Impartición divina par ala economía divina, Lapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-6586-4
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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En este capítulo trataremos el tema de la impartición divina de la Trinidad Divina como vida divina. La Trinidad Divina es Dios mismo en Su divina persona, la vida divina es la vida de Dios, y la impartición divina es el Dios Triuno que se imparte a Sí mismo en nosotros como nuestra vida.
El Evangelio de Juan es un Evangelio de la vida divina; presenta la vida divina, no de manera objetiva, sino de manera subjetiva. Nos muestra un cuadro particular y maravilloso de cómo Dios vino y se hizo hombre a fin de impartirse en el hombre, de modo que éste le reciba y disfrute como su vida interior. Según la economía divina, la intención de Dios consistía en ser uno con el hombre. El deseo que Dios tiene de ser uno con el hombre se demuestra en la Biblia en el asunto de comer. Tanto el Antiguo Testamento como el Nuevo nos muestran que Dios es nuestro alimento. Después que Dios creó al hombre, lo puso frente al árbol de la vida (Gn. 2:9, 16-17), lo cual muestra que Dios quería que el hombre le comiera y recibiera como su vida, y así llegara a ser uno con Él. El alimento que comemos es digerido y asimilado dentro de nosotros, y de ese modo llega a ser el elemento constitutivo de nuestro ser. De igual manera, Dios quería que el hombre le tomara como su alimento a fin de llegar a ser el elemento constitutivo del hombre.
A fin de llevar a cabo Su intención, Dios primero se encarnó. Antes de la encarnación, Dios era solamente Dios, es decir, estaba separado del hombre que había creado. El hecho de que Dios se encarnara significa que se hizo hombre con un cuerpo humano de carne y sangre (He. 2:14). La encarnación de la Trinidad Divina impartió la gracia y la realidad divinas a los hombres. Juan 1:14 dice: “Y la Palabra se hizo carne, y fijó tabernáculo entre nosotros (y contemplamos Su gloria, gloria como del Unigénito del Padre), llena de gracia y de realidad”. Según la enseñanza del Nuevo Testamento, la gracia es Dios mismo dado a nosotros para nuestro disfrute. La gracia no es una cosa externa, como una casa, un buen auto o un buen negocio. En 1 Corintios 15:10 Pablo nos dio a entender que la gracia es una persona cuando dijo: “He trabajado mucho más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo”. La gracia es Dios mismo dado al hombre para que éste lo reciba y lo disfrute.
La realidad en Juan 1:14 es el propio Dios a quien contactamos, ganamos y poseemos. Nada es tan real como Dios. Aparte de Dios, todo es vanidad de vanidades (Ec. 1:2). Cuando recibimos a Dios, obtenemos la realidad. Tanto la gracia como la realidad son Dios mismo. Dios se hizo carne a fin de impartirse a nosotros. Cuando Él se imparte a nosotros, Él es la gracia que disfrutamos y la realidad que poseemos. El propósito de la encarnación de Dios era que Dios se impartiera a Sí mismo en nosotros como gracia y realidad.
Juan 3:16 dice: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no perezca, mas tenga vida eterna”. El hecho de que Dios diera a Su Hijo unigénito es lo que impartió la vida divina a los hombres. Dios nos dio a Su Hijo no sólo para que fuésemos salvos por medio del Hijo, sino más aún para poder impartirse a nosotros. Según el Evangelio de Juan, cuando el Hijo viene, Él viene con el Padre (8:29). Por lo tanto, cuando el Padre nos dio al Hijo, se dio a Sí mismo junto con el Hijo. Cuando recibimos al Hijo, recibimos al Padre. El hecho de que el Hijo de Dios nos sea dado está relacionado con la impartición divina.
La muerte de Cristo en la cruz también fue parte de la impartición divina. La muerte del Hijo encarnado liberó la vida divina dentro de Él para que se efectuara la impartición divina (Jn. 12:24; 19:34). Juan 12:24 dice: “De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto”. Dentro de la cáscara del grano de trigo, se halla la vida del trigo. Con respecto al grano de trigo, morir equivale a liberar la vida que se encuentra dentro de la cáscara del grano. La vida dentro de la cáscara no puede ser liberada a menos que la cáscara se rompa, y una vez que se rompe, la vida dentro del grano es liberada para producir muchos granos. Originalmente, tenemos un solo grano, pero luego llega a ser muchos granos. De esta manera, la vida que está dentro del único grano se imparte en los muchos granos. Jesús, el grano de trigo, era la semilla divina. La vida divina estaba escondida dentro de su “cáscara”. Cuando Jesús fue a la cruz y fue muerto, rompió Su cáscara y así liberó la vida que estaba en Su interior, la vida divina, y la impartió en Sus muchos creyentes, los muchos granos.
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