Cómo reunirnospor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-6637-3
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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En Hebreos 12:2 hallamos: “Puestos los ojos en Jesús”. ¡Oh, apartemos nuestra mirada de todo lo demás y fijémosla en Jesús! Puestos los ojos en Jesús; no solamente para verle, sino para poner los ojos en Él, fijarnos en Él. En Hebreos 13:13 leemos: “Salgamos, pues, a Él”. No basta con verle, no es suficiente poner nuestros ojos en Él; y simplemente considerarlo no es tan adecuado. Últimamente, tenemos que salir en pos de Él. “Salgamos, pues, a Él, fuera del campamento, llevando Su vituperio”. Hoy en día Jesús no está en el campamento; Él está fuera del campamento. ¿Qué representa el campamento? El campamento se refiere a las organizaciones religiosas; concretamente, en este pasaje el campamento representa al judaísmo, a la religión judía. Cuando los israelitas adoraron el becerro de oro mientras Moisés estaba en el monte Sinaí, ellos de inmediato se convirtieron en un campamento religioso a los ojos de Dios. En aquel entonces Moisés se mudó del campamento para estar con el Señor, y todos los que buscaban al Señor salieron en pos del Señor fuera del campamento (Éx. 33:7). Es a este hecho histórico que se hace referencia aquí. El libro de Hebreos fue escrito para los creyentes hebreos que todavía defendían el judaísmo. Ellos no se daban cuenta de que, a los ojos de Dios, el judaísmo se había convertido en un campamento al abandonar a Dios y adorar ídolos. Jesús no estaba allí; Jesús no está en ninguna organización religiosa. Hoy en día Jesús está fuera del campamento; tenemos que ir en pos de Él dejando el campamento. No hay otra manera en la cual podríamos ser uno con Él. Allí donde Él está, nosotros también debemos estar.
Es por medio de Él, mediante este Cristo, que nosotros ofrecemos nuestras alabanzas a Dios. ¿Pueden ver lo que les quiero decir? Supongamos que estas palabras: “Así que, ofrezcamos siempre a Dios, por medio de Él, sacrificio de alabanza”, se encontraran al inicio de este libro. Entonces podríamos preguntarnos: “¿Por medio de quién?”. Pero no se encuentran al inicio, ni en el medio, sino al final, después que todas las riquezas de Cristo han sido reveladas. Por medio de Aquel a quien hemos experimentado, de Aquel a quien hemos disfrutado tanto, ofrecemos sacrificio continuo de alabanza a Dios. La verdadera alabanza en las reuniones tiene que estar constituida de nuestras experiencias de Cristo.
El Padre no desea que le alabemos directamente. Las alabanzas más dulces que podemos ofrecerle al Padre son aquellas que le ofrecemos a Cristo y que conciernen a la persona de Cristo; no hay nada que complazca más el corazón del Padre. Hay un concepto enteramente erróneo en el cristianismo con respecto a la adoración que le rendimos a Dios: se piensa que al postrarnos e inclinarnos ante el Padre que está en los cielos, le rendimos la verdadera adoración. No, ésa no es la verdadera adoración. Nuestra verdadera adoración al Padre es ocuparnos de Su Hijo. Al predicar el evangelio les decimos a los pecadores que Cristo es el Hijo de Dios, que Cristo es Aquel que nos redimió, Aquel que nos puede salvar y llevarnos al Padre. Si ministramos a los incrédulos estas cosas relacionadas con la persona de Cristo, esto es la verdadera adoración al Padre. Adorar al Padre, adorar a Dios, es simplemente presentar al Hijo de Dios. Ya sea que presentemos a Cristo al Padre o presentemos a Cristo a otros en la presencia del Padre, ésta es la mejor adoración que podemos rendirle a Dios. La verdadera alabanza al Padre no consiste meramente en venir a Él y decirle: “¡Oh, Padre; cuán grande eres! Tú eres muy justo, santo, bondadoso y bueno”. Si meramente alabamos al Padre de este modo, somos bastante religiosos. Las verdaderas alabanzas al Padre surgen al experimentar a Cristo en nuestra vida diaria como nuestro pequeño Benjamín, como nuestro Judá, como nuestro Zabulón y Neftalí (Sal. 68:27). Si asistimos a una reunión y decimos: “¡Aleluya, Jesús es mi Señor! ¡Él es mi pequeño Benjamín!”, podría parecer que ésta no es una alabanza al Padre. Pero les digo que ésta es una alabanza muy grata para el Padre, la cual alegra Su corazón y le causa regocijo. El Padre jamás deseó que nosotros simplemente le glorificáramos a Él; más bien, Él anhela que le glorifiquemos con el Hijo. Si le damos gloria al Hijo, se la damos al Padre. Si le damos la gloria al Hijo, el Padre dirá: “Yo soy glorificado en el hecho de que Mi Hijo sea glorificado por ustedes”. Aprendan a alabar de este modo, no a alabar con una composición de elementos religiosos y naturales. Las alabanzas que proceden de nuestra experiencia y disfrute de Cristo, las alabanzas espirituales ofrecidas al Señor acerca de Cristo, son las mejores alabanzas al Padre.
Por muchos años hemos intentado ser libres de la manera de reunirse que se practica en el cristianismo actual, pero no hemos tenido éxito. En estos días, sin embargo, el Señor desea mostrarnos el camino: todos tenemos que experimentar a Cristo, todos tenemos que ver a Jesús; entonces, cuando nos reunamos, tendremos algo muy emocionante que compartir con respecto a Él. Ésta es la reunión apropiada, y esta reunión consistirá mayormente en alabar a Dios.
Nota: Esperamos que muchos se beneficien de estas riquezas espirituales. Sin embargo, para evitar cualquier tipo de confusión, les pedimos que ninguno de estos materiales sean descargados o copiados y publicados en otro lugar, sea por medio electrónico o por cualquier otro medio. Living Stream Ministry mantiene todos los derechos de autor en estos materiales, y esperamos que ustedes los que nos visiten respeten esto.