condición en que se halla el cristianismo, en donde suelen contratar a un pastor para que dé un sermón cada día del Señor. Tal vez los sermones sean liberados adecuadamente, y quizá la congregación entienda el tema y lo recuerde, pero este entendimiento y este recuerdo no produce ningún efecto en los oyentes. Los sermones producen un aumento en el conocimiento de la Biblia, pero no causan que los oyentes se levanten para ir en pos del Señor y experimentarle. Ésta es una obra habitual que mantiene el statu quo. En esta obra no hay luz ni experiencia. No debemos mantener esta condición religiosa en las iglesias. No debemos realizar una obra que aparentemente afecta a las personas sin producir un cambio en ellas; más bien, nuestra obra siempre debe beneficiar a las personas, sea que se encuentren al comienzo, o durante el curso o al final de una etapa de su búsqueda espiritual. Siempre debemos conducir a las personas a experimentar al Señor y a ir en pos de Él. Los que no se han consagrado, deben ser conducidos a consagrarse. Los que no han experimentado los tratos del Señor, deben ser traídos a una condición tal que reciban dichos tratos. Los que ya se consagraron pero se hallan en una situación de abatimiento necesitan ayuda para renovar su consagración. Los que han sufrido tratos en el pasado pero han perdido su frescor necesitan ayuda para dejar que el Señor los someta a nuevos tratos. Los que hayan tenido experiencias espirituales en el pasado pero estén desanimados, en sequedad y faltos de luz y de fuerzas necesitan ayuda para levantarse y buscar al Señor otra vez. Si somos renovados continuamente, las cosas serán hechas nuevas, y nuestro servicio será genuino, y no un hábito.

Nosotros quienes servimos al Señor, de continuo tenemos contacto con las personas, ya sea al darles mensajes o visitarles. Por lo tanto, es menester que realicemos una obra de renovación y que nosotros mismos seamos renovados. No debemos pensar que estamos bien, porque no somos pecaminosos ni carnales, o porque tenemos una conducta apropiada, leemos la Biblia, somos movidos por el Señor y oramos. Todo esto mantiene nuestra condición espiritual; pero debido a que no redunda en nuestro progreso, la obra y la iglesia se envejecen. Aun si no tuviésemos otros problemas, la vejez es un problema. Es sólo cuando nosotros tengamos un nuevo comienzo, junto con una nueva consagración y nuevos tratos, que nuestra obra será muy fresca y la iglesia experimentará otra etapa que corresponde a la fresca presencia del Señor.

Aquella que busca a su amado en El Cantar de los Cantares se levanta a buscarlo incluso de noche. Ella dice: “En mi lecho, noche tras noche / busqué al que ama mi alma; / lo busqué, mas no lo hallé. / Me levantaré ahora, y andaré por la ciudad; / por las calles y por las plazas / buscaré al que ama mi alma” (3:1-2). Necesitamos buscar al Señor; no debemos ser indiferentes. El sentir de abatimiento y de la pérdida de la presencia del Señor nos debe servir como una luz verde que nos insta a levantarnos y seguir adelante. Tenemos que buscar al Señor, recibir tratos disciplinarios de Su parte y experimentar una nueva consagración según nuestro sentir interior.

Al levantarnos para buscar al Señor, espontáneamente hacemos que otros busquen al Señor junto con nosotros. El comienzo de nuestra búsqueda del Señor tiene dos aspectos. O el Señor nos atrae o nos sentimos sedientos y hambrientos, lo cual causa que vayamos en pos de Él. Cuando experimentemos lo abundante que es el Señor, nos levantaremos, tal como la que busca al amado lo hace en El Cantar de los Cantares, y diremos: “Festejo con el Señor en Su mesa y disfruto de Su abundancia. En Su sombra me deleito y me siento, y Su fruto es dulce a mi paladar” (cfr. 1:12; 2:3). Dar un testimonio así despertará un hambre y un anhelo en los que nos escuchen, y ellos estarán dispuestos a buscar al Señor con el fin de tener la misma experiencia. Puede ser que no tengamos una experiencia plena, y en nuestro corazón hay un sentir de insatisfacción. A medida que este sentir de insatisfacción se acrecienta, anhelamos al Señor con desesperación. Al hablar con los demás de nuestra insatisfacción, se producirá un eco dentro de ellos, y se sentirán hambrientos y sedientos por el Señor. Por lo tanto, siempre y cuando busquemos al Señor, ya sea al celebrar banquete con Él o al sentir hambre y sed de Él, afectaremos a los demás y haremos que ellos se sientan hambrientos. Como resultado, ellos también se levantarán para buscar al Señor.

Todos necesitamos traer esta palabra delante del Señor en oración. No necesitamos mirar a los demás; antes bien, necesitamos ver nuestra propia condición. ¿Necesitamos ser renovados y avivados para tener una nueva consagración y experimentar los nuevos tratos a los cuales el Señor nos somete? Si el Señor tiene misericordia de nosotros, Él se nos aparecerá y nos atraerá para que nos levantemos y le busquemos, o bien Él hará que nos sintamos hambrientos e insatisfechos, lo cual nos obligará a levantarnos y buscarlo a Él. Entonces seremos avivados, y todo lo relacionado con nosotros llegará a ser nuevo. La Biblia que leemos será nueva, los himnos que entonamos serán nuevos, e incluso los libros espirituales que leemos serán nuevos. Que todos nosotros, por la misericordia del Señor, tengamos un nuevo avivamiento.


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