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Llevar fruto que permanece, tomo 1por Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-6314-3
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Actualmente disponible en: Capítulo 1 de 17 Sección 5 de 5

No debemos reemplazar la función orgánica
de los nuevos creyentes

Cuarto, no debemos reemplazar la función orgánica de los nuevos creyentes como miembros que son. Cuando empecemos una reunión de hogar, no es necesario abrir la reunión de una manera formal. Cuando los padres empiezan a limpiar y a acomodar las sillas después de la cena, los niños saben que es hora de la reunión y pueden empezar a cantar alegremente: “Necesitas, necesitas, necesitas a Jesús”. En cuanto los niños empiezan a cantar, la reunión ha comenzado. Luego, cuando otros llegan y escuchan a los niños cantar, espontáneamente pueden unirse a ellos, y el padre y la madre también pueden empezar a cantar. Lo mismo se aplica a la oración. Quizás cuando ya haya terminado la cena y la limpieza, el Padre empiece a orar: “Oh Señor, te damos gracias porque todos somos salvos, y porque hoy podemos reunirnos para disfrutarte. También te damos gracias por enviar a un hermano a ayudarnos”. En ese momento, la reunión ha empezado. Asimismo, supongamos que en vez de cantar y orar después de la cena, alguien lee Génesis 1:1: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”. Esto también da inicio a la reunión. No es necesario que alguien dirija una reunión de hogar; más bien, todos los que están en esa casa son quienes conducen la reunión. Ésta es la manera en que se deben pedir los himnos y en que se debe orar y leer la Biblia conforme a la nueva manera de reunirnos.

Lo mismo se aplica al testificar. Quizás después de la cena la madre les diga a los hijos: “¡Niños, miren cuán grande es la gracia del Señor! En el pasado nosotros estábamos en tinieblas y adorábamos ídolos”. En realidad la madre está testificando cuando habla de esta manera, y de esa manera, empieza la reunión de hogar. No es necesario esperar a que sean 7:00 p. m. para empezar, ni tampoco hay necesidad de depender de nadie más. Los miembros de esa familia pueden empezar la reunión. El padre puede decirles a sus hijos: “Niños, escojan un himno”, o quizás los niños en vez de esperar a que el padre les diga empiecen a cantar: “Desde que Jesús vino a mí”. Tenemos que enseñar a todos los nuevos creyentes a proceder de esta manera cuando empiecen a reunirse después que son salvos, así como una madre le enseña a su hijo a comer después que lo da a luz. Todas las madres saben que tienen que ayudar a sus hijos a comer y no comer por ellos.

Más aún, una vez que los nuevos creyentes han establecido una reunión en su casa, debemos ayudarles a apreciar los himnos. Cada uno debe tener un himnario. Ellos necesitan aprender a cantar los himnos en cualquier lugar, y no sólo en las reuniones. Incluso en casa la madre puede aprender a cantar un himno escuchando un casete mientras lava los platos. Todos sabemos que los niños aprenden a hablar y a cantar al escuchar. Es por ello que las personas que no pueden oír tampoco pueden hablar ni cantar. Si las circunstancias lo permiten, debemos ayudar a los nuevos creyentes a escuchar con frecuencia casetes de canciones en su casa. De ese modo les resultará fácil cantar. Al principio, ellos pueden cantar cánticos cortos como: “Necesitas, necesitas, necesitas a Jesús” y “Desde que Jesús vino a mí”. Asimismo, debemos insistirles en que tengan su propia Biblia para leer diariamente la Palabra del Señor.

Los diferentes temas que debemos estudiar son: cómo enseñarles a las personas la verdad, cómo alimentarlas, cómo ayudarlas a crecer en vida y cómo ayudarlas a conocer la iglesia a fin de que entren en la vida de iglesia. No se dé prisa en llevar a los nuevos creyentes a las reuniones de la iglesia después de que sean bautizados. La más preciosa de las diferentes reuniones de la iglesia es la reunión de la mesa del Señor. Por consiguiente, debemos guiarlos a que se reúnan para partir el pan, pero al mismo tiempo debemos seguir estudiando cómo guiarlos a las demás reuniones.

PREGUNTA Y RESPUESTA

Pregunta: Cuando vamos a las reuniones de hogar, todos estamos preparados después de haber orado y entrado a la reunión en el espíritu. Sin embargo, en el momento en que dejamos de hablar en la reunión, los nuevos creyentes también se quedan callados. Aunque ciertamente no queremos hablar mucho, nos vemos obligados a hablar. ¿Qué debemos hacer?

Respuesta: Debemos hacer lo posible por no reemplazar la función de los nuevos creyentes. Si hablamos mucho, esto no perfeccionará a las personas. Después de concertar una cita con los nuevos creyentes para reunirnos en su hogar por primera vez, debemos dar unas palabras de introducción para ayudarles a entender que esta reunión es su reunión y que las reuniones de los cristianos son sencillamente reuniones para orar, leer la Biblia, cantar, testificar y exhortarnos los unos a los otros. Debemos poner este fundamento la primera vez que vayamos y mostrarles cómo se deben llevar a cabo las reuniones, alentándolos a que empiecen la reunión ellos mismos y no esperen a que lleguen los demás. Cada uno puede tener un himno, una palabra de parte del Señor o un testimonio. Todas éstas son prácticas apropiadas para las reuniones.

Aquello de lo cual hemos tenido comunión aquí corresponde a la nueva manera de reunirnos sin ninguna formalidad. Debemos dejar esto claro a las personas la primera vez que nos reunamos en su hogar. No debemos hacerlo todo en la reunión, reemplazando así la función de los nuevos creyentes, sino dejar que tomen la iniciativa para cantar u orar. Si reemplazamos su función, estaremos regresando a la vieja manera. Cuando una madre le enseña a su hijo a hablar, ella sabe que él debe hablar correctamente desde el principio. Si un niño habitualmente pronuncia mal una palabra, será muy difícil corregirlo después. Así que, debemos prestar mucha atención a todos los puntos mencionados anteriormente.

(Mensaje dado el 28 de enero de 1987 en Taipéi, Taiwán)


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