Experimentamos a Cristo como las ofrendas para presentarlo en las reuniones de la iglesiapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-1188-5
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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¿En qué me baso para afirmar que en el versículo 17 el monte se refiere al monte de Sion? Sencillamente porque se refiere a la morada de Dios. Dios mora en un santuario, en el templo. Primero Dios formó el monte de Sion; después edificó allí el templo. El monte de Sion y el templo, Su santuario, eran el lugar de reunión de los hijos de Israel, quienes debían subir allá tres veces al año, y no solamente de visita, sino para permanecer allí, y durante siete días no moraban allí solos sino con Dios. En la Biblia el número siete indica un ciclo completo. Esto significa que durante todo el curso de nuestra vida debemos permanecer en la congregación con Dios. Debemos permanecer en la morada de Dios, es decir, en las reuniones de la iglesia.
Leemos en Deuteronomio 12:11: “Y al lugar que Jehová vuestro Dios escogiere para poner en él su nombre, allí llevaréis todas las cosas que yo os mando; vuestros holocaustos, vuestros sacrificios, vuestros diezmos, las ofrendas elevadas de vuestras manos, y todo lo escogido de los votos que hubiereis prometido a Jehová”. Este versículo se refiere a un lugar específico. Dios exhortó a los hijos de Israel a que después de entrar en la buena tierra no se reuniesen en cualquier sitio. Había un solo lugar donde debían congregarse. Era el monte de Sion, donde se encontraba el templo de Dios. Tres veces al año ellos debían llevar el mejor producto de la tierra a ese lugar. Allí permanecían con Dios. Esa era la reunión de ellos. Allí se congregaban todos los años. Sabemos que éstos son diferentes aspectos de una sola cosa, es decir, de nuestra reunión. Así deberían ser nuestras reuniones ahora.
¿Cómo podemos comprobar que reunirnos equivale a hacer la voluntad de Dios y cumplir Su propósito? Leamos Salmos 73:16-17: “Cuando pensé para saber esto, fue duro trabajo para mí, hasta que entrando en el santuario de Dios, comprendí el fin de ellos”. Cuando el salmista pensaba en ciertos asuntos, no los podía entender, hasta que entró en el santuario de Dios.
Creo que anteriormente, muchos de nosotros buscábamos la voluntad de Dios con respecto a nuestras familias, a nuestro matrimonio, a nuestro trabajo, a nuestros estudios. Muchas veces nos era difícil. Anhelábamos conocer la voluntad de Dios con respecto a estas cosas, pero era difícil. No obstante, descubrimos que se nos aclaraban muchas dudas con el simple hecho de entrar en la reunión. Lo dicho en la reunión no se relacionaba con nuestro dilema, y ningún testimonio aludió al mismo; sólo fuimos a la reunión, nos sentamos allí, y todo se aclaró. En muchos casos, los testimonios nos ayudan a entender, y los mensajes nos iluminan. Pero podemos atestiguar que ir a la reunión es el mejor lugar y el mejor momento para conocer la voluntad de Dios. Son pocos los que llegan a conocer la voluntad del Señor fuera de las reuniones; pero muchos la descubren en las reuniones de la iglesia. Repetidas veces hemos orado en cuanto a algunos asuntos con el deseo de conocer la voluntad del Señor, pero no logramos entenderla. No obstante, cuando llegamos a la reunión, todo se aclara. Hacer la voluntad de Dios depende primeramente de que la conozcamos. Si uno sabe cuál es la voluntad del Señor, lo demás no será problema. Conocer la voluntad de Dios equivale prácticamente a hacerla.
Cuando nos reunimos, surge en nosotros el deseo de orar, adorar, servir, escuchar un mensaje, aprender, ser exhortados, fortalecidos, consolados y alentados. Ese es nuestro anhelo. En realidad, queridos santos, nuestras reuniones contienen muchas cosas maravillosas. Cuando participamos en ellas, recibimos mucho beneficio. Esto muestra que no valoramos la reunión como deberíamos ni le damos la importancia que merece.
Tengamos presente que, aparte de nuestra relación íntima con el Señor, no existe nada más crucial, más importante ni más provechoso que reunirnos. Créanme que un día podremos testificar que perder el empleo no tiene tanta importancia como perder una reunión de la iglesia. Faltar a una reunión es una verdadera pérdida. La pérdida del empleo no es una pérdida muy significativa. No soy supersticioso al afirmar que si uno se reúne como debe, el Señor preservará el empleo que uno tiene. Si uno se reúne como lo hacían los hijos de Israel y se queda sin trabajo, es posible que el Señor le mande maná. Pero si uno dice: “Ya que tal es el caso, dejemos nuestros empleos y hagamos de este salón de reuniones nuestro monte de Sion, y reunámonos todos los días”. Eso sí es superstición.
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