Lecciones de vida, tomo 2por Witness Lee
ISBN: 978-0-87083-294-9
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Para nosotros, las personas salvas, consagrarnos es una reacción positiva a la salvación del Señor. Ya que hemos disfrutado de la gran y gratuita salvación del Señor, espontáneamente deseamos pagarle. Cuando nos consagramos al Señor, permitimos que el Señor nos gane como nuestro pago a El.
1) “No sois vuestros ... Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo” (1 Co. 6:19-20).
La base de nuestra consagración al Señor es que, debido a que El nos compró con Su sangre como precio (Ap. 5:9), hemos llegado a ser Sus esclavos comprados. Nosotros que creemos en el Señor y somos redimidos y comprados por el Señor somos los esclavos comprados del Señor; no somos nuestros, sino que somos del Señor. Es el Señor y no nosotros quien tiene el derecho sobre nosotros.
2) “Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos, o que muramos, del Señor somos” (Ro. 14:8).
Puesto que nosotros, los redimidos y comprados por el Señor, pertenecemos a El, sea que vivamos o muramos, somos del Señor. Esta es la base en la cual nos consagramos a El para Su uso.
1) “Porque el amor de Cristo nos constriñe, habiendo juzgado así: que uno murió por todos, por consiguiente todos murieron; y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para Aquel que murió por ellos y fue resucitado” (2 Co. 5:14-15).
Nos consagramos al Señor porque Su amor nos confina y nos constriñe. Su amor nos compele de modo que no podemos menos que consagrarnos a El. Puesto que El murió por nosotros, todos morimos; por lo tanto, no hay necesidad de que muramos. Además, El murió para que tengamos Su vida a fin de vivir para con El. Tal amor nos constriñe y nos compele a que le amemos y nos consagremos a El. Esta consagración es nuestra gratitud y pago por Su gran amor. El hecho de que El nos compró con Su preciosa sangre para hacernos Sus esclavos comprados es la base sobre la cual nos consagramos a El. El murió por nosotros a causa de Su amor, y este amor es el motivo para consagrarnos a El.
1) “Así que, hermanos, os exhorto por las compasiones de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo ... que es vuestro servicio racional” (Ro. 12:1).
Cuando nos consagramos al Señor, nos presentamos a El como sacrificio vivo, a diferencia del pueblo en el Antiguo Testamento que ofrecía sacrificios muertos al Señor. Como un sacrificio vivo que ha sido presentado, somos santos, esto es, hemos sido separados para el Señor para Su uso, y somos los que agradan a Dios y satisfacen el deseo de Su corazón.
2) “Manda a los hijos de Israel y diles: Cuidaréis de presentarme a su tiempo Mis ofrendas, Mi pan con las ofrendas quemadas de olor grato para Mí ... dos corderos sin tacha, de un año, cada día, será el holocausto continuo” (Nm. 28:2-3).
En el Antiguo Testamento, Dios exigía que Su pueblo le ofreciera el holocausto diariamente como Su alimento, a fin de que El pudiera ser satisfecho. Esto tipifica que, en el Nuevo Testamento, nosotros los que pertenecemos a Dios debemos ofrecernos diariamente como holocausto a Dios para Su satisfacción. La diferencia es que en el Antiguo Testamento la gente ofrecía sacrificios muertos, mientras que nosotros ofrecemos sacrificios vivos. Aunque la naturaleza de los dos es diferente, su significado es igual, esto es, ser el alimento de Dios para Su satisfacción. Ofrecernos al Señor significa ser un sacrificio para Su satisfacción. Lo que importa no es lo que hacemos para el Señor, sino que le satisfagamos a El. Este es el verdadero significado de nuestra consagración al Señor.
1) “Ya no vivan para sí, sino para Aquel que murió por ellos y fue resucitado” (2 Co. 5:15).
El propósito de nuestra consagración al Señor es que vivamos para El. Vivir para El es más alto que vivir dedicado a El. Cuando vivimos dedicados a El, nosotros y El podemos todavía ser dos, pero cuando vivimos para El, nosotros tenemos que ser uno con El, tomándole no sólo como nuestra vida, sino también como nuestra persona. En todo nuestro vivir y en todas nuestras acciones, debemos tomarle, permitiendo que El mismo viva por medio de nosotros.
2) “Presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo” (Ro. 12:1).
Cuando nos consagramos al Señor tal como ha sido anteriormente mencionado, nos presentamos a nosotros mismos al Señor como un sacrificio vivo para satisfacer el deseo de Su corazón. Este es un propósito importante de nuestra consagración al Señor.
3) “Que presentéis vuestros cuerpos ... que es vuestro servicio racional” (Ro. 12:1).
Presentarnos en sacrificio vivo al Señor es un servicio racional. Tal servicio no depende de que obremos para el Señor sino de que satisfagamos a Dios. Esto también debe ser un propósito de nuestra consagración al Señor.
4) “Porque somos Su obra maestra, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas” (Ef. 2:10).
Nosotros los creyentes, quienes hemos sido escogidos y redimidos por Dios, somos Su obra maestra, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales El ha preparado para nosotros a fin de que andemos en ellas. Esto requiere nuestro consentimiento y que nos ofrezcamos a El, para que obre en nosotros a fin de cumplir Sus buenas obras. Este debe ser otro propósito para el cual nos consagramos al Señor.
5) “Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo” (1 Co. 6:20).
El propósito consumado de nuestra consagración al Señor es glorificar a Dios, es decir, permitir que Dios brote de nuestro vivir y se exprese por medio de nosotros como una manifestación de Su gloria.
1) “Esclavo ... de Cristo. Por precio fuisteis comprados” (1 Co. 7:22-23).
El primer resultado de nuestra consagración al Señor es que prácticamente llegamos a ser esclavos comprados por el Señor, sometiéndonos a Su autoridad en todas las cosas.
2) “Porque somos Su obra maestra, creados en Cristo Jesús para buenas obras” (Ef. 2:10).
Somos obra maestra de Dios bajo Su moldear, así como el vaso de barro es moldeado en las manos del alfarero (cfr. Is. 64:8). Otro resultado de nuestra consagración al Señor es que El tiene nuestro consentimiento para moldearnos libremente.
3) “Presentaos vosotros mismos a Dios ... y vuestros miembros a Dios como armas de justicia. Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros” (Ro. 6:13-14); “Presentad vuestros miembros como esclavos a la justicia para santificación” (6:19).
Cuando nos presentamos a nosotros mismos y cuando presentamos nuestros miembros al Señor, hay todavía otro resultado, o sea, que nuestros miembros llegan a ser armas y esclavos de justicia, para que seamos liberados del pecado, no siendo más enseñoreados por el pecado, y podamos así ser santificados.
4) “El sacerdote lo quemará todo sobre el altar. Es un holocausto: ofrenda quemada de olor grato para Jehová” (Lv. 1:9).
El resultado de ofrecer un holocausto en el Antiguo Testamento fue que el holocausto llegó a ser cenizas delante de los hombres y un olor grato a Dios. Si nos presentamos como un holocausto vivo al Señor, y si le somos verdaderamente fieles, seremos como cenizas delante de los hombres y un agradable olor a Dios.
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