Línea central de la revelación divina, Lapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-8224-3
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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El período desde Adán hasta el día de hoy abarca aproximadamente seis mil años. Este período puede dividirse en tres secciones de aproximadamente dos mil años cada uno: desde Adán hasta Abraham, desde Abraham hasta Cristo y desde Cristo hasta el tiempo actual. La ley fue dada durante los dos mil años que transcurrieron desde Abraham hasta Cristo. El período de tiempo desde la promesa de Dios a Abraham hasta la promulgación de la ley por parte de Moisés fue de unos cuatrocientos treinta años (Gá. 3:17). Por consiguiente, según la historia completa de la Biblia, la ley vino muy tarde. La ley promulgada por Dios a través de Moisés en Éxodo 20 en el monte Sinaí vino unos mil quinientos años antes de Cristo. Luego, desde la primera venida de Cristo hasta hoy, tenemos un período de cerca de dos mil años. Desde Génesis 3:15 hasta los tiempos de Moisés hubo cerca de dos mil quinientos años. Durante este largo período antes del cumplimiento de Su redención y salvación, mientras Dios estaba esperando y anticipando, Él dio a Su pueblo la ley a fin de ponerlos a prueba y ponerlos al descubierto a lo sumo.
Los libros de Isaías y Jeremías relatan en detalle todos los pecados de los israelitas, quienes habían caído. Según el recuento de Isaías, tales pecados incluyen la idolatría, la adoración de ídolos y la fabricación de ídolos. Esto indica que ellos quebrantaron los primeros tres mandamientos (Éx. 20:1-7). Jeremías les condenó por haber quebrantado el Sábado, lo cual era su manera de quebrantar el cuarto mandamiento (v. 8). Según Jeremías, tampoco honraron a sus padres, y así quebrantaron el quinto mandamiento (v. 12). Con el tiempo, Jeremías gritó que no había justicia en su sociedad. Esto indica que habían quebrantado los últimos cinco mandamientos (vs. 13-17). Por tanto, quebrantaron los Diez Mandamientos hasta lo sumo. Finalmente, toda la nación de Israel fue capturada, excepto un pequeño remanente. Jeremías advirtió a este remanente, pero no quisieron arrepentirse. Al principio, rogaron a Jeremías que les diera la palabra del Señor, pero cuando Jeremías recibió la palabra y se la dio, lo rechazaron. En vez de recibir su palabra, le dijeron que ellos iban a descender a Egipto, y allí continuaron en su idolatría al adorar a la reina del cielo (la esposa de Nimrod).
Finalmente, Dios mismo vino en forma de hombre. Cuando vino a la tierra, Israel estaba lleno de pecado. Adondequiera que Él iba, la gente estaba poseída por demonios porque adoraban ídolos. Estar endemoniado es un indicio de la adoración de ídolos. La historia de Israel demuestra que nadie puede guardar los Diez Mandamientos. Así que, mientras Dios estaba esperando con anticipación Su redención y salvación venideras, hizo una sola cosa: le dio al pueblo la ley para probarlo y ponerlo al descubierto.
Las promesas dadas por Dios respecto a Cristo como nuestro Redentor y Salvador están relacionadas con la simiente: la simiente de la mujer, la descendencia de Abraham y la descendencia de David. Esto es expresado en Hymns, #191, donde las primeras tres estrofas describen a Cristo como la simiente de la mujer, la descendencia de Abraham y la descendencia de David. Estas tres simientes son prometidas en el Antiguo Testamento; pero en el Nuevo Testamento Cristo vino como el cumplimiento de las tres. Mateo 1:1 dice: “Libro de la genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham”. Tanto David como Abraham son mencionados al principio de la genealogía de Cristo, y María se menciona al final (v. 16). Muchos nombres son mencionados en esta genealogía, pero sólo se menciona a Jesús como simiente de la mujer (María), descendencia de David y descendencia de Abraham.
La economía divina y la impartición divina se ven en las promesas de la redención y salvación que Dios mostraba como anticipo.
La primera promesa es la promesa de la simiente de la mujer: el hijo que nacería de una virgen (Gn. 3:15; Is. 7:14). La promesa de la simiente de la mujer fue dada inmediatamente después de la caída de Adán. Después de esto, Dios permaneció callado por tres mil trescientos años. Luego, utilizó a Isaías para repetir la promesa que había dado en Génesis 3:15. En Génesis Dios prometió que la simiente de la mujer vendría, pero en Isaías 7:14 Él dijo que una virgen concebiría y daría a luz un hijo. Este hijo sería la verdadera simiente prometida por Dios en Génesis 3:15. Entre estas dos promesas, por treinta y tres siglos el hombre cayó en cuatro pasos consecutivos hasta que hubo caído a lo máximo, o sea en la idolatría, en Babel (véase el Estudio-vida de Génesis, mensajes del 18 al 36).
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