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Línea central de la revelación divina, Lapor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-8224-3
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CRISTO COMO LA IMPARTICIÓN TRIPLE

Cristo es la simiente de la mujer, la descendencia de Abraham y la descendencia de David y, como tal, es una descendencia triple y también es una impartición triple. Dios prometió que la simiente de la mujer heriría la cabeza de la serpiente. Éste es el primer aspecto del impartir de Dios.

La promesa que Dios dio a Abraham de que su descendencia sería bendición a todas las naciones era el segundo aspecto de Su impartición. Esta bendición a todas las naciones es el Espíritu. La descendencia de Abraham es Cristo, el postrer Adán (1 Co. 15:45). Este postrer Adán, el Dios-hombre, finalmente se hizo el Espíritu vivificante. Un hombre que fue la descendencia de Abraham llegó a ser Espíritu, el Espíritu vivificante (v. 45). Juan 1:14 revela que la Palabra se hizo carne. Luego, según 1 Corintios 15:45, Cristo, el postrer Adán, se hizo Espíritu vivificante. La primera vez que vemos que Cristo llegó a ser algo fue cuando llegó a ser hombre para introducir lo divino en lo humano. La segunda vez fue cuando Cristo, en calidad del postrer Adán, se hizo el Espíritu para dar vida. A fin de poder impartir a Dios en el hombre, el hombre Jesús tenía que morir y ser resucitado para llegar a ser Espíritu vivificante. ¡Cuán maravilloso es esto!

Cristo como descendencia de David fue engendrado por medio de Su resurrección para ser el Hijo primogénito de Dios y las misericordias firmes de Dios mostradas a David (Hch. 13:33-34). Éste es el tercer aspecto de Su impartición.

I. LA INTENCIÓN POSITIVA
DE LA ECONOMÍA DE DIOS

En la eternidad pasada el Dios Triuno celebró un concilio divino. En aquella conferencia divina el Dios Triuno determinó un consejo, y este consejo vino a ser Su economía. La intención positiva de la economía de Dios se compone de tres elementos.

A. Crear un hombre a la imagen de Dios
y conforme a Su semejanza
para que el hombre fuese uno con Dios
a fin de que Él se expresara en la humanidad

El primer elemento de la intención positiva de Dios en Su economía era crear un hombre a la imagen de Dios y conforme a Su semejanza para que el hombre fuese uno con Dios a fin de que Él se expresara en la humanidad (Gn. 1:26a). Jesús era un hombre en la tierra y, como tal, fue hecho, o creado, a la imagen de Dios y conforme a Su semejanza. Cristo no solamente nació, sino que también fue creado. Cuando entró en el vientre humano, Cristo se unió con el hombre creado, Adán. Así que, Cristo fue creado a la imagen de Dios y conforme a Su semejanza. Como seres humanos, todos fuimos engendrados de nuestros padres. Pero no solamente fuimos engendrados; también fuimos creados. Fuimos creados cuando Adán fue creado. Nuestro nacimiento simplemente nos hizo participar de esa creación. De la misma manera, Cristo fue creado a la imagen de Dios y conforme a Su semejanza para ser uno con el hombre y con Dios.

El hombre fue hecho a la imagen de Dios y conforme a Su semejanza para que Dios pudiera expresarse en la humanidad. Dios se expresó en la humanidad de Jesús mientras Él estuvo en la tierra por treinta y tres años y medio. Juan 1:18 dice: “A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, Él le ha dado a conocer”. Cuando Jesús lloró, expresó a Dios. Cuando se enojó con los fariseos, expresó a Dios. Todo lo hizo expresando a Dios en Su humanidad.

Aunque Dios fue visto en la humanidad del hombre Jesús, esto no era suficiente. Era necesario que el hombre Jesús se duplicara, fuera producido en serie. En la encarnación de Cristo, Dios entró en un solo hombre; pero cuando Cristo se hizo Espíritu vivificante, Dios entró en millones de personas. En el día de Pentecostés, tres mil personas fueron producidas a la vez (Hch. 2:41). Todos estos creyentes fueron hechos pequeños “Cristos”; es decir, fueron la producción en serie de Cristo.

B. Dar al hombre dominio
sobre la tierra a fin de que
el hombre representara a Dios
en Su administración

El segundo elemento de la intención positiva de Dios en Su economía era darle al hombre el dominio sobre la tierra y sobre todas las criaturas de la tierra, del agua y de los cielos a fin de que el hombre representara a Dios en Su administración (Gn. 1:26b, 28b). El hombre no sólo debe expresar a Dios, sino también representarle en Su administración. Esto toca el asunto del gobierno de Dios. Los cuatro Evangelios revelan que Jesús no solamente es la expresión de Dios, sino también el representante de Dios. El pequeño hombre Jesús reprendió al viento y calló el mar (Mr. 4:39). Sus discípulos se dijeron: “Pues, ¿quién es éste, que hasta el viento y el mar le obedecen?” (v. 41). Él era un humilde nazareno, pero el viento y el mar le obedecían. Esto se debía a que tenía el dominio de Dios; como hombre Él representaba a Dios. El Señor Jesús representaba a Dios, y nosotros también debemos aprender a representar a Dios.


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