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Disfrutar las riquezas de Cristo para la edificación de la iglesia como Cuerpo de Cristopor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-7932-8
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Actualmente disponible en: Capítulo 13 de 17 Sección 3 de 5

Ser perfeccionados en unidad

Juan 17:23 dice: “Yo en ellos, y Tú en Mí, para que sean perfeccionados en unidad”. ¿De qué manera podemos ser perfeccionados? En nuestra vieja naturaleza no somos uno. Podemos ser perfeccionados en unidad sólo si Jesús está en nosotros. El Señor Jesús está dentro de nosotros. Él está en usted, Él está en mí y Él está en cada uno de Sus creyentes. Si Él está en nosotros, estamos siendo perfeccionados.

Si usted dice que mi cabello es muy corto, quizá yo diga que su cabello es muy largo; entonces tendremos una pelea. Debemos olvidarnos de la extensión de nuestro cabello. Hablemos de Jesús. Si yo le digo a un hermano: “Su cabello es muy largo”, su respuesta debería ser: “Hermano, ¿no sabe que Jesús está dentro de usted? No me hable de mi cabello. Hábleme acerca de Jesús”. De seguro, si hablamos de cualquier cosa que no sea Jesús, a la postre estaremos divididos. Si alguien le pregunta sobre el hablar en lenguas, no le responda. Mejor dígale: “Hermano, ¿no sabe que Jesús está dentro de usted? Cambiemos el tema y hablemos sobre Jesús”. Si hablamos sobre el hablar en lenguas por diez minutos, seremos divididos. Puede ser que usted esté a favor, y yo en contra. ¿Quién está en lo correcto y quién está en un error? Sólo el Señor sabe. Simplemente necesitamos ser perfeccionados en unidad.

Hablar doctrinalmente acerca de amarnos unos a otros es cosa fácil, pero cuando en la práctica se nos pone juntos, ¿qué sucede con el amor que nos tenemos el uno al otro? Inmediatamente quedamos al descubierto, porque aún somos muy naturales. Si actuamos de manera natural unos con otros, es imposible ser uno. Por esta razón, tenemos que ser perfeccionados, no al ser regulados, sino al disfrutar al Cristo que mora en nosotros.

Cuando yo era un cristiano joven, en una ocasión me quedé con un hermano de más edad en una pequeña habitación. A veces, mientras yo llevaba agua en un tazón a la habitación, derramaba un poco de agua sobre la cama del hermano. Luego acudía a él, confesaba y le pedía su perdón. Después de varios días de que yo hacía eso, él dijo: “Hermano, es mejor no hacer nada malo que tener que confesar”. Esto me puso ansioso; pero cuanto más cuidado tenía, yo vertía más el agua y más necesidad tenía de confesar. Este ejemplo muestra que permanecer junto con otros no es fácil. No obstante, un día todos nosotros seremos perfeccionados, no al ser regulados, sino al estar conscientes de que Cristo está en nosotros. La verdadera unidad reside en el Cristo que mora en nosotros.

OCUPARSE DE CRISTO
Y NO DE LAS COSAS EXTERNAS

Siento preocupación por algunos que todavía se aferran a ciertos conceptos e ideas acerca de las reuniones cristianas. Algunos consideran que las reuniones cristianas deben ser ordenadas y decorosas. Puede ser que ellos digan: “Vean esa gente. Están gritando y riéndose. Con ellos no hay dignidad alguna”. No me agrada criticar a los que dicen esto, pero quiero decir que la dignidad no es Cristo. Hoy todos debemos tomar en cuenta a Cristo. No nos debe interesar nada sino Cristo. Tal vez digamos que no nos agrada cierto tipo de reunión porque es muy bulliciosa, pero ¿qué tal si al Señor Jesús le agrada? El Señor Jesús podría decir: “Estoy contento. Ellos probablemente no sean muy buenos, pero están vivientes mientras que otros están como muertos”.

¿Por qué están divididos los cristianos y todavía siguen dividiéndose? Esto se debe a que ellos se aferran a muchas cosas buenas que no son Cristo. Ser ordenados y tener dignidad es bueno. A mí no me agrada la gritería ni las risas desenfrenadas, y tampoco me gusta ver las salvajes y burdas cabelleras y barbas largas. Quisiera más bien ver que todos llevan un corte de cabello apropiado, están rasurados debidamente y vestidos con una corbata adecuada. No obstante, debemos poder ver algo más profundo. Si una persona no tiene la debida medida de Cristo, no importa si lleva una corbata o no.

El Señor Jesús no tuvo usualmente reuniones en lugares muy ordenados. Él tuvo reuniones en la costa del mar, en las laderas o en la cima de los montes. En esas reuniones nadie disponía las sillas ni limpiaba de antemano. Casi cada reunión era un lío. La excepción fue cuando el Señor alimentó a los cinco mil; Él los mandó que se sentaran en grupos de cincuenta (Lc. 9:14). Reunirlos de esta manera manifestó la sabiduría del Señor, pues así logró distribuir el alimento a las personas. Fue una cuestión de sabiduría, no de dignidad. El Señor Jesús no estaba preocupado por la dignidad y el orden externos.

Hace dos siglos el Señor hizo surgir a John Wesley. En la Inglaterra de aquellos días no se permitía que nadie predicara la palabra de Dios excepto en un edificio dedicado como “santuario” por la Iglesia de Inglaterra. Ellos tenían la noción de que la palabra de Dios es tan santa que debía ser predicada únicamente en un santuario, en un lugar santo, y no en un lugar ordinario. No obstante, Dios hizo surgir a John Wesley. A Wesley no le importó el concepto sobre el santuario. Él predicó la palabra de Dios en las esquinas de las calles. Esta clase de predicación a la postre llegó a ser uno de los más grandes avivamientos de los últimos tiempos.

Al Señor Jesús no le interesaban las cosas externas. Él sólo se ocupa de Su persona, esto es, de la medida de Cristo que tenemos. Todos debemos ser perfeccionados en unidad. Si nos ocupamos solamente de Cristo, no nos preocuparemos por una manera externa de celebrar nuestras reuniones. Si la reunión es bulliciosa o silenciosa, ordenada o desordenada, llena de dignidad o carente de dignidad, es irrelevante para nosotros. Si sólo nos ocupamos de Cristo, no tendremos ninguna opinión porque estamos siendo perfeccionados en unidad por medio de Cristo y con Él. No hay otra manera en que podemos ser uno. No podemos ser uno si nos sentamos a discutir al respecto. Les aseguro que, cuanto más discutamos, más divididos estaremos. Nunca deberíamos hablar de puras doctrinas. Simplemente debemos tener comunión acerca de Jesús y ser perfeccionados con el Cristo que mora en nosotros.

Tal vez algunos quieran hablar en cuanto a si el bautismo debe ser por inmersión o por rociamiento, con agua caliente o con agua fría, en agua fresca o en agua salada, en agua de lago, de río o en una alberca. No obstante, lo mejor es no hablar de estas cosas. Tal vez algunos quieran hablar sobre la mesa del Señor, preguntando: “¿Qué clase de pan debemos usar? ¿Debe éste llevar levadura o no? ¿Debe ir cortado en pedazos o entero? ¿Debe haber varias copas pequeñas o sólo una grande?”. De nuevo, es mejor no hablar de estas cosas. Si hablamos sobre esto, podemos pelear el uno con el otro. Olvidémonos de las opiniones y seamos perfeccionados en unidad por medio de Cristo.


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