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Manera normal de llevar fruto y de pastorear a fin de edificar la iglesia, Lapor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-4643-6
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Actualmente disponible en: Capítulo 7 de 23 Sección 4 de 4

CAPÍTULO CINCO

SER PODADOS POR EL PADRE
A FIN DE VIVIR UNA VIDA
QUE LLEVA FRUTO

Lectura bíblica: Jn. 15:2, 5; 1:29, 32-48; Mt. 4:13-16, 18-22

LLEVAR FRUTO ES EL VIVIR NORMAL
DE LOS PÁMPANOS DE LA VID

En los siglos pasados se perdieron muchos asuntos relacionados con la vida cristiana y la vida de iglesia debido a la degradación de la iglesia. Por esta razón, hoy el Señor desea llevar a cabo una obra de recobro. Esta obra de recobro incluye llevar fruto. Una vida cristiana apropiada es una vida que lleva fruto, pues somos pámpanos de la vid (Jn. 15:5). La operación que Dios realiza en el universo está relacionada con Su vid, y nosotros somos los pámpanos de esta vid. La vida normal que llevan los pámpanos consiste en nada más que llevar fruto. Cualquier otra cosa que un pámpano de la vid pueda hacer no significa nada. De hecho, los pámpanos no pueden hacer otra cosa que llevar fruto. Por lo tanto, llevar fruto es el vivir normal que llevan los pámpanos de la vid.

Lo que importa no es cuánto tiempo nos tardamos en llevar un fruto; lo que importa es que llevemos fruto. Llevar fruto no es meramente un trabajo ni tampoco consiste en simplemente predicar el evangelio. Si pudiéramos preguntarle a un pámpano de la vid lo que hace, respondería: “No estoy haciendo nada. Simplemente disfruto de la vida de la vid, vivo y crezco, y como resultado de este vivir, llevo fruto espontáneamente”. Llevar fruto no consiste solamente en trabajar o predicar; más bien, es un vivir. A cada clase de vida le corresponde un vivir en particular. Los gatos, por ejemplo, viven día y noche según la vida de los gatos. Para ellos, atrapar un ratón no es su trabajo, sino que es su vivir. Asimismo, para los perros ladrar no es su trabajo, sino que es su vivir. Nosotros somos los pámpanos de la vid, y nuestro vivir simplemente consiste en llevar fruto. No llevar fruto significa que somos anormales, que no estamos bien en lo que se refiere a nuestra vida cristiana y nuestra vida de iglesia.

TRATAR CON EL SEÑOR RESPECTO
A SER PÁMPANOS NUEVOS,
FRESCOS Y TIERNOS

Como dijimos en el capítulo anterior, las tres pruebas de si estamos bien o no son la vida de iglesia, llevar fruto y cuidar de los creyentes más jóvenes. Si no llevamos fruto ni tampoco cuidamos de los creyentes más jóvenes, somos personas inadecuadas. Juan 15:2 dice: “Todo pámpano que en Mí no lleva fruto, lo quita; y todo aquel que lleva fruto, lo poda, para que lleve más fruto”. Nadie debiera decir que es demasiado viejo para ser un pámpano que lleva fruto. Si uno dice esto, ello indica que necesita ser podado. A fin de que un pámpano pueda llevar fruto, éste debe ser nuevo, fresco y tierno. La manera de ser nuevos, frescos y tiernos es que seamos podados. No es fácil entender la Biblia como es debido. Tal vez pensemos que debemos esperar hasta que el Padre nos pode para llevar fruto. Pero si nos quedamos esperando, es posible que el Padre no haga nada. Así que, en vez de ello, todos debemos acudir al Señor para tratar con Él. Esto es lo que significa ser podado.

Nuestra edad física no significa nada. Si hemos de ser viejos o nuevos en la presencia del Señor, ello dependerá de nuestro trato cabal con el Señor. Tratar adecuadamente con el Señor no es decir: “Señor, cometí el error de no llevar fruto en el pasado. De ahora en adelante me esforzaré por hacer todo lo que Tú me pidas para llevar fruto”. Ésta es una manera muy deficiente de tratar con el Señor; eso no es un trato, sino estar dispuesto a hacer algo. Pablo dijo: “El querer el bien está en mí, pero no el hacerlo” (Ro. 7:18). El querer hacer algo tiene que ver con nuestro obrar, no con nuestro vivir. No debiéramos decidir ni proponernos hacer nada. Más bien, debemos acudir al Señor y abrirle nuestro ser para tratar con Él respecto al problema. Siempre que acudamos al Señor de esta manera, recibiremos luz. Al principio, puede ser que no recibamos mucha luz; pero si obedecemos a la luz que hemos recibido y tomamos medidas en cuanto a lo que la luz condena, recibiremos más luz.

Debemos acudir al Señor para tratar cabalmente con Él, al abrirnos y presentarnos delante de Él sin proteger nuestro yo. Debemos procurar despojarnos de todo aquello con lo cual nos cubrimos y presentar todo lo que somos sobre el altar. Debemos decir: “Señor, heme aquí. Ven y alúmbrame. Resplandece sobre mí. Escudríñame, examíname, pruébame y muéstrame mi verdadera condición. Haz todo lo que debas hacer para introducirme por completo en Tu luz de modo que pueda ver mi verdadera condición”. Si hacemos esto, de inmediato veremos aquellos asuntos que tenemos que resolver. Quizás lo primero que tengamos que resolver tenga que ver con nuestra esposa. Tal vez tengamos que decir: “Señor, perdóname. A menudo mi actitud para con mi esposa es equivocada”. Luego, el Señor nos dirá que vayamos a confesar nuestra falta a nuestra esposa de una manera exhaustiva y le pidamos perdón. Aparentemente, esto no tiene nada que ver con la predicación del evangelio. Sin embargo, no estamos hablando simplemente de la obra de predicar el evangelio, sino de llevar fruto como resultado de una vida cristiana apropiada.

Después de leer el capítulo anterior, tal vez algunos acudirán al Señor diciéndole: “Oh Señor, perdóname. En el pasado he sido irresponsable y no he sido un miembro normal. No he predicado el evangelio a mis suegros, a mis primos ni a mis compañeros de escuela. Señor, comenzando ahora por favor ayúdame a visitar a otros y cuidar de ellos”. Como ya dijimos, esto no es el vivir cristiano; esto es meramente estar dispuesto a hacerlo. Jamás debemos olvidar que el querer el bien está en nosotros, mas no el hacerlo. Lo que tenemos que hacer es acudir al Señor y tratar cabalmente con Él. Por ejemplo, si las hermanas son serias en su relación con el Señor al acudir a Él de este modo, tal vez Él quiera tocarlas con respecto a la manera en que ellas van de compras. En el caso de muchos jóvenes, en especial las hermanas jóvenes, salir de compras es una verdadera trampa, y no prestan la debida atención al Señor cuando salen de compras. Es posible que esa mañana le hayan dicho al Señor: “Señor, me entrego a Ti como holocausto a fin de satisfacerte”; pero después leyeron en el periódico sobre algunas ofertas y decidieron salir de compras. Por ser las ramas más tiernas, ellas debieran ser las que producen fruto. Sin embargo, han sido dañadas simplemente por el hecho de que al salir de compras lo hacen separadas del Señor. Salir de compras de una manera mundana imparte muerte a nuestro espíritu y reduce nuestro amor por el Señor. Si somos serios en nuestra relación con el Señor y tratamos cabalmente con Él, es probable que el Señor quiera tocar primero asuntos como éste. Entonces, tomaremos medidas al respecto. Debemos declarar: “Oh Señor, cuánto necesito que, en virtud de Tu vida, me salves de mi manera de salir de compras”.

Algunas de las hermanas casadas, tanto en el Lejano Oriente como en los Estados Unidos, están “adictas” a comprar cosas. Algunas de ellas tienen docenas de pares de zapatos y varios juegos de cubiertos; pese a ello, todavía quieren comprar más. Por lo menos, quisieran salir a contemplar las vitrinas de las tiendas. Esta clase de “adicción” mata el espíritu de las hermanas. La razón por la cual algunas hermanas son como ramas viejas y sin fruto es la vejez que manifiestan cuando se trata de comprar cosas. Si las hermanas verdaderamente quieren cooperar con el Señor a fin de llevar fruto, tal vez el Señor les diga: “Ve a casa y desecha todos tus zapatos hasta quedarte con cinco pares”. Ésta es la manera en que el Padre nos poda. Algunas hermanas también aman su pelo, y en esta era moderna, incluso hay algunos varones jóvenes que aman su pelo largo y sus barbas. Algunos hermanos están dispuestos a permitir que el Señor toque cualquier cosa en ellos, menos su pelo. Para ellos, su pelo es como un “Lugar Santísimo” y su barba como un “santuario”. A fin de dar fruto, los hermanos deben permitir que el Señor los pode con respecto a su corte de pelo y a sus barbas. Puede ser que un hermano no haya dado fruto por muchos años, pero si le permite al Señor podarlo en cuanto a su pelo, tal vez traiga a alguien al Señor después de apenas un mes. Todos estos deseos mundanos, carnales y naturales, estos gustos, atracciones y adicciones, tienen que ser podados. Entonces llegaremos a ser frescos, nuevos y tiernos.


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