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Manejo de la iglesias por parte de los ancianos, Elpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-7182-7
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CAPÍTULO NUEVE

EL CONOCIMIENTO
EN CUANTO A LOS LÍMITES

Hoy queremos abordar otro asunto relacionado con la administración de los ancianos: el conocimiento en cuanto a los límites. Probablemente ustedes nunca se hayan dado cuenta de que conocer los límites tenga tanto que ver con la administración de los ancianos. Incluso es posible que ni siquiera entiendan lo que queremos decir con la palabra límites. No obstante, estoy seguro de que después que lean este capítulo entenderán este asunto muy claramente.

Primeramente, abordemos este asunto desde la perspectiva de la obra de Dios. Tanto en la creación de Dios como en Su obra redentora, vemos siempre límites muy definidos. Por ejemplo, en Génesis 1 se nos habla de la creación realizada por Dios. La frase “según su especie” se repite a menudo. Aunque hay muchas clases de vida vegetal, cada una de ellas es según su especie. Aunque hay muchas clases de vida animal, cada una de ellas también es según su especie. Aunque todas ellas poseen vida, son según su especie. Ya se trate de la vida vegetal o la vida animal, cada uno de ellos posee sus límites. Siempre que se sobrepasan estos límites, enseguida surge la confusión. Por lo tanto, cuando llegamos a Levítico y Deuteronomio, en los mandamientos que Dios dio a Su pueblo se hace referencia repetidas veces al asunto de los límites. Está prohibido que dos clases de vida se mezclen. Por ejemplo, Dios prohibió que sembraran el campo con dos clases de semillas. Del mismo modo, no permitió que un buey y un asno fuesen ayuntados. Tampoco les permitió usar vestiduras hechas de dos clases de materiales. Asimismo Dios les prohibió que los hombres usaran ropa de mujer, y que las mujeres usaran ropa de hombre. En el Nuevo Testamento, y especialmente en las Epístolas, también podemos encontrar muchas enseñanzas relacionadas con este asunto de los límites, pero hoy no tenemos tiempo para estudiarlas. Lo que estamos haciendo aquí es solamente resaltar un asunto, el cual es que en la obra de Dios Él ha establecido toda clase de límites. Cada vez que estos límites sean violados, habrá confusión, y la obra de Dios será destruida.

La administración de la iglesia también tiene muchos límites. Si no fuese así, no habría necesidad de administración, ni tampoco habría necesidad de que los hombres asumieran ninguna responsabilidad. La Biblia nos muestra que en la iglesia están los ancianos, los diáconos y muchas otras personas dotadas. Todos los servicios deben ser establecidos en buen orden y conforme a los principios apropiados, y todo debe tener claros límites. A fin de administrar la iglesia, es preciso que tengamos un conocimiento muy claro en cuanto al asunto de los límites. Ahora consideraremos doce clases de límites.

I. LOS LÍMITES ENTRE
LOS ANCIANOS Y LOS DIÁCONOS

Los ancianos en la iglesia son los que están a cargo de la administración de la iglesia. Ellos son los que gobiernan, rigen, administran y dirigen diferentes asuntos. La función de los diáconos en la iglesia tiene que ver con el servicio. Su obra es muy semejante a lo que comúnmente llamamos asuntos prácticos. Todo en la iglesia debe ser propuesto y decidido por los ancianos, y todos los asuntos prácticos en la iglesia deben ser llevados a cabo y ejecutados por los diáconos. Los límites entre estas dos cosas deben ser muy claros. De lo contrario, los ancianos podrían terminar haciendo la obra de los diáconos, y los diáconos podrían terminar haciendo la obra de los ancianos.

Ciertas cosas que debieran hacer los diáconos, las hacen los ancianos. Esto muestra que los ancianos se han excedido en su función al hacer el trabajo de los diáconos. Tomemos, por ejemplo, el asunto de cómo arreglar el salón de reuniones. ¿Cómo debe ser arreglado? ¿Cuándo debe arreglarse? Las propuestas y decisiones en cuanto a esto les competen a los ancianos. Pero cuándo sea arreglado el salón es algo que debe dejarse en manos de los diáconos. Si los ancianos tienen que tomar parte directamente en esta obra, ellos estarán haciendo el trabajo de los diáconos. Por un lado, esto deja a los diáconos sin su oficio; por otro, las tareas más importantes que los ancianos debieran hacer se quedan sin hacer. Así pues, vemos que esta clase de práctica perjudica mucho a la iglesia.

Por otro lado, los asuntos de la iglesia deben ser conducidos y decididos por los ancianos. Sin embargo, supongamos que los ancianos descuidan sus responsabilidades y dejan que los diáconos tomen decisiones. Los diáconos no representan la autoridad ni conocen la condición de toda la iglesia. Si ellos hacen propuestas acerca de la iglesia, esto afectará la atmósfera de la iglesia. La razón por la que estas situaciones anormales ocurren es que los ancianos no tienen un entendimiento claro de los límites. Por consiguiente, toda propuesta en la iglesia debe ser iniciada por los ancianos y, tanto como sea posible, todos los servicios en la iglesia deben ser confiados a los diáconos.

Los ancianos deben permanecer dentro de sus límites. Sólo deben hacer las cosas que están dentro de su límite y dejar que los diáconos hagan las cosas que les corresponde hacer. Esto es difícil para los ancianos porque ellos entonces serán responsables por traer al servicio a los diáconos. La tendencia de muchos es que puesto que ellos mismos pueden hacer las cosas, sería más conveniente que ellos las hicieran; así podrían hacerlas a su manera. Sería toda una molestia traer a alguien más al servicio. No sólo ellos serán restringidos, sino que además tendrán que aprender a ser humildes y a aceptar la disciplina. Es por ello que a menudo los ancianos simplemente toman atajos y hacen las cosas ellos mismos. Cuando hacen esto una, dos, tres, cuatro o más veces, llega a ser imposible el que los diáconos sean perfeccionados.

Si los ancianos hacen la obra de los diáconos, descuidarán la obra que ellos mismos debieran hacer. Por ejemplo, ellos debieran saber cómo ayudar a avanzar a diferentes clases de personas en la iglesia. Debieran saber cómo aprovechar la oportunidad para predicar el evangelio y edificar a los santos. Éstas son cosas respecto a las cuales los ancianos debieran recibir dirección de parte del Señor; ellos deberían planear y laborar con empeño como los que tienen un negocio. Sería un grave error si los ancianos descuidaran este aspecto de la obra y se pusieran a acomodar las sillas y las mesas, a ocuparse de la limpieza y a tratar de atender otras necesidades prácticas.

Por ejemplo, la iglesia aquí tiene más de treinta reuniones de distritos. En circunstancias normales cada distrito debe ser fuerte. Esto no sólo requiere que los hermanos responsables en los distritos asuman el liderazgo, sino que también requiere la atención de los ancianos. Los ancianos deben estudiar la condición de cada distrito. ¿Cómo es la condición en este distrito, y en ese otro distrito? Si la condición no es buena, ¿cuál es la razón? ¿Será porque el suministro de la Palabra es débil? ¿Será que la administración o la coordinación no son apropiadas? ¿Será que hay debilidades en los servicios o en el evangelio? Una vez que ellos encuentren la razón, deben proveer la ayuda según la necesidad práctica. Si a un distrito le falta el suministro de la Palabra, aquellos entre los ancianos que sobresalgan en el ministerio de la Palabra deberán asumir la responsabilidad de proveer la ayuda y fortalecer el suministro de la Palabra. Quizás otro distrito sea incompetente para resolver los asuntos prácticos. De entre ese grupo de ancianos aquellos que sean buenos en este servicio deberán ir allí a ayudarlos. Los ancianos deben gastar su energía, su fuerza y su tiempo en fortalecer las reuniones en todos los distritos y en lograr que los treinta o más distritos estén en un nivel apropiado. Éstas son las cosas que los ancianos deben hacer.

Tomemos otro ejemplo: en la iglesia también hay reuniones en diferentes salones. Tenemos las reuniones del día del Señor por la mañana en las cuales se dan mensajes y las reuniones de estudio bíblico a mitad de semana. Los ancianos deben prestar atención a la atmósfera de estas reuniones, a los mensajes dados en estas reuniones, al número de asistentes y a la condición de los asistentes. Todas estas cosas toman tiempo. En cuanto a la limpieza de las sillas y las mesas, los ancianos sólo necesitan supervisar de un modo general. La obra misma debe ser entregada a los diáconos.

Éstos sólo son ejemplos. Los ancianos deben siempre ocuparse de las tareas dentro de la iglesia que son grandes, elevadas e importantes, y que traen un desarrollo, un avance, un ascenso y una edificación. En lo que respecta a los demás asuntos, ellos sólo deben dar algunas pautas generales y luego entregar dichos asuntos a los diáconos. Ésta es la única manera de establecer una división en cuanto a la labor, y ésta es la única manera de producir mano de obra.

En la iglesia uno debe ver un hermoso cuadro de cómo los ancianos aprenden a ser la autoridad en humildad y paciencia, enseñando a otros y ayudándolos a seguir adelante, mientras los diáconos aprenden a someterse a la autoridad, a ser guiados y a servir apropiadamente. Todos deben conservar su lugar, y todos deben ejercer su función al máximo de su capacidad. Para ello se requiere que los ancianos conozcan los límites entre estos dos grupos de personas.


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