Información del libro

Mensajes para creyentes nuevos: Búsqueda de la voluntad de Dios #17por Watchman Nee

ISBN: 978-0-7363-0135-0
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

    Por favor, utilice Firefox o Safari
Actualmente disponible en: Capítulo 1 de 1 Sección 4 de 5

III. LA CONFIRMACION DE LA IGLESIA
Y OTROS FACTORES

La voluntad de Dios además de revelarse en Su Palabra, en el espíritu del hombre y en las circunstancias, se revela también por medio de la iglesia. Al buscar la voluntad de Dios en cuanto a un cierto asunto, uno debe tener certeza en cuanto a la dirección del Espíritu, la enseñanza de la Escritura y lo que sucede a nuestro alrededor. Hasta donde sea posible, se debe buscar comunión con aquellos que conocen a Dios en la iglesia para descubrir si ellos dicen amén a la dirección que uno ha recibido. Esto proporcionará una confirmación adicional con respecto a la voluntad de Dios. Ellos conocen más la voluntad de Dios ya que su carne ha recibido más quebrantamiento y lo que es ser guiados por el Espíritu. Su condición espiritual le permite a Dios expresar por medio de ellos el sentir de Su corazón con menos obstáculos. Ellos examinan su condición en la iglesia y determinan si pueden decir amén a lo que usted ha visto. Si ellos dicen amén, uno puede estar seguro de que lo que ha visto es la voluntad de Dios. Si no tienen una respuesta afirmativa, es mejor esperar y buscar una dirección más clara. Como individuos estamos limitados. Un sentir interior, una comprensión de la Escritura y un conocimiento de las condiciones personales que lo rodean a uno, pueden estar equivocados; es posible que no sean muy exactos. En este sentido, la iglesia es mucho más confiable. Si los demás miembros de la iglesia creen que la dirección que uno ha recibido no es confiable, no debe insistir. No crea que la dirección individual es digna de fiar siempre. En tales casos debemos aprender a ser humildes.

Mateo 18 habla del principio que se aplica en la iglesia. Si un hermano peca contra otro, el hermano ofendido debe hablar a solas con el ofensor; si éste se rehusa a escuchar, debe tomar a uno o dos consigo para que por boca de dos o tres testigos conste todo asunto. Si el ofensor se niega a escuchar, se debe comunicar el asunto a la iglesia. Finalmente, el ofensor tiene que oír a la iglesia. Debemos aceptar lo que nos indique la iglesia. El Señor Jesús dijo: “Todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo” (v. 18). Puesto que la iglesia es la morada de Dios y la fuente de Su luz, necesitamos creer que la voluntad de Dios se revela a la iglesia. Debemos humillarnos y temer a nuestro propio juicio. Es por esto que necesitamos tener comunión con la iglesia y recibir el suministro del Cuerpo.

La iglesia tiene una gran responsabilidad delante de Dios, pues tiene que actuar como luz de Dios. Si la iglesia es desatenta, o si actúa descuidadamente o según la carne, será imposible recibir la confirmación de la iglesia. La razón por la cual la iglesia puede proporcionar una confirmación divina y exacta es que ha llegado a ser el portavoz del Espíritu Santo. Esto le exige que sea espiritual y que permita que el Espíritu presida en ella. La confirmación de la iglesia no implica una discusión conjunta de todos los hermanos y hermanas en la iglesia. Significa hablar con un grupo de personas que conocen a Dios y que son guiadas por el Espíritu. Por esta razón, los ancianos que toman la responsabilidad de la iglesia, así como los que se han dado a la obra del Señor, deben tener cierto conocimiento de los asuntos espirituales. Su carne debe haber sido quebrantada hasta cierto grado. Deben estar alerta en todo tiempo y tener una comunión ininterrumpida con el Señor. Deben estar llenos de la presencia de Dios y vivir bajo la dirección del Espíritu Santo. Sólo así emitirán un juicio exacto, y sólo entonces el Espíritu dará una confirmación exacta por medio de ellos.

Algunos posiblemente citen Gálatas 1:16-17 que dice que cuando Pablo recibió una revelación, no consultó con carne y sangre, ni subió a Jerusalén a ver a los apóstoles que eran antes que él. Creen que es suficiente que únicamente ellos vean algo con claridad y que no es necesario tener comunión con la iglesia. Sin duda una persona con una revelación tan clara como la de Pablo, puede tener confianza en lo que ve. Pero, ¿ha recibido usted la revelación de la misma forma que Pablo? Aún Pablo recibió la ayuda del Señor y el suministro de otros hermanos. El vio una gran luz cuando iba camino a Damasco, cayó a tierra y escuchó que el Señor le dijo exclusivamente a él: “Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer”. El recibió la imposición de manos de un hermano no muy conocido llamado Ananías, y también los colaboradores de la iglesia de Antioquía le impusieron las manos y lo enviaron a la obra (Hch. 9: 3-6, 12; 13:1-3). Lo que escribió en Gálatas 1 demuestra que el evangelio que él anunciaba no era compatible con el hombre y que lo había recibido por revelación de Jesucristo (vs. 11-12). No encontramos ningún tono de jactancia en tales palabras. Debemos ser humildes y no ser difíciles de tratar. No debemos tener un concepto demasiado elevado de nosotros mismos. El hecho es que estamos muy por debajo de Pablo como para compararnos con él. Puesto que estamos involucrados en nuestros asuntos, estamos nublados por nuestro propio interés y preferencia al buscar la voluntad de Dios; así que nos es difícil ver las cosas claramente. En tales circunstancias es necesaria la intervención de la iglesia; ella nos puede abastecer y servir de mucha ayuda. Es por esto que debemos buscar la confirmación de la iglesia cuando tengamos necesidad.

Sin embargo, debemos evitar irnos al otro extremo. Algunos cristianos son demasiado pasivos. Todo lo consultan con la iglesia, queriendo que los demás tomen las decisiones por ellos. Esto está en contra del principio del Nuevo Testamento. No podemos tratar a un grupo de personas espirituales de la iglesia como si fueran los profetas del Antiguo Testamento, pidiéndoles consejo para todo. En 1 Juan 2:27 dice: “Y en cuanto a vosotros, la unción que vosotros recibisteis de El permanece en vosotros, y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe; pero como Su unción os enseña todas las cosas...” Esta unción es el Espíritu que mora en nosotros. Nunca podemos reemplazar la enseñanza de la unción por la confirmación de la iglesia. La confirmación de la iglesia no debe ser considerada de la misma manera como se consideran las palabras de los profetas. Su propósito es el de confirmar lo que vemos para que estemos más seguros de la voluntad de Dios. Es más una protección que un substituto de la búsqueda personal e individual de la voluntad de Dios.

Debemos resaltar que este método de buscar la voluntad de Dios sólo debe aplicarse en asuntos importantes. En lo relacionado con asuntos triviales no necesitamos recurrir a todo esto. Podemos tomar decisiones basándonos en nuestro sentido común. Dios no nos ha despojado de nuestro juicio. El desea que usemos nuestro propio juicio en los asuntos que podemos resolver por nuestros medios. Por consiguiente, el método propuesto debe emplearse al buscar la voluntad de Dios en cuanto a asuntos importantes.

Al buscar la voluntad de Dios, no debemos caer en un estado anormal en donde ponemos la mente en blanco e imposibilitamos nuestra voluntad. Hebreos 5:14 habla de aquellos “que por la práctica tienen las facultades ejercitadas en el discernimiento del bien y del mal”. Debemos usar tanto nuestra mente como nuestra voluntad. Nuestra voluntad debe estar del lado de Dios, y debemos colaborar con El. Es cierto que tenemos que hacer a un lado nuestra propia voluntad, pero es incorrecto anular la función de la mente y de la voluntad. Muchos confían en su intelecto y no en Dios, lo cual es un grave error. Pero otros piensan que confiar en Dios significa que no necesitan usar la mente, lo cual también es un grave error. Cuando Lucas escribió su evangelio, dijo que había “investigado con diligencia” (1:3). En Romanos 12:2 Pablo nos mandó que fuéramos transformados por medio de la renovación de nuestro entendimiento para que comprobásemos cuál fuese la voluntad de Dios. Al buscar la voluntad de Dios, necesitamos usar nuestra mente y nuestra voluntad. La mente y la voluntad tienen que ser transformadas y renovadas por el Espíritu Santo.

Mencionemos brevemente el asunto de las visiones y los sueños. En el Antiguo Testamento Dios revelaba Su voluntad al hombre por medio de visiones y sueños. En el Nuevo Testamento también hay visiones y sueños, pero Dios no los usa como medios esenciales para dar dirección. En el Nuevo Testamento el Espíritu de Dios mora en nosotros y nos habla directamente desde nuestro interior. El medio más importante y común para recibir guía específica es la dirección interior. Dios nos guiará por medio de sueños y visiones sólo cuando haya algo muy importante que decirnos, que de otra forma nos sería difícil aceptar en condiciones normales. En el Nuevo Testamento, las visiones y los sueños no son el medio usual en que Dios nos guía. Por tanto, aunque tengamos visiones y sueños, de todos modos necesitamos ser salvaguardados buscando la confirmación interior y la confirmación del medio ambiente. Por ejemplo, Hechos 10 nos muestra que Dios quería que Pedro les predicara el evangelio a los gentiles. Pedro, siendo judío, nunca iría a los gentiles pues se lo impedía su tradición. A fin de cambiarle este prejuicio, Dios tuvo que mostrarle una visión. Después de que Pedro tuvo la visión, Cornelio le envió tres hombres. Esta fue la confirmación de las circunstancias. También el Espíritu Santo le habló. Estas ratificaciones interiores y exteriores le dieron la convicción de que estaba actuando según la voluntad de Dios.

Hay casos en los que uno no tiene mucho tiempo para sopesar y esperar. En tales casos uno puede determinar la voluntad de Dios de manera inmediata si la visón o sueño es claro y obvio, y el sentir interior lo confirma; no es necesario esperar la confirmación de las circunstancias. Por ejemplo, Pablo tuvo un éxtasis mientras oraba en el templo. El vio que el Señor le hablaba y le ordenaba salir cuanto antes de Jerusalén. Al principio, argumentó con el Señor y trató de rehusarse. Pero el Señor volvió a hablarle: “Ve, porque Yo te enviaré lejos a los gentiles” (Hch. 22:17-21). Posteriormente, Pablo se encontró en una recia tormenta en alta mar y perdió toda esperanza de sobrevivir. Dios envió un ángel para que estuviera a su lado y le confortara, diciéndole que no temiera (27:23-34). Estas fueron visiones claras, pero no ocurren frecuentemente en el Nuevo Testamento. Dios revelaba cosas a Sus hijos en visiones y sueños sólo cuando había una necesidad especial. Algunos creyentes tienen continuamente lo que ellos llaman sueños y visiones. Esta es una especie de enfermedad espiritual. Puede provenir de algún desorden mental, de un ataque de Satanás o del engaño de espíritus malignos. Sea cual fuere la causa, es una situación anormal.

En conclusión, Dios guía a los hombres de muchas maneras. Todos diferimos en condición espiritual. Es por eso que Dios nos guía de diferentes maneras. Sin embargo, Su medio principal es lo que El dispone en nuestras circunstancias, la guía interior y las enseñanzas de la Biblia. Resaltemos de nuevo que cuando estas tres cosas señalan en la misma dirección, podemos confiar que tenemos la voluntad de Dios.


Nota: Esperamos que muchos se beneficien de estas riquezas espirituales. Sin embargo, para evitar cualquier tipo de confusión, les pedimos que ninguno de estos materiales sean descargados o copiados y publicados en otro lugar, sea por medio electrónico o por cualquier otro medio. Living Stream Ministry mantiene todos los derechos de autor en estos materiales, y esperamos que ustedes los que nos visiten respeten esto.

Back to Top