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Experiencia que tenemos de Cristo, Lapor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-4619-1
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Actualmente disponible en: Capítulo 17 de 23 Sección 2 de 4

LA JUSTICIA MÁS ELEVADA

Es por ello que en Mateo 3 el Señor Jesús dijo que tenía que ser bautizado a fin de cumplir toda justicia (v. 15). De joven, me inquietaba mucho este pasaje de la Palabra, pues no podía entender por qué Jesús, el Hijo de Dios, tenía que hacer algo para cumplir toda justicia. Me parecía que Él ya era perfecto y completo, y no necesitaba ser bautizado. Pero Dios, en Su economía neotestamentaria, desea que nosotros seamos eliminados a fin de que recibamos a Aquel que nos hará germinar. En otras palabras, en el Nuevo Testamento la justicia que Dios exige es que nosotros vivamos, no por nosotros mismos, sino por Dios.

Una vez más, usemos el ejemplo de la vida matrimonial. Supongamos que una esposa guarda los mandamientos de su esposo y hace todo conforme a ellos. Ella hace todo lo que su esposo le pide que haga. Aunque esta persona puede ser muy buena esposa, con todo, no es muy dulce ni afable. La esposa más afable es aquella que no sólo guarda los mandamientos de su esposo sino que además vive por la vida de él. Entre estas dos cosas hay una gran diferencia. Sin embargo, es imposible que una esposa pueda vivir por la vida de su esposo debido a que él no puede entrar en ella y ser su vida. Pero nuestro Esposo divino, el Señor Jesús, ha entrado en nosotros para ser nuestra vida. En el Nuevo Testamento Dios no nos manda que hagamos esto o aquello, sino simplemente que vivamos por Él. Moisés vino con los mandamientos de Dios, pero Jesucristo vino con el propio Dios. Por consiguiente, lo único que Dios quiere es que nosotros vivamos por Él.

Vivir por Dios exige que muramos. Mientras nosotros sigamos viviendo, nos será imposible vivir por la vida de otra persona. Algunas esposas son muy buenas y legalistas, y hacen todo lo que sus esposos les dicen que hagan; pero muchas veces tienen una actitud crítica para con sus esposos. La mejor esposa es la que vive en la persona de su esposo, que es conforme al corazón y deseo de su esposo. Una esposa así no vive ni hace nada por su propia cuenta, sino que vive y hace las cosas en su esposo y en virtud de él. Aunque su esposo literalmente no puede entrar en ella y ser su vida, con todo, ella vive por él. La esposa que vive de esta manera es una esposa dulce y encantadora.

En el Antiguo Testamento, Dios envió a Moisés al pueblo con diez mandamientos. Pero en el Nuevo Testamento Dios envió a Su Hijo y lo introdujo en Su pueblo para que ellos vivan, no por sí mismos, sino por Dios. Este vivir es la justicia más elevada, la justicia que se requiere para entrar al reino de los cielos, la justicia que supera la justicia de los fariseos y la justicia que es según la ley de Dios (Mt. 5:20). Esta justicia supera la justicia de los fariseos porque es conforme a Dios mismo. De hecho, es Dios mismo manifestado en nuestro vivir.

El Señor Jesús fue el primero en vivir de esta manera; Él no vivió por Sí mismo, sino por Dios. Por ello, cuando salió a llevar a cabo Su ministerio, lo primero que hizo fue ir a Juan el Bautista para guardar el mandamiento de Dios de ser terminado en el bautismo. Esto era un símbolo de Su muerte, la cual puso fin a Su vida humana. Su muerte puso fin a Su vida humana para que la vida divina pudiera actuar en Él. En todos los años que estuvo en la tierra, Él vivió, se comportó, actuó y procedió en todo por Dios, no por Sí mismo. En el bautismo Él sepultó Su vida humana y fue resucitado en la vida divina. Por consiguiente, Él era una persona que mantenía Su vida humana en la muerte del bautismo, la cual sepultaba Su vida humana y lo resucitaba a Él en la vida divina. Al respecto el Señor Jesús no vivió conforme a la ley, pues vivió por Dios mismo. En Juan 6:57 Él dijo: “Como me envió el Padre viviente, y Yo vivo por causa del Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por causa de Mí”. Esto no tiene que ver con el hecho de conducirse conforme a leyes y preceptos, sino con el hecho de vivir por Cristo. Vivir de esta manera indica que nos encontramos en el molde de la muerte de Cristo.

SER CONFIGURADOS AL MOLDE
DE LA MUERTE DE CRISTO

El Señor Jesús tenía una vida humana; sin embargo, al responder a lo establecido por Dios, Él no vivió por Su vida humana, sino en virtud de Dios mismo. En lugar de guardar la ley, Él vivía por Dios, pues lo único que le interesaba era Dios mismo, no cumplir ciertos requisitos, preceptos o mandamientos. El Señor Jesús no vivía simplemente conforme a los mandamientos de Su Padre, sino que vivía conforme al Padre mismo. Vivir de esta manera exige que se nos de fin. Éste es el modelo, el molde, de la muerte de Cristo al cual estamos siendo conformados.

Si vemos esto, comprenderemos cuán lejos de la meta se encuentran los cristianos hoy en día. La mayoría de ellos se encuentra todavía en la economía del Antiguo Testamento, sujetos a lo que Dios decretó en el pasado. Pero en el Nuevo Testamento no debemos someternos más al viejo decreto, sino más bien cumplir el nuevo decreto, según el cual no debemos vivir más por nosotros mismos, sino por Cristo. Mientras vivamos por Cristo, todo lo que hagamos y adondequiera que vayamos estará bien, porque en realidad no somos nosotros quienes hacen cierta cosa o van a cierto lugar, sino Cristo quien vive en nosotros. En el pasado muchos de nosotros pensábamos que ser cristiano simplemente consistía en hacer todo lo que Dios nos ha pedido hacer. Pero eso es según la economía del Antiguo Testamento, no según la economía del Nuevo Testamento. En la economía neotestamentaria Dios no nos pide que hagamos ciertas cosas, sino que vivamos por Él. Si hacemos las cosas conforme a los mandamientos de Dios, eso no nos exige morir, puesto que aún somos necesarios para hacer algo. Sin embargo, vivir por Dios exige que nosotros muramos, no que hagamos algo. En cierto sentido, Dios nos necesita, pero en otro sentido, Él no nos necesita. Él no necesita que hagamos nada, pero sí que nosotros muramos. Dios sólo necesita que vayamos a la cruz y muramos. Para aprender esta lección no busque a un catedrático para ser instruido; más bien, vaya a Juan el Bautista para que se le de fin.

El Señor Jesús no fue la excepción a esto. Cuando vino a Juan el Bautista, Juan al principio quiso negarse a bautizarlo, pero el Señor le dijo: “Permítelo por ahora, pues conviene que cumplamos así toda justicia” (Mt. 3:15). El Señor Jesús tenía que ser sepultado y resucitado por Dios para vivir, no por Sí mismo, sino por Dios. Ésta era la justicia más elevada. Por ejemplo, la mejor esposa es la que vive por su esposo, no por sí misma. Esto es lo que Dios desea hoy. Él quiere que no hagamos nada; lo único que Él desea es que nosotros muramos a nuestra propia vida y expresemos Su vida. Ésta es la justicia que es Dios mismo.


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