Vida que vence, Lapor Watchman Nee
ISBN: 978-1-57593-909-4
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Quisiera que leyéramos un versículo. En 1 Pedro 1:7 dice: “Para que la prueba de vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo”. Quiero compartirles sobre la prueba de la fe. La Biblia nos revela que no puede haber fe sin que ésta sea probada. Toda fe tiene que ser probada. La fe debe pasar por la prueba debido a las razones que discutiremos.
Dios prueba nuestra fe a fin de que podamos crecer. Ningún cristiano puede crecer si su fe no ha sido sometida a prueba. La fe de todo cristiano que está creciendo debe ser puesta a prueba. Puedo decir con toda certeza que la fe de todo creyente debe ser probada. La fe sólo puede crecer por medio de la prueba. La única forma en que Dios nos ayuda a crecer es probando nuestra fe. Podemos acercarnos a Dios y recibir toda Su gracia por medio de la fe. Una vez que nuestra fe sea probada, creceremos espontáneamente.
Dios prueba nuestra fe, no sólo para que crezcamos, sino también para hallar satisfacción. Nadie que haya creído en el Señor y haya recibido Su gracia puede evitar la prueba de la fe. La prueba de la fe tiene como fin demostrarnos que nuestra fe es genuina. Solamente la fe genuina satisface a Dios. Una fe que haya sido aprobada glorifica el nombre de Dios. El nombre de Dios es glorificado en este mundo mediante una fe aprobada. Si al pasar por tribulaciones, persecuciones, obstáculos y oscuridad, seguimos creyendo y permanecemos firmes después de todas estas pruebas, tendremos la fe que glorifica el nombre de Dios.
Dios prueba nuestra fe no sólo con el propósito de que crezcamos o de hallar satisfacción para Sí; pues nuestra fe, una vez aprobada, hará callar a Satanás. Satanás no va a aceptar tan fácilmente que hayamos creído, y tampoco nos permitirá decir que hemos recibido aquello en lo que hemos creído. El siempre vendrá para engañarnos y molestarnos. Cuando nuestra fe haya sido puesta a prueba, Dios lo dejará sin ninguna excusa. Al ver que no le cedemos terreno, tendrá que retroceder. Mientras Satanás logre engañarnos, él nos detendrá y no nos dejará en paz. Si lo permitimos, hasta nos quitará la bendición de Dios. El no nos soltará hasta no haber agotado todos los recursos. Dios tiene que probar nuestra fe a fin de cerrarle la boca a Satanás.
Otra razón por la que Dios prueba nuestra fe, es que así podamos ayudar a los demás. Una fe que no haya pasado por la prueba no puede ayudar a otros. Solamente cuando nuestra fe es probada, pueden otros recibir ayuda de nuestra parte. Si un hombre ha creído, pero su fe no ha sido probada, su fe no es confiable. Satanás no puede hacer nada en contra de una fe que ha sido genuinamente probada; él no puede sacudir esa fe. Solamente esta fe ayudará a la iglesia. Hermanos y hermanas, la fe que ha sido probada es mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego.
Veamos ahora la relación que existe entre la prueba de nuestra fe y la victoria. Dios desea poner a prueba nuestra fe para asegurarse de que sea una fe verdadera. La fe genuina perdura, pero la fe que no dura mucho no es fe en absoluto. La fe genuina siempre dura un largo tiempo. Seguirá creyendo después de tres días, un mes, un año, diez años o hasta cincuenta años. La fe genuina puede vencer uno, cinco o diez obstáculos, y seguirá creyendo aun después de ser probada una vez, cinco veces o siete veces. La fe que es efímera, que se derrumba o se desvanece después de una leve sacudida, no es fe en absoluto. La fe es perdurable.
En la Biblia podemos ver que vencer depende de creer en la Palabra de Dios. Dios dice que Su Hijo es nuestra vida, nuestra cabeza, nuestra victoria, nuestra santificación y nuestro poder. Sabemos que El llevó nuestras cargas y se responsabilizó de todos nuestros asuntos. Sabemos que El nos da perseverancia y mansedumbre, y que El abastece nuestro interior de todo lo que necesitamos. Damos gracias y alabamos al Señor porque sabemos esto y lo creemos. Pero esta fe necesita pasar por la prueba.
Un hermano me dijo esta mañana: “Ya lo solté todo y creo. Debería de experimentar la victoria. Pero al regresar a casa en bicicleta, después de la reunión de ayer, un anciano se tropezó conmigo y caí en frente de una tienda. Aunque no le dije nada, me enojé mucho. ¿Qué me sucedió? Ya lo había soltado todo, había reconocido que no podía lograr nada y había creído en Cristo como mi victoria. ¿Por qué volví a tener ira? Yo creí que no me volvería a enojar”. Hermanos y hermanas, hay dos explicaciones para esto.
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