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Lo que el reino es para los creyentespor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-7228-2
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Actualmente disponible en: Capítulo 3 de 10 Sección 4 de 5

LA MISTERIOSA EXPERIENCIA
DE TENER A CRISTO RIGIENDO EN NOSOTROS

Los cristianos son personas difíciles de entender, puesto que hay un misterio en ellos. Ellos tienen una vida misteriosa y un Salvador misterioso, y también un reino misterioso. Dentro de ellos hay una administración gubernamental misteriosa, un trono misterioso, una autoridad misteriosa y un gobierno, un regir, misterioso. Hay un misterio en ellos. Hoy en día si usted es una persona salva y presta atención a este misterio en su interior, continuamente tendrá la experiencia de ser gobernado por el reino en su interior. Cuando esté a punto de discutir con su esposa, debido a esta autoridad que está en usted, dejará de discutir. Creo que muchos hermanos han tenido esta clase de experiencia.

A veces usted discute con su esposa, diciendo: “¿Acaso no soy razonable? Debemos exponer el asunto y ver quién tiene la razón”. A menudo una pareja, en vez de presentarle su caso a un juez en un tribunal, se lo presenta a sus hijos. Llaman a sus hijos y les piden que ellos juzguen quién tiene la razón y quién está equivocado. Algunos niños son buenos para juzgar, y les dicen a sus padres: “Los dos tienen más o menos la misma razón”. Ésta no es una situación positiva para los hijos, y hará que la familia no pueda orar unida.

Por consiguiente, deben evitarse las discusiones en el hogar. Si usted discute con su esposa, una cosa es segura: no necesitará discutir mucho; después que haya dicho unas pocas palabras no podrá orar cuando regrese a su cuarto. Tal vez se quede acostado en su cama, mirando hacia el techo y gimiendo un poco, pero no podrá hacer una oración genuina. Incluso si ora, no podrá orar de una buena manera. Más aún, probablemente tampoco podrá leer la Biblia a la mañana siguiente. ¿Por qué? Porque su ser interior está completamente en caos; el trono en usted ha sido derribado. Debido a que no se ha sometido a la autoridad que está en usted ni ha guardado el orden, en su interior hay caos. Esta situación caótica puede tardarse tres o cuatro días en ser corregida. Después de este fracaso, usted debe decirle al Señor: “Oh Señor, perdóname. Verdaderamente soy débil; he vuelto a fracasar”.

El Señor entonces le dirá que le pida disculpas a su esposa y le diga que no debió haber discutido con ella. Sin embargo, en ese momento usted puede sentir que no es capaz de humillarse. Quizás sienta que puesto que ella es la esposa y usted es el esposo, no puede pedirle disculpas. Debido a que la mayoría de los hermanos sienten que esto es vergonzoso, no pueden obedecer al Señor. Todos hemos tenido esta clase de experiencia. Así que, debido a su desobediencia, usted nuevamente no puede orar en la noche. Incluso si ora, no estará allí el suministro de vida. ¿Cuál es la razón? La razón es que el trono en usted ha sido derribado, y su ser interior está en caos. Sin embargo, es posible que usted esté dispuesto a obedecer al Señor y a pedirle disculpas a su esposa inmediatamente, y le diga: “Soy un verdadero fracaso. Por favor, perdóname”. En ese caso, cuando usted regrese a su cuarto, inmediatamente podrá alabar al Señor, su espíritu en su interior será vivificado y usted se sentirá aliviado. Esto puede parecer insignificante, pero involucra un principio de gran trascendencia.

Esto no sólo sucede en la familia, sino también en la iglesia. Cuando los hermanos responsables se reúnen, a veces tienen discusiones. Uno de ellos puede cambiar de semblante, y otro puede cambiar su tono de voz. Cada uno insiste en su propio punto de vista y ninguno está dispuesto a ceder ante los demás. Así que discuten de esta manera, pero definitivamente no podrán alabar al Señor ni orar, porque la autoridad en su interior ha sido derribada. Este comportamiento es indecoroso para un cristiano y para alguien en quien Cristo reina. Si nos comportamos de esta manera, será como si el trono no estuviera en nosotros; será como si no hubiera reino, ni rey, ni autoridad, ni gobierno en nosotros. Podemos enojarnos, y podemos gritar a otros, comportarnos relajadamente, estar en desacuerdo con ellos y discutir, y todo como bien nos plazca. Podemos actuar libre, despreocupada y desenfrenadamente. Si nos conducimos así, el trono se habrá ido y Cristo también se habrá ido. Por supuesto, según los hechos, el Señor todavía está en nosotros; Él permanece en nosotros. Pero según nuestro sentir, no podremos levantarnos; en vez de ello, nuestro espíritu estará abatido y no podremos alabar, orar ni leer la Biblia. Esto muestra que hemos derribado el trono en nosotros, que hay rebelión en nosotros y que hemos traído confusión al reino que está en nuestro interior.

Nunca debemos pensar que esto sea insignificante. El glorioso Señor, el gran Rey, hoy mora humildemente en nosotros, y desea levantar Su trono y establecer Su reino en nosotros. Esto es un gran asunto. En los pasados dos mil años, el reino del Señor aparentemente ha sido débil; pero en realidad, es fuerte y grande. Hoy en día Jesucristo es grande y vasto en la tierra; Su trono, Su autoridad y Su reino han sido establecidos en miles de personas. No es de extrañar que Napoleón al final de su vida exclamara: “¡Oh, Jesús de Nazaret, Tú me has conquistado! He peleado batallas en muchos lugares durante toda mi vida, pero ahora me encuentro en un estado miserable. Tú, en cambio, nunca has peleado ninguna batalla, pero has establecido Tu trono en muchos lugares de la tierra”.

El reino del Señor se halla establecido en todos los que han creído en Él, incluyéndolo a usted y a mí. Lamentablemente, muchas veces subconscientemente ignoramos esta revelación y este hecho. Aquel que está en nosotros no es solamente nuestro Salvador y nuestra vida, sino también nuestro Rey, el Rey de reyes. Él no está solamente en la cruz, sino también en el trono. Hoy Él entra en nosotros con Su trono. De ahí que la autoridad de todo el universo, la autoridad del cielo y de la tierra, y todo el reino de Dios estén en nosotros.


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