Mensajes de vida, tomo 2 (#42-75)por Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-6927-5
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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El Evangelio de Juan ocupa un lugar especial en la revelación divina. Es un libro muy apreciado por los cristianos. Yo mismo he estado estudiándolo desde 1925. En este mensaje quisiera que consideremos algunos versículos claves, a fin de entender la característica particular de este libro.
Noten las palabras sencillas con que empieza: “En el principio era la Palabra, y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios”. Hasta un niño puede leer estas palabras, pero ¿quién puede entenderlas? ¿A qué principio se refiere? ¿Por qué se nos dice que la Palabra, y no Dios, era en el principio?
El libro de Juan empieza con la Palabra. Luego, al final del libro, se nos habla del soplo. “Habiendo dicho esto, sopló en ellos, y les dijo: Recibid al Espíritu Santo” (20:22). Entre el primer versículo, que nos habla de la Palabra, y el último asunto acerca del soplo, se abarcan muchos otros asuntos.
Aquí tenemos a Dios, puesto que “la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios”. La vida también está aquí, porque “en Él estaba la vida” (1:4). La carne está aquí, porque “la Palabra se hizo carne, y fijó tabernáculo entre nosotros” (v. 14). La carne aquí se refiere al hombre; de hecho, como lo indica Génesis 6:3, la carne denota al hombre caído.
Hay dos grandes acontecimientos que ocurrieron en la historia del universo. El primero de ellos fue la creación. Antes de la creación, no existía nada, sino únicamente Dios. Cuando vino el tiempo, Dios hizo que llegaran a existir todas las cosas. No obstante, Dios no formaba parte de ninguna de las cosas que había creado. Él no estaba en el sol ni en la luna, ni tampoco en los árboles ni en los animales. A pesar de que Él los creó, se encontraba fuera de ellos.
Sin embargo, con respecto al segundo gran acontecimiento, la historia cambia. Fue en la encarnación que Dios se hizo carne. La finalidad de la encarnación no era hacer que existiera el universo de la nada; más bien, era introducir a Dios en el hombre, quien ya existía.
Hubo un hombre llamado Jesús con quien estaba Dios. Desde el tiempo en que esta persona vivió en la tierra, Dios ya no estaba fuera de Sus criaturas, pues había entrado en el hombre. Jesús es tanto Dios como hombre. Él es un Dios-hombre.
Otro asunto que se abarca en Juan es la plenitud: “De Su plenitud recibimos todos, y gracia sobre gracia” (Jn. 1:16). La plenitud nos habla de todo lo que Dios es. Incluye los atributos divinos, todas las virtudes humanas y todo el suministro necesario para la vida. Dios es rico y completo. De esta plenitud hemos recibido todos. ¿No ha recibido usted algo de Dios? Una cosa es aprender algo de Dios, y otra muy distinta es recibir algo de Él. ¿Cuánto ha recibido? Gracia sobre gracia. Esto significa que usted aún no ha dejado de recibir. Día a día usted continúa recibiendo de Su plenitud.
En Juan 4 tenemos el agua que brota. Si usted bebe de esta agua, ella será una fuente que brotará para vida eterna. El agua corresponde al Espíritu. El beber en el versículo 14 es la adoración mencionada en el versículo 24. Usted bebe al adorar. El agua del versículo 14 es el Espíritu mencionado en el versículo 24. Esto significa que beber el agua equivale a recibir al Espíritu.
En el capítulo 6 tenemos el pan de vida. Con respecto al pan, tenemos el asunto del comer (vs. 35, 50, 57). El agua es para que la bebamos, y el pan para que lo comamos. El pan de vida está incluido en el Espíritu: “El Espíritu es el que da vida [...] las palabras que Yo os he hablado son espíritu y son vida” (v. 63). Aquí se menciona el Espíritu vivificante y también la palabra que es el Espíritu.
En Juan 7:37-39 se menciona nuevamente el asunto del beber. Aquí, en lugar de una fuente que brota, tenemos ríos. Cuando el agua que fluye del manantial se convierte en un río, las riquezas del agua pueden ser vistas. Cuando muchos ríos confluyen, se produce una inundación. A medida que usted disfruta al Señor, de su interior correrán ríos de agua, es decir, habrá un río de amor, otro de humildad, otro de luz y otro de bondad. Cuando usted recién empieza a asistir a las reuniones de la iglesia, de su interior fluye un riachuelo, pero con el tiempo los ríos producirán una inundación. Cuando usted abra su boca, toda la reunión será inundada por usted. Las reuniones de la iglesia finalmente vendrán a ser un océano, al expresar todos nosotros las riquezas de Cristo: “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (10:10).
Nota: Esperamos que muchos se beneficien de estas riquezas espirituales. Sin embargo, para evitar cualquier tipo de confusión, les pedimos que ninguno de estos materiales sean descargados o copiados y publicados en otro lugar, sea por medio electrónico o por cualquier otro medio. Living Stream Ministry mantiene todos los derechos de autor en estos materiales, y esperamos que ustedes los que nos visiten respeten esto.