Espíritu con nuestro espíritu, Elpor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-0259-3
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Después de avivar nuestro espíritu, debemos aprender algo más. Siempre debemos controlar nuestra mente. No debemos permitir que nuestra mente sea como un caballo sin freno. La mente es la parte principal de nuestra alma y el alma se encuentra entre nuestra carne y nuestro espíritu. Romanos 8:6 dice: “Porque la mente puesta en la carne es muerte, pero la mente puesta en el espíritu es vida y paz”. Después de avivar nuestro espíritu debemos aprender a poner nuestra mente en el espíritu. Nuestra mente es muy “habladora”. La mente nos habla en todas partes y todo el tiempo. Si no controlamos nuestra mente, nuestra imaginación puede vagar por todo el mundo en poco tiempo. Nuestra mente puede soñar aun durante el día. Por eso debemos dirigir nuestra mente hacia el espíritu. Cuando hacemos eso, cantamos al Señor, alabamos al Señor y trasmitimos al Señor en nuestras palabras.
No es raro que marido y mujer pequen por no poner la mente en el espíritu al estar juntos. Ante los demás quizá tengan cuidado de lo que dicen, pero entre ellos quizá tengan la confianza de hablar de otros o de hablar mal de la iglesia. Al hacer eso están en muerte porque ponen la mente en la carne. Tenemos que aprender a avivar nuestro espíritu y a controlar nuestra mente. No debemos permitir que nuestra mente esté en la carne sino que debemos dirigirla al espíritu. Este hábito debe ser desarrollado en nosotros. Poner el espíritu en la carne es muerte. Poner la mente en el espíritu es vida y paz.
En Hebreos 4:12 se usa la palabra discernir. En ese versículo dice que la palabra de Dios penetra hasta partir el alma y el espíritu y que discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. Muy a menudo nuestros pensamientos son engañosos. Pero si ejercitamos nuestro espíritu, podemos discernir que nuestros pensamientos son malignos porque detrás de ellos tenemos intenciones malignas. Discernir los pensamientos y las intenciones de nuestro corazón equivale a partir el alma y el espíritu. Siempre debemos mantener nuestro espíritu separado de nuestra alma. El enemigo siempre tiene la estrategia de mezclar el espíritu con el alma. En el mundo de hoy casi todos se encuentran en alguna condición mezclada. La gente confunde al espíritu con el alma. Siempre que existe tal confusión, el espíritu pierde y el alma gana.
Antes de que algún hermano comience a decirle a su esposa algo acerca de otro hermano, debe considerar si sus palabras provienen del espíritu o del alma. Si provienen del alma, se trata de un chisme o de una crítica. Si proviene del espíritu, es algo conducido por el Señor. Esto demuestra que debemos discernir qué es el espíritu y qué es el alma. Nosotros, los que seguimos a Cristo, debemos aprender a avivar nuestro espíritu, a poner la mente en el espíritu y también a discernir entre nuestro espíritu y nuestra alma.
Nuestro ser, es decir, nuestra persona, es muy complicado. No somos simples porque estamos hechos de tres partes. Tenemos la carne, la cual es mala, el espíritu, el cual es bueno, y el alma, que está en medio. Siempre debemos seguir a nuestro espíritu y andar en todo según nuestro espíritu. Esto está en conformidad con Romanos 8:4. Debemos estar siempre alerta para discernir todo lo que no provenga del espíritu sino del alma. Entonces permaneceremos siempre en el espíritu. Esto equivale a ejercitar, a usar y a emplear nuestro espíritu.
El espíritu que Dios nos ha dado es nuestro capital y nuestra capacidad. Tenemos que usar, emplear y ejercitar nuestro espíritu, lo cual haremos si avivamos nuestro espíritu, si ponemos la mente en el espíritu y si discernimos entre el alma y el espíritu. Es fácil reconocer qué pertenece a la carne y qué pertenece al espíritu, pero a menudo es muy complicado distinguir qué proviene del alma y qué proviene del espíritu. Por eso tenemos que discernir.
Cuando consideramos estos puntos, podemos comprender que nuestro andar cristiano es muy delicado. Si queremos andar según nuestro espíritu, debemos aprender a no actuar ni hablar precipitadamente. Es más seguro esperar un poco. He tenido esta experiencia al contestar cartas. A veces escribo una carta y la guardo un día más antes de enviarla. Al día siguiente quizá se me ocurra añadir algo más o tal vez comprenda que escribí algo indebido. Esperar de esta manera nos ayuda a andar según el espíritu.
Siempre hay una batalla en la vida cristiana. Dentro de nosotros se libra una batalla entre el espíritu y la carne y también entre el espíritu y el alma. Así que debemos ejercitar nuestro espíritu, usar nuestro espíritu, es decir, avivar nuestro espíritu. Luego debemos aprender a controlar nuestra mente, lo cual se consigue si la ponemos en el espíritu. También debemos siempre discernir qué proviene del espíritu y qué proviene del alma. No debemos hacer ni decir nada que no provenga del espíritu. Esto significa usar o ejercitar nuestro espíritu. Espero que pongamos en práctica el uso de nuestro espíritu hasta que desarrollemos firmemente el hábito de ejercitar nuestro espíritu.
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