Información del libro

Estudio-vida de Filipensespor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-0338-5
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Actualmente disponible en: Capítulo 9 de 62 Sección 2 de 3

TENER EL MISMO PENSAMIENTO

La manera en que los filipenses podían completar el gozo del apóstol era que ellos tuvieran el mismo pensamiento, e incluso este único pensamiento (2:2). Según el contexto de este libro, “este único pensamiento” debe referirse al conocimiento subjetivo de Cristo y a la experiencia de Cristo (1:20-21; 2:5; 3:7-9; 4:13). Unica y exclusivamente Cristo debe ser la centralidad y la universalidad de nuestro ser. Nuestro modo de pensar debe centrarse en la excelencia del conocimiento y experiencia que tenemos de Cristo. Centrarnos en cualquier otra cosa nos llevará a pensar de otra manera, causando así disensiones entre nosotros.

Lo que le preocupaba a Pablo mientras estaba en la cárcel, eran las disensiones que había entre los filipenses. Los santos de Filipos eran buenos creyentes, y la iglesia en esa ciudad estaba bien establecida. Pero aun así, había disensiones entre ellos, pues aunque eran uno en espíritu, no combatían unánimes con una sola alma, y aunque todos amaban al Señor, no todos tenían el mismo pensamiento. Esto acongojó a Pablo. Así que, movido por su preocupación, les rogó a los filipenses que completaran su gozo siendo uno en el alma y teniendo el mismo pensamiento.

TENER EL MISMO AMOR

Tener el mismo pensamiento y tener el mismo amor, están estrechamente relacionados. La exhortación de Pablo en el versículo 2 de “tener el mismo amor”, indica que, debido a la disensión en su modo de pensar, los creyentes de Filipos tenían diferentes niveles de amor, es decir, ellos no tenían el mismo amor para con todos los santos con miras a guardar la unidad.

Es posible que hoy en día, en la vida de iglesia, no tengamos el mismo amor para con todos los santos, y también es probable que nuestro amor tenga diferentes niveles. Quizás amemos a un hermano más que a otro. Si amamos menos a cierto hermano, no estaremos muy dispuestos a servirle, mientras que si tenemos más amor por otro, nos excederemos en nuestro servicio al grado de hacerle daño. En conclusión, es posible que amemos a los santos con diferentes niveles de amor. Si este es el caso, no estamos amando con una sola alma, pues tenemos un alma para amar a un hermano, y otra para amar a otro. Como resultado de ello, en lugar de tener una unidad práctica, tendremos disensiones.

En 2:2, Pablo habla también de estar unidos en el alma. Esto indica que las disensiones entre los filipenses se debían a que no estaban unidos en el alma y a que no tenían un mismo pensamiento en su mente, que es la parte principal del alma. El problema de los filipenses no radicaba en su espíritu, sino en su alma, y especialmente, en su mente. Ciertamente tenían a Cristo en su espíritu desde el momento en que fueron regenerados, pero no en su alma, lo cual sólo se obtiene por medio de la transformación. Si el alma de ellos fuera impregnada de Cristo y ocupada por El, entonces podrían llegar a ser uno en el alma.

Los filipenses estaban unidos en el espíritu, pero no lo estaban en el alma. El hecho de tener diferentes niveles de amor comprueba que no estamos unidos en el alma. Si estamos unidos en el alma, tendremos el mismo amor para con todos los santos.

LA AMBICION Y LA VANAGLORIA

En 2:3-4, Pablo añade: “Nada hagáis por ambición egoísta o por vanagloria; antes bien con una mentalidad humilde, estimando cada uno a los demás como superiores a sí mismo; no considerando cada uno sus propias virtudes, sino cada cual también las virtudes de los otros”. Esto puede indicar que los filipenses que estaban en disensión actuaban por ambición egoísta o por vanagloria; ambas son causa de disensiones entre los creyentes. Es posible que tales intenciones estén ocultas en nosotros. Incluso al testificar en las reuniones de la iglesia, puede ser que lo hagamos por ambición egoísta. Tal vez, no muchos santos respondan “amén” a lo que usted comparte, mientras que respondan con muchos “amenes” cuando escuchan a otro hermano. Esto quizás lo desilusione y decida no volver a compartir en las reuniones. Así que, la ambición puede estar presente incluso al dar un testimonio. Aun al compartir nuestras experiencias de Cristo, podemos tener un sentimiento de ambición oculto.

Algunos hermanos les han recomendado a los santos que respondan con un amén a los débiles, para animarlos y que, por otra parte, no brinden tantos amenes cuando un miembro fuerte comparte, ya que esto sólo nutre la carne y fortalece el alma.

Digo nuevamente que puede existir ambición entre los santos en la vida de iglesia. Supongamos que muchos hermanos se añadieran a la vida de iglesia al mismo tiempo, y que unos años más tarde, nombraran anciano a uno de ellos. Es posible que los demás se molesten y se pregunten por qué hicieron anciano a ese hermano cuando lleva menos tiempo que otros en la vida de iglesia. Tal vez no lo expresen en voz alta, pero es posible que tengan este pensamiento en su corazón.

La ambición egoísta y la vanagloria por lo general van juntas. Donde haya ambición, por lo general también habrá vanagloria. ¿Por qué nos sentimos mal cuando los hermanos no nos apoyan con su amén? Debido a la vanagloria ¿Por qué algunos hermanos no se sienten contentos cuando en lugar de ellos, se nombra a otro hermano como anciano? Esto se debe nuevamente a la vanagloria. En 4:2, Pablo declara: “Exhorto a Evodia y exhorto también a Síntique, que sean de un mismo sentir en el Señor”. Sin duda había una ambición egoísta en estas dos hermanas, y es posible que entre ellas compitieran acerca de quién sería la primera. Por consiguiente, actuaban por ambición egoísta y por vanagloria.

Si estas motivaciones negativas no hubieran estado presentes entre los creyentes filipenses, Pablo no las habría mencionado en 2:3. Era como si en este versículo Pablo tratara de decirles: “Os ruego que no hagáis nada por ambición egoísta ni por vanagloria. Con esto completaréis mi gozo. Estoy preocupado por el hecho de que algunos de vosotros actuáis por ambición egoísta. Aunque me alegro de que améis al Señor y estéis en Filipos por causa del testimonio del Señor, mi gozo aún no es completo. Esto se debe a que hay ambición entre vosotros y a que algunos buscan su propia gloria. Por tanto, si tenéis alguna consolación, algún consuelo de amor por mí, os ruego que completéis mi gozo no haciendo nada por ambición egoísta ni por vanagloria, sino antes bien, con una mentalidad humilde, estiméis a los demás como superiores a vosotros”.

No es fácil deshacernos de la ambición egoísta ni de la vanagloria, pues por naturaleza todos tendemos a competir con los demás. En algunos países incentivan mucho a los niños a competir. La competencia se encuentra presente en todos los lugares de la sociedad. Sin embargo, en la vida de iglesia no debemos competir, sino que debemos estimar a los demás como superiores a nosotros mismos.


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