Lo que el reino es para los creyentespor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-7228-2
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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En los capítulos anteriores vimos que Dios desea que Su Hijo obtenga un reino en la tierra. La razón por la cual Dios desea que Su Hijo obtenga un reino es que Dios pueda ejercer Su autoridad y expresar Su gloria. Sin embargo, lo que Satanás hace en el universo es estorbar este asunto. Las actividades de Satanás en la tierra tienen la finalidad de insultar a Dios y dañar la obra de Dios; por consiguiente, Dios tiene que enfrentarse a Satanás. Sin embargo, si Dios se enfrentara a Satanás directamente, esto no avergonzaría a Satanás ni sería una gloria para Dios. Satanás podría decirle a Dios: “No hay ninguna criatura que se someta a Tu autoridad”. Por consiguiente, Dios guarda el principio de no enfrentarse a Satanás directamente. Dios es el Creador; Él nunca se enfrentará a Sus criaturas en Su estatus de Creador. Por consiguiente, Él creó otra criatura: el hombre. Su deseo es que el hombre se mantenga en su posición de criatura para enfrentarse a Satanás, otra criatura. La intención de Dios es mostrarle a Satanás que hay una criatura que sí se sujeta a la autoridad de Dios y escoge estar del lado de Dios. Aunque Satanás como criatura se rebela contra Dios, existe otra criatura que se somete a la autoridad de Dios.
Dios no sólo desea enfrentarse a Satanás, sino también avergonzarlo y cerrarle la boca. Dios desea impedir que Satanás pueda decir: “Dios, puesto que eres el Creador, Tú obligas al hombre a someterse a Tu autoridad. Yo no estoy dispuesto a someterme a Tu autoridad, y hay otras criaturas que tampoco lo están”. Dios no quiere que Satanás tenga esta clase de mentalidad, pues eso es un insulto para Él. ¿Cómo sabemos que Satanás tiene esa clase de mentalidad? Podemos ver esto en el libro de Job. Un día Satanás se presentó delante de Dios, y Dios le dio una oportunidad específica para que hablara. Le preguntó a Satanás: “¿De dónde vienes?”. Satanás respondió y dijo: “De recorrer la tierra y de andar por ella”. Entonces Dios le preguntó: “¿No has considerado a Mi siervo Job? Porque no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal” (1:7-8). Esto significa que no había nadie que se sometiera a la autoridad de Dios como lo había hecho Job. Temer a Dios es someterse a la autoridad de Dios. Dios le mostró a Satanás que al menos había una persona en la tierra que era gobernada por Dios, que temía a Dios y que estaba sujeta a la autoridad de Dios; esta persona era Job.
Dios le preguntó a Satanás si él había observado a Job. Satanás enseguida respondió: “¿Acaso teme Job a Dios de balde? ¿No le has cercado con una valla a él, a su casa y a todo lo que tiene? Has bendecido la obra de sus manos, de modo que sus posesiones se han aumentado por toda la tierra” (vs. 9-10). Estas palabras fueron un gran insulto para Dios. Lo que Satanás quería decir era que Dios había sobornado a Job con bendiciones para que éste temiera a Dios. Satanás quería decir que puesto que Dios trataba bien a Job y le había dado tantas bendiciones, era inevitable que Job le temiera. Satanás dio a entender que si Dios no hubiera bendecido a Job, éste no le habría temido. Ésta era la mentalidad de Satanás y la manera en que insultó a Dios. Dios respondió: “Está bien. Le quitaré la valla que lo cerca y no lo protegeré. Te permito que lo maltrates. Deseo demostrarte que esta criatura en la tierra sí me teme”.
Satanás hizo caso a las palabras de Dios y salió a causarle problemas a Job; así que envió a los sabeos, a los caldeos, el fuego y el viento con el propósito de destruir las posesiones de Job y dar muerte a sus hijos e hijas. Todos debemos estar familiarizados con esta historia. Finalmente, hubo saqueo, hubo fuego consumidor, sopló un gran viento, y las casas se cayeron causando muertes (vs. 13-19). En aquel tiempo Job experimentó una extrema aflicción. Él vio que todas las bendiciones se habían ido, que toda su protección se había desvanecido, y se halló completamente sumido en una situación de sufrimiento. Pero ¿qué dijo Job? Job todavía temía a Dios y no dijo nada contra Dios; todavía se sometió a la autoridad de Dios. Más aún, él se sometió a la autoridad de Dios al grado en que dijo: “Jehová da y Jehová quita; / bendito sea el nombre de Jehová” (v. 21b). Esto muestra que Job alabó a Dios no sólo cuando Dios le dio bendiciones, sino incluso cuando le quitó sus bendiciones. Debido a que Dios era el Señor, Job se sujetó a Su autoridad. Job no fue rebelde delante de Dios; él no tuvo nada que decir.
Después de algún tiempo, Satanás volvió a presentarse delante de Dios (2:1). Tal vez pensemos que puesto que Satanás es tan perverso, Dios simplemente movería Su dedo para eliminarlo y mandarlo al lago de fuego. Sin embargo, nuestro Dios todavía deja a Satanás. No sólo permite que siga viviendo, sino que incluso permite que vaya a la morada de Dios en el cielo y exprese su opinión en la morada celestial de Dios. Nuestro Dios es verdaderamente grande. Aunque Satanás se rebela contra Dios y se opone a Él, Dios es tan grande que aún le permite a Satanás presentarse ante Él. Dios le preguntó a Satanás una vez más: “¿De dónde vienes?”. Satanás respondiendo, dijo: “De recorrer la tierra y de andar por ella”. Dios le volvió a preguntar: “¿No has considerado a Mi siervo Job?” (vs. 2-3a). Dios le estaba pidiendo a Satanás que considerara cómo Job había reaccionado después que Satanás le había pedido a Dios que quitara la valla alrededor de Job y después que Dios le había permitido maltratar a Job. A pesar de que Job había pasado por tanto sufrimiento, no sólo conservó su integridad, sino que este siervo de Dios todavía se sometió a la autoridad de Dios y no se rebeló contra Él (v. 3b).
Satanás es verdaderamente malvado. Él sabe que para el hombre lo más difícil de soportar es el sufrimiento en su propia carne. El dolor de perder sus posesiones, lo cual es externo a él, es sólo algo temporal; las posesiones de un hombre no significan tanto para él como su propio cuerpo. Es por ello que Satanás enseguida le respondió a Dios: “¡Piel por piel! Ciertamente todo lo que el hombre tiene lo dará por su vida. Pero extiende Tu mano, y toca su hueso y su carne; y ciertamente te maldecirá en Tu propia cara”. Entonces Dios le dijo a Satanás: “He aquí, él está en tu mano; solamente guarda su vida” (vs. 4-6). Después de esto Satanás salió de la presencia de Jehová e hirió a Job.
Sabemos lo que le ocurrió a Job después que Satanás lo hirió. Le salieron furúnculos severos en todo su cuerpo, lo cual es un sufrimiento insoportable para el hombre (v. 7). Sin embargo, Job no ofendió a Dios, sino que todavía se sometió a la autoridad y gobierno de Dios, y confesó que Dios es Señor. Desde ese punto en adelante en el libro de Job, no vemos más que Satanás viniera a decir algo. Él no tuvo nada que decir porque Job le cerró la boca. Ese día, cuando a Job le salieron furúnculos severos y él experimentaba un terrible dolor, si hubiese murmurado, diciendo: “Oh Dios, ¿cómo puedes tratarme así? No me someteré a Tu autoridad, ni te temeré más”, Satanás habría aplaudido y dado gritos de júbilo. Inmediatamente se habría presentado delante de Dios y habría dicho: “¿Si ves? No sólo yo me rebelo contra Ti y siento aversión por Ti; Job también se rebela contra Ti y siente aversión por Ti. No sólo soy yo quien siente aversión por Ti, sino que el hombre también siente aversión por Ti y se rebela contra Ti. Tú, Señor, no eres precioso ni digno de ser temido por el hombre”. La boca de Satanás no habría sido cerrada. Sin embargo, no importa cuánto sufría Job ni cuántos problemas y aflicciones tenía, él aún sabía que Dios era su Señor, su Rey. Él se sometió a la autoridad y gobierno de Dios sin resistencia alguna, sin rebelarse y sin murmurar. Él permaneció completamente sujeto a la autoridad de Dios, lo cual le cerró la boca a Satanás e hizo que se callara.
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