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Estudio-vida de Hechospor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-1419-0
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Actualmente disponible en: Capítulo 17 de 72 Sección 3 de 3

El pecado de mentir al Espíritu Santo

En 5:4, se alude al hecho de tener todas las cosas en común: “Reteniéndola, ¿no se te quedaba a ti? y vendida, ¿no estaba bajo tu autoridad?”. Esto indica que los apóstoles no consideraban el vender posesiones y distribuirlas a los demás como una práctica obligatoria. No se les exigía a los creyentes que tuvieran todas las cosas en común. Esto era algo que debían hacer voluntariamente. Si Ananías y Safira no hubiesen querido vender su propiedad, nadie les hubiera exigido hacerlo. Además, el dinero de la venta quedaba a su discreción. El pecado de ellos consistió en que mintieron deliberadamente al Espíritu Santo. El guardar su propiedad o conservar el dinero de la venta de ella no habría constituido un pecado. Su pecado consistió en mentir al Espíritu Santo. La intención de ellos era engañar a la iglesia y hacerse un buen nombre mintiendo. Este grave pecado ofendió al Espíritu que moraba en ellos. Su pecado fue una cooperación voluntaria con Satanás, el maligno, quien moraba en ellos. Todos debemos aprender la lección del caso de Ananías y Safira.

En 5:3 Pedro le dijo a Ananías que él había mentido al Espíritu Santo. Luego, al final del versículo 4, Pedro agregó: “No has mentido a los hombres, sino a Dios”. Esto demuestra que el Espíritu Santo del versículo 3 es Dios.

Más adelante, al dirigirse a Safira, le dijo: “¿Por qué convinisteis en poner a prueba al Espíritu del Señor?” El Espíritu Santo del versículo 3, Dios, que se menciona en el versículo 4, y el Señor en el versículo 9, son uno solo, particularmente en la experiencia de los creyentes.

Vino gran temor sobre toda la iglesia

En el versículo 11, Lucas termina este relato negativa, diciendo: “Y vino gran temor sobre toda la iglesia, y sobre todos los que oyeron estas cosas”. La palabra griega traducida “iglesia” es ekklesía, compuesta de ek, afuera, y un derivado de kaléo, llamados; por tanto, significa los llamados a salir (la congregación), la asamblea. Esta es la primera vez que la iglesia se menciona en Hechos en su aspecto local. Como lo veremos en otro mensaje, 8:1 menciona la iglesia en Jerusalén. Esta fue la primera iglesia establecida en una localidad, dentro de la jurisdicción de una ciudad, Jerusalén. Era la iglesia en cierta localidad, como el Señor indicó en Mateo 18:17. No era la iglesia universal, como el Señor reveló en Mateo 16:18, sino sólo una parte de la iglesia universal, la cual es el Cuerpo de Cristo. Este asunto (el establecimiento de la iglesia en su localidad) se presenta de manera consistente a lo largo del Nuevo Testamento (Hch. 13:1; 14:23; Ro. 16:1; 1 Co. 1:2; 2 Co. 8:1; Gá. 1:2; Ap. 1:4-11).>

LAS SEÑALES Y LOS PRODIGIOS
HECHOS POR MEDIO DE LOS APOSTOLES

Leamos Hechos 5:12: “Y por las manos de los apóstoles se hacían muchas señales y prodigios entre el pueblo”. Este relato es muy similar a Hechos 2:43, donde vemos que “muchos prodigios y señales eran hechos por medio de los apóstoles”. Debemos entender que las señales y los prodigios no son parte del testimonio central de Dios, el cual es el Cristo encarnado, crucificado, resucitado y ascendido; tampoco son parte de Su salvación plena. Solamente son evidencias de que lo predicado y ministrado por los apóstoles y el modo en que actuaban provenían absolutamente de Dios y no del hombre (He. 2:3-4). Esto significa que ni las señales ni los prodigios son parte del testimonio central de Dios ni de la salvación que El efectúa. Las señales y los prodigios son medios que Dios utiliza para demostrar que la predicación y el ministerio de los apóstoles procedían de Dios. En la época de los apóstoles, era necesario que ellos hicieran señales y prodigios, los cuales ciertamente llamaron la atención del pueblo. No obstante, nosotros hoy no debemos poner énfasis en tales manifestaciones milagrosas.


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