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Manera ordenada por Dios de practicar la economía neotestamentaria, Lapor Witness Lee

ISBN: 978-0-87083-329-8
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CAPITULO CINCO

LA REUNION CRISTIANA

Lectura bíblica: Mt. 18:20; 1 Co. 14:23, 26; Hch. 2:46; 5:42; 12:12

EL DISFRUTE DE CRISTO
PARA LAS REUNIONES DE LA IGLESIA

Uno de los principios referentes a cómo tener reuniones adecuadas para la vida de iglesia es que debemos ayudar a la gente a aprender a disfrutar a Cristo. Sin el disfrute de Cristo, es difícil tener reuniones que sean provechosas para la vida de iglesia. Lo que tenemos, lo que somos y lo que podemos hacer, aparte del disfrute de Cristo, no vale para nada. No debemos utilizar nada de lo que tenemos, ni lo que somos, ni lo que podemos hacer, para beneficiar a las reuniones de la iglesia. Debemos renunciar todo esto porque no es provechoso en absoluto para la reunión de la iglesia.

Lo único que vale para la reunión de la iglesia es Cristo mismo, el Cristo que ha pasado a través de todos los procesos para llegar a ser el Cristo completado. Debemos aprender a disfrutarle, ministrarle y ayudar a otros a disfrutarle a El. Entonces, cuando nos reunamos, vendremos con algo del Cristo que hemos experimentado en nuestra vida diaria. Sólo el Cristo en nuestra experiencia, que llega a ser nuestro disfrute, vale para las reuniones cristianas.

ESTANDO CONGREGADOS
EN EL NOMBRE DEL SEÑOR
PARA EL DISFRUTE DE SU PRESENCIA

En la economía eterna de Dios, el Cristo completado es el centro, el factor, para que tengamos reuniones cristianas para la vida de iglesia. En este capítulo es necesario seguir adelante para ver algunos detalles de las reuniones cristianas. Primero, tenemos que ayudar a los nuevos creyentes que están en las reuniones en casa a comprender que las reuniones cristianas son el congregarse en el nombre del Señor para el disfrute de Su presencia (Mt. 18:20). No estamos congregados en una organización, una enseñanza o una práctica. Estamos reunidos en el nombre del Señor Jesús. El nombre del Señor siempre denota a Su persona. Un nombre denota a la persona real y práctica, y la persona del Señor Jesús es el Espíritu. Jesucristo hoy es el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45b). La Segunda Epístola a los Corintios, 3:17, dice: “El Señor es el Espíritu”.

Nosotros debemos enseñar a los nuevos creyentes y dirigirles al entendimiento de que necesitan invocar el nombre del Señor cada vez que vengan a una reunión. Mientras más invoquen el nombre del Señor Jesús, mejor. Ni nosotros ni los nuevos santos debemos llegar a las reuniones callados, mudos, sin abrir la boca para invocar el nombre del Señor. El invocar: “Señor Jesús, Señor Jesús” introducirá vida en la reunión y hará que el ambiente de la reunión sea viviente, alto y rico. Hasta cierto punto, tenemos que entrenar a los nuevos creyentes a invocar el nombre del Señor, diciendo: “¡Señor Jesús!” La Primera Epístola a los Corintios, 12:3, dice: “Nadie puede decir: Señor Jesús, sino en el Espíritu Santo” (lit). Esto indica que cuando decimos con un buen espíritu “Señor Jesús”, estamos en el Espíritu Santo. Así que, invocar al Señor Jesús es el modo de participar en el Espíritu Santo, y de disfrutarle y experimentarle.

Debemos relacionar Mateo 18:20 con 1 Corintios 12:3. Primero, el reunirnos es estar congregados en la persona del Señor Jesús. Además, el estar congregados en Su persona significa estar congregados en el Espíritu. En segundo lugar, cuando nos reunamos, a pesar del tamaño de la reunión, ya sea grande o pequeña, debemos practicar el invocar el nombre del Señor para entrar en el Espíritu. Cuando entramos en el Espíritu, estamos en la persona del Señor Jesús. Cuando estamos en la persona del Señor Jesús, estamos en la realidad del nombre del Señor Jesús. Si en nuestra práctica establecemos las reuniones en casa con este entendimiento, debemos ser los primeros en invocar el nombre del Señor para que los nuevos santos nos sigan. Si no quieren seguirnos, entonces debemos tomar la iniciativa en invocar y luego pedirles que sigan nuestro ejemplo. Debemos invocar el nombre del Señor y animarles a seguirnos en invocar el nombre. Gradualmente, adquirirán esto como su costumbre. Debemos decirles que no es cosa pequeña practicar esto, porque cuando invocan el nombre del Señor, entran en el Espíritu, quien es la mismísima persona del Señor Jesús.

En la versión Reina Valera de 1960, así como en otras versiones, Mateo 18:20 dice que dos o tres están “congregados en mi nombre”. En realidad, la preposición “en” es “hacia adentro” en griego. Estamos congregados hacia adentro el nombre del Señor. Antes de la reunión, puede ser que nos ocupen muchas cosas. Puede ser que las hermanas estén ocupadas con sus hijos, sus asuntos familiares y muchas ansiedades. Por eso, cuando llega la hora de reunión, el Señor Jesús nos reúne sacándonos de todas estas preocupaciones. Entonces volvemos nuestro corazón al Señor e invocamos el nombre del Señor Jesús desde las profundidades de nuestro espíritu. Como resultado, entramos en el nombre, en la persona, en el Espíritu, del Señor. En este Espíritu, en esta condición, tenemos una reunión. Debemos practicar el invocar el nombre del Señor hasta que seamos rescatados y sacados de todas nuestras preocupaciones.

No debemos esperar hasta que entremos en el local para invocar al Señor Jesús. Antes de entrar en el local, cuando se nos ocurra ir a la reunión, debemos ponernos a invocar: “Oh Señor Jesús”. En camino al lugar de reunión, debemos empezar a invocar: “Oh Señor Jesús”, cuanto antes mejor. Cuando invocamos el nombre, tocamos la persona del Señor y Su persona es el Espíritu. Por lo tanto, mientras invocamos, ya estamos en el Espíritu, aunque todavía no hemos entrado en el lugar de reunión.

Nos congregamos entrando en la realidad de la presencia del Señor, la cual es el Espíritu. El Espíritu es la persona del Señor y la presencia del Señor. Después de mencionar dos o tres congregados en el nombre del Señor en Mateo 18:20, el Señor dice: “...allí estoy yo en medio de ellos”. De esta manera disfrutamos de la presencia del Señor.

No debemos ir a las reuniones en silencio conforme a nuestra vieja costumbre, hábito o práctica. Debemos olvidar nuestra vieja práctica. En establecer y tener reuniones con los nuevos creyentes, debemos practicar el invocar el nombre del Señor. Primero, en nuestras casas, debemos empezar a invocar el nombre del Señor antes de ir a las reuniones. Luego en camino a la reunión, debemos seguir invocando Su nombre. Al llegar al lugar de reunión estaremos totalmente en el Espíritu; entonces podemos tomar la iniciativa en invocar, y los nuevos creyentes nos tomarán como su ejemplo. Nos seguirán y nos imitarán. Por consiguiente, todos los nuevos creyentes serán los que invocan. Cuando nos reunimos invocando el nombre del Señor, estamos en una reunión que es una verdadera reunión cristiana.


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