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Mensajes de vida, tomo 2 (#42-75)por Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-6927-5
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Actualmente disponible en: Capítulo 60 de 34 Sección 2 de 5

LAS ESCRITURAS EN CONTRASTE CON LA VIDA

Lo que usted necesita es encender el interruptor, no estudiar. “Escudriñáis las Escrituras”, les dijo el Señor a los judíos religiosos, “pero no queréis venir a Mí para que tengáis vida” (Jn. 5:39-40). Ellos dedicaban mucho tiempo a estudiar y escudriñar las Escrituras de Génesis a Malaquías, pero no estaban dispuestos a venir a Aquel que podía darles vida. Es posible que usted estudie libros sobre la electricidad; pero si no quiere encender el interruptor, ¿de qué le sirve?

Yo no entiendo muy bien cómo funciona la electricidad, pero sí enciendo el interruptor y enseguida las luces se encienden. Disfruto tanto el resplandor que no quiero apagar las luces. ¡Deje que continúen brillando! Asimismo puedo encender el interruptor y disfrutar del aire acondicionado en el verano y de la calefacción cuando hace frío. La calefacción, el aire acondicionado y las luces dependen de que yo use el interruptor.

Si usted estudia la Biblia todos los días sin encender el interruptor, ¿de qué le sirve? Su espíritu debe contactar al Señor el Espíritu. Estos dos espíritus deben mezclarse como uno solo. El Dios Triuno pasó por un largo proceso para llegar a ser el Espíritu vivificante que mora en su espíritu. ¿Realmente usted cree las palabras de 1 Corintios 6:17, de que “el que se une al Señor, es un solo espíritu con Él”? Sé que usted cree lo que dice Juan 3:16, pero ¡también debe creer lo que dice 1 Corintios 6:17! Si usted es un solo espíritu con el Señor, usted tiene el interruptor. Abra su espíritu; no ejercite su mente. Independientemente de si usted es joven o viejo, una hermana o un hermano —quienquiera que sea—, si enciende el interruptor, disfrutará la luz. Pero si el interruptor está apagado, aunque usted sea un anciano o un colaborador, estará en tinieblas y muerte.

El Espíritu en nosotros necesita ser activado. Entonces llegará a ser vida. En los mensajes anteriores vimos que nuestra vida es una vida que es producto del injerto de dos vidas, y que nuestro espíritu es un espíritu que resulta de la mezcla de dos espíritus. En este mensaje queremos hablar sobre cómo este espíritu se mueve y actúa.

EL DIOS TRIUNO EN ROMANOS 8

El Espíritu del cual hablamos es el Espíritu; es decir, es el Dios Triuno que pasó por un proceso y llegó a ser el Espíritu vivificante. Este Dios Triuno, como lo indica el título de este mensaje, satura al hombre tripartito. Lea Romanos 8:9 y verá que allí se hace referencia al Dios Triuno: “Mas vosotros no estáis en la carne, sino en el espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene al Espíritu de Cristo, no es de Él”. Noten que Dios, Cristo y el Espíritu se mencionan en este versículo; sin embargo, este versículo no está haciendo una afirmación doctrinal, sino que está hablando de nuestra experiencia. Contrario a como el cristianismo presenta la Trinidad, ésta no es una doctrina que nosotros adoptamos. Es necesario que Dios sea triuno a fin de podamos experimentarlo. Dios, Cristo y el Espíritu forman parte de nuestra experiencia.

Conceptos erróneos de la Trinidad

La explicación tradicional que se da acerca de la Trinidad es terriblemente inadecuada y raya en el triteísmo. Cuando el Espíritu de Dios se une a nosotros, Dios no se queda atrás ni Cristo permanece en el trono, pero ésta es la impresión que da el cristianismo. Ellos consideran al Padre como una persona que envió al Hijo, quien es otra persona, para que efectuara la redención, después de lo cual el Hijo envió al Espíritu, una persona diferente. El Espíritu, según el pensamiento tradicional, entra en los creyentes, mientras que el Padre y el Hijo se quedan en el trono. A los creyentes se les enseña que, cuando oren, deben postrarse delante del Padre y orar en nombre del Hijo. Dividir la Deidad en estas personas separadamente no concuerda con la revelación bíblica, sino más bien con la doctrina del Credo de Nicea.

Cuando yo estuve en Roma, vi dos pinturas en el Vaticano. Una era de un hombre anciano de barba larga, que estaba sentado, con su hijo joven de pie a su lado, y una paloma revoloteando encima de ellos. Nos dijeron que este cuadro representaba a las tres personas de la Trinidad. Junto a ésta había otra pintura, muy similar a la primera, en la que estaba un hombre anciano sentado, un joven de pie y una paloma revoloteando por encima; sin embargo, en este cuadro había algo adicional: una mujer joven que estaba allí de pie. Así que, aquí había cuatro personas, ¡entre las cuales estaba incluida María! ¿No debiéramos combatir tales enseñanzas al grado en que éstas ya no tengan cabida?


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