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Sacerdocio, Elpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-0324-8
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EL SACERDOCIO TRAE EL REINADO

Ya vimos que Adán, Abel, Noé, Abraham, Isaac y Jacob eran sacerdotes. Al estudiar la Biblia, vemos que estas personas piadosas fueron sacerdotes que cumplieron el propósito de Dios.

También dijimos que el ministerio sacerdotal es el más destacado en la economía de Dios y que activa la función del reinado. David, quien fue ungido por Samuel, el cual era más que profeta, era sacerdote. Samuel fue criado y educado en la casa de Dios como sacerdote, y por medio de él comenzó el reinado.

David fue el primer rey acepto a los ojos de Dios. Un día, cuando el arca era traída de regreso, David se alegró tanto que se puso el efod, parte de la vestidura sacerdotal. ¿Qué significa esto? Simplemente, que el rey necesitaba el sacerdocio y que éste pone en vigencia el reinado.

Desde el punto de vista espiritual, solamente la vida que está llena de Dios trae autoridad. El reinado proviene del sacerdocio, lo cual indica que el poder reinante de Dios procede de Su vida. Si tenemos esta vida, tendremos la autoridad.

Los creyentes además de ser sacerdotes santos, también son sacerdotes que tienen realeza; son un sacerdocio real (1 P. 2:5, 9). Es decir, nosotros constituimos un reino de sacerdotes.

Primero Dios creó al hombre a Su imagen, y luego le dio Su autoridad. (Gn. 1:27, 28). Al hablar de imagen se hace referencia al sacerdocio, y la mención de autoridad trae implícita la idea de reinado. La autoridad del reino proviene de la vida contenida en la imagen de Dios. Debemos ser uno con Dios a tal grado que seamos Su expresión. Así tendremos la autoridad de la vida que proviene de la imagen de Dios. De manera que, la imagen de Dios expresada en el sacerdocio trae consigo la autoridad del reinado.

EL SACERDOCIO TRAE EL MINISTERIO PROFETICO

Si leemos la Biblia con detenimiento, veremos que el sacerdocio no solamente trae el reinado sino también el ministerio profético. Además de ser profeta, Isaías se mantenía en la presencia del Señor; aunque no era sacerdote oficialmente, sí lo era espiritualmente. Tampoco Elías ni Eliseo eran sacerdotes, según lo dictado por la ley, pero sí lo eran en la realidad, porque pasaban sus vidas en la presencia del Señor.

Para ser profetas necesitamos ser sacerdotes. Muchos dicen que debemos anhelar el don de profecía según 1 Corintios, pero solamente el sacerdocio puede activar la función de los profetas.

En particular quisiera que notásemos los profetas de la restauración. Casi todos ellos, como por ejemplo, Jeremías, Ezequiel y Zacarías, eran sacerdotes. Estos tres sacerdotes fueron los profetas destacados durante la restauración. Si leemos el libro de Daniel, veremos que él era un sacerdote, aunque no oficialmente. El pasó su tiempo y su vida en la presencia del Señor y al final, llegó a ser uno con el Señor. Mucha gente presta atención a las profecías de Daniel, pero ignora su sacerdocio. El era sacerdote debido a que primero se había mezclado con el Señor.

Ya vimos que la autoridad de los reyes procede del sacerdocio. Ahora veremos que el verdadero espíritu de profecía también proviene del sacerdocio. Veamos una vez más a Elías, Eliseo, Jeremías, Ezequiel, Daniel y Zacarías. Sin excepción, la función de todos ellos como profetas era el resultado de su sacerdocio. Para ser sacerdote, rey o profeta, se necesita primero el sacerdocio. Así que, los sacerdotes, los reyes y los profetas necesitan el sacerdocio.

Examinemos nuevamente los Salmos. Aunque la mayoría de los salmistas no eran sacerdotes, todos ellos estaban espiritualmente en el sacerdocio. Por ejemplo, David escribió: “Una cosa he demandado a Jehová, ésta buscaré; que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura de Jehová, y para inquirir en su templo” (Sal. 27:4). Si David no hubiese sido sacerdote, no podría morar en la casa de Dios, ya que esto sólo corresponde a la vida sacerdotal.

Uno de los salmistas dice que morar en los atrios del Señor es mejor que mil días fuera de ellos. Esta es la mejor manera de redimir el tiempo, porque se redime mil veces. No debemos estar satisfechos con permanecer en el atrio. Debemos aprender a permanecer en la presencia del Señor, pues allí una hora es mejor que mil lejos de El. Este es el sacerdocio que trae tanto el reinado como el ministerio profético.


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