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Tener comunión con el Señor para la mezcla de Dios con el hombrepor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-6534-5
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LOS CINCO PASOS DE LA MUERTE

Nuestra alma es transformada por medio del proceso de la muerte y la resurrección. La vida de nuestra alma debe morir a fin de que seamos transformados. Donde hay muerte, allí también está presente la resurrección, y allí también se efectúa la transformación. Nosotros experimentamos la muerte de las siguientes maneras.

En primer lugar, nuestro viejo hombre —la vida de nuestra alma— fue crucificado juntamente con Cristo (Ro. 6:6). Esto es de Dios. Cuando el Señor murió en la cruz, la vida de nuestra alma fue crucificada juntamente con Él. Por lo tanto, en el sentido objetivo, la vida de nuestra alma llegó a su fin en la cruz cuando el Señor fue crucificado. Nosotros fuimos crucificados en el mismo momento y en el mismo lugar en que Él fue crucificado. Fue también en ese momento que el Señor llevó nuestros pecados en la cruz (1 P. 2:24). Esto es un hecho consumado.

La vida de nuestra alma fue crucificada juntamente con el Señor en la cruz. Esto es un hecho consumado. Ahora el Espíritu Santo nos da la revelación de que necesitamos tener la experiencia de morir junto con el Señor. Éste es el segundo paso.

Tercero, con base en la revelación que recibimos, podemos responder negándonos a la vida de nuestra alma y rechazándola. En nuestra experiencia, primero vemos que fuimos crucificados juntamente con el Señor; luego necesitamos experimentar el hecho de que fuimos crucificados juntamente con el Señor. Tenemos que responder rechazando la vida de nuestra alma y negándonos a ella, es decir, tenemos que perder la vida de nuestra alma. Este paso no es fácil de llevar a cabo, pues se requiere la cooperación de nuestra voluntad.

Cuarto, en coordinación con nuestro deseo de perder la vida de nuestra alma, el Espíritu Santo prepara nuestro entorno para disciplinarnos. Si el Espíritu no opera en nuestro entorno, será muy difícil para nosotros perder la vida de nuestra alma. Por ello, Dios utiliza nuestras circunstancias externas para ayudarnos a cumplir el deseo que interiormente tenemos de negarnos a la vida de nuestra alma.

Quinto, el Espíritu Santo resplandece sobre nosotros para mostrarnos que en diferentes áreas todavía estamos llenos del elemento de nuestra alma. Ésta es una iluminación más profunda del Espíritu Santo. Éstos son los cinco pasos de la muerte, los cuales experimentamos.

Como cristianos que somos, las lecciones que aprendemos dependen de estos cinco pasos. Nuestro crecimiento y madurez en vida también dependen de estos cinco pasos. Al experimentar estos cinco pasos, nuestros problemas serán resueltos. Ésta es la manera en que perdemos la vida de nuestra alma a fin de que nuestro viejo hombre sea crucificado y nos neguemos a nuestro yo.

NUESTRA ALMA ESTÁ BAJO
EL CONTROL DE NUESTRO ESPÍRITU

Donde está la muerte, allí también está presente la resurrección. La muerte abre el camino para que opere en nosotros el poder de la resurrección. Sin la muerte, el poder de la resurrección de Dios no puede operar en nuestra alma. Podemos usar como ejemplo la instalación de los cables eléctricos en nuestra casa. La electricidad puede fluir donde hay cables eléctricos instalados. Este ejemplo nos muestra la relación que hay entre la muerte y la resurrección. Podemos comparar la muerte a los cables eléctricos, y la resurrección, a la electricidad. La muerte no le puso fin al Señor, pues, después de la muerte, Él fue resucitado. El Señor resucitado es aún más glorioso de lo que era en la carne. Conforme al mismo principio, después que nuestra alma experimente la muerte y la resurrección, será elevada, enriquecida y fortalecida con la vida divina. Una flor es más hermosa que su semilla. Si una semilla no pasa por la muerte, no puede resucitar ni crecer para ser una hermosa flor. Lo que está en resurrección es siempre más glorioso que lo que aún no ha experimentado la muerte.

En 1 Tesalonicenses 5:14 se nos habla de “los pusilánimes”. La palabra griega traducida pusilánime también puede traducirse “de poco ánimo”. Una hermana que es estrecha y débil en la capacidad de su alma no puede soportar mucha carga; ella se pone muy ansiosa y angustiada cuando algo sucede. Asimismo se niega a perdonar a los que la ofenden. Un creyente así sólo puede ser salvo de su condición pusilánime al experimentar la muerte y la resurrección. Por medio de la salvación del Señor, su vida natural entrará en la muerte y luego en la resurrección, y su alma será elevada y fortalecida. Después que Pablo experimentó la muerte y la resurrección, la condición de su alma fue elevada. Por esta razón, él pudo ser usado grandemente por el Señor al punto en que fue capaz de testificar ante el rey Agripa y Festo, el gobernador romano (Hch. 26:24-29). Esto nos muestra la fuerza que llegó a tener Pablo.

Algunos pensarán que si el alma es elevada y fortalecida, suprimirá el espíritu. Pero no es así. Al principio cuando el alma del hombre no tenía el elemento de Dios, sí podía suprimir el espíritu. Pero después que el alma del hombre experimenta la muerte y la resurrección, el hombre recibe más del elemento de Dios, y su alma es sometida al gobierno de su espíritu. Supongamos que unos bandoleros son reclutados por el gobierno y llegan a ser oficiales en el ejército. En su nueva posición ellos deben obedecer las órdenes del gobierno. De igual manera, en el pasado nuestra alma era pequeña, independiente de Dios y desobedecía las órdenes del espíritu. Pero después de que experimentamos la muerte y la resurrección, nuestra alma es elevada, pero permanece bajo el control de nuestro espíritu. Después que experimentamos la muerte y la resurrección, nuestros pensamientos son enriquecidos, nuestra parte emotiva se hace más ferviente y nuestra voluntad es fortalecida. Por consiguiente, las tres partes de nuestra alma están sujetas a nuestro espíritu y son controladas por nuestro espíritu; de este modo, llegan a ser más útiles al Señor. Ésta es la diferencia entre el alma natural y el alma que ha sido transformada. El alma natural es caída. El principio básico de la condición caída del hombre es que es independiente de Dios. Éste es el principio representado por el árbol del conocimiento del bien y del mal. En cambio, el principio representado por el árbol de la vida es el principio de depender de Dios, porque el hombre no puede vivir aparte de Dios. Cuando el alma es transformada, ella ya no es independiente de Dios, sino que está bajo el control del espíritu.

Antes de llegar a diferenciar entre nuestro espíritu y nuestra alma, nuestra condición es que no dependemos de Dios. No es que no estemos dispuestos a depender de Él, sino que debido a que no sentimos necesidad de depender de Él, hacemos sugerencias y dependemos de nuestro propio entendimiento. No obstante, después de experimentar la muerte y la resurrección, ocurre un cambio en nuestra naturaleza porque el elemento divino es añadido a nuestro elemento humano. El elemento de Dios está en nuestra alma resucitada, porque el Espíritu de vida, quien es Dios mismo, ha vivificado nuestra alma. Como resultado, a nuestra alma le agrada depender de Dios y ya no se complace en dar opiniones ni en expresar sus preferencias. En esta alma, la divinidad está mezclada con la humanidad; por consiguiente, esta alma está bajo el gobierno y control del espíritu. Ésta es la situación de un creyente que experimenta la muerte y la resurrección.

Jacobo 1:8 habla de un hombre de doble ánimo. Una persona de doble ánimo suele ser también de doble mente; es decir, le cuesta trabajo tomar una decisión y tiende a mostrarse dudoso, receloso e indeciso. Esta clase de persona puede ser salva únicamente mediante la muerte y la resurrección. Después de experimentar la muerte y la resurrección, dicho creyente llegará a ser una persona resuelta y también firme y estable. Éste es el resultado de que el alma natural sea transformada en resurrección.


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