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Arbol de la vida, Elpor Witness Lee

ISBN: 978-1-57593-813-4
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CAPITULO SIETE

COMO EL POSTRER ADAN SE CONVIERTE EN EL ARBOL DE LA VIDA EN NOSOTROS

Lectura bíblica: 1 Co. 15:45; Jn. 14:1-6, 10, 16-20, 23; 20:22

Dice en 1 Corintios 15:45: “Así también está escrito: ‘Fue hecho el primer hombre Adán alma viviente’; el postrer Adán, Espíritu vivificante”. En este versículo hay dos puntos importantes. Primero, Cristo, el postrer Adán, llegó a ser Espíritu. En segundo lugar, Cristo fue hecho no sólo Espíritu, sino también un Espíritu que da vida, que imparte vida. Fue hecho Espíritu para que pudiera darnos vida.

En 1 Corintios 15:45 no dice específicamente que Cristo, el Hijo de Dios, o que Jesús llegó a ser Espíritu vivificante, sino que el postrer Adán llegó a ser tal Espíritu. El primer Adán es el comienzo de la humanidad; el postrer Adán es el fin de la humanidad. La expresión “el postrer Adán” significa el último hombre. Después de él no hay más Adanes.

COMO CRISTO LLEGO A SER
ESPIRITU VIVIFICANTE

Ahora debemos preguntar cómo Cristo llegó a ser Espíritu. La explicación de cómo este hombre llegó a ser Espíritu vivificante, se halla en el Evangelio de Juan. Este Evangelio comienza con el Verbo. En el principio era el Verbo, y el Verbo era Dios (Jn. 1:1). En El estaba la vida (1:4). ¿Cómo podía ser nuestra vida la que estaba en El? En El estaba la vida, pero esta vida no estaba en nosotros. El Verbo, que era Dios, se hizo carne; El se hizo hombre (1:14) y este Dios-hombre era el postrer Adán.

En el Evangelio de Juan, del capítulo uno al capítulo catorce, hay muchos aspectos de Cristo. El capítulo catorce es el viraje decisivo de este Evangelio. El capítulo trece todavía está en el atrio. En este capítulo el lavamiento de los pies de los discípulos por parte del Señor señala el lavacro, que estaba en el atrio del tabernáculo, donde uno podía lavarse y limpiarse. A partir del capítulo catorce nos volvemos del atrio al Lugar Santo, y de este capítulo al capítulo diecisiete el tabernáculo con el Lugar Santo y el Lugar Santísimo está edificado. El Señor reveló cómo iba a hacerse Espíritu vivificante en Juan 14—16, y la manera en que lo hizo se halla en Juan 18—20: la de la muerte y la resurrección. Por medio de la muerte y la resurrección, este hombre llegó a ser Espíritu vivificante.

En Juan 20, después de la muerte y la resurrección, este hombre regresó a Sus discípulos en forma del Espíritu y sopló en los discípulos, diciendo: “Recibid el Espíritu Santo” (v. 22). El Espíritu Santo es el Espíritu que da vida (2 Co. 3:6). Con este Espíritu, la vida entra en nosotros; con esta vida tenemos la luz; y con esta luz tenemos todas las riquezas de lo que es este Dios-hombre. Todos los aspectos de Cristo presentados en el Evangelio de Juan son los diferentes aspectos de las riquezas de este Dios-hombre, y todas estas riquezas están ahora en el Espíritu vivificante. Todas las riquezas de Cristo en su totalidad equivalen a la vida. Si usted tiene la vida, disfruta al Señor como la puerta, como el pastor, y como muchas otras cosas. Incluso el lavamiento de los pies descrito en Juan 13 no es algo simplemente externo; es algo interno. Si usted no sabe alimentarse del Señor como vida, no puede disfrutar el lavamiento de la vida. Cuando le disfruta alimentándose de El como vida, será nutrido, y al mismo tiempo sentirá el lavamiento. La nutrición lava y limpia. Cuando usted se alimenta del Señor Jesús, o sea cuando le come y le disfruta como rico banquete, usted es nutrido y al mismo tiempo regado, iluminado, limpiado, fortalecido y consolado. Las riquezas de esta vida reposan en el Espíritu vivificante.

El libro de Juan comienza con el Verbo y termina con el Espíritu. El Verbo, el cual es Dios, pasó por los procesos de la encarnación, el vivir humano con sus sufrimientos, la crucifixión y la resurrección. En la resurrección este Dios-hombre maravilloso llegó a ser Espíritu vivificante. Todos los aspectos de lo que es Cristo y todos Sus procesos están concentrados e incluidos en el Espíritu vivificante. Tal vez usted sepa que Cristo es el Hijo de Dios, que El es el Cordero de Dios, aquel que murió en la cruz por sus pecados, y que El es el Salvador. Pero, ¿le conoce a El de manera viva como el Espíritu vivificante?

El libro de Juan concluye al final del capítulo veinte donde el Señor se impartió en los discípulos soplando en ellos como Espíritu Santo. El capítulo veintiuno es la “P. D.” del Evangelio de Juan. Cuando escribimos una carta, puede ser que tengamos algo más que decir después de la conclusión para establecer un punto particular. Juan 21 es la “P. D.” de este Evangelio, comprobando y confirmando que el Espíritu vivificante no sólo está con los discípulos, sino también dentro de ellos. Dondequiera que estuvieran, allí estaba el Espíritu vivificante. Aun cuando estaban apartándose y desviándose, El todavía estaba allí. No importa lo que haga usted, El siempre está con usted. Si va al cine, El irá con usted pero no estará contento. Cuando los discípulos se desviaron en Juan 21 regresando al mar para ocuparse de su sustento, el Señor estaba con ellos todo el tiempo. Cuando Pedro les dijo a los demás hermanos que iba a pescar, ellos le siguieron regresando así a su vieja vocación. Pescaron toda la noche y no sacaron nada; pero, incluso en la tierra donde no hay peces, el Señor pudo proveerles de ellos. Dondequiera que esté el Señor, nuestras necesidades estarán satisfechas. Debemos aprender la lección de ser uno con El. Juan 21 es una prueba, una confirmación, de que esta Persona maravillosa ahora está en Sus redimidos. El está con ellos todo el tiempo como el Espíritu vivificante. La conclusión de Juan se encuentra en el capítulo veinte, pero su “P. D.” no tiene fin. Hoy todavía tenemos la “P. D.” del Evangelio de Juan.

Debemos dedicar algún tiempo para ver el viraje decisivo del libro de Juan en los capítulos del catorce al diecisiete. Juan 14:1-2a dice: “No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en Mí. En la casa de Mi Padre muchas moradas hay”. La palabra “moradas” del versículo 2 es la misma palabra griega traducida “morada” en el versículo 23. El Señor Jesús dice en este versículo que El y el Padre vendrán al creyente y harán morada con él. La palabra “morada” en el griego es la forma sustantiva del verbo “permanecer”. El Señor continúa en los versículos 2 y 3: “Voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me voy y os preparo lugar, vendré otra vez, y os tomaré a Mí mismo, para que donde Yo estoy, vosotros también estéis”. El Señor dijo: “Si voy ... vendré”. Esto significa que la ida del Señor era Su venida. Luego añadió que recibiría a los discípulos a Sí mismo para que donde El estuviera, ellos también estarían. ¿Dónde está el Señor en Juan 14? El versículo 10 dice: “¿No crees que Yo estoy en el Padre, y el Padre está en Mí?” El Señor está en el Padre y deseaba que los discípulos estuvieran donde El estaba. El está en el Padre, y ellos también estarían en el Padre. El Señor iba a hacer algo para introducir a los discípulos en el Padre. Pedro, Juan, Jacobo y Andrés no estaban en el Padre, pero El sí. Ellos eran pecadores y no había lugar para ellos en el Padre. Por lo tanto, el Señor tenía que ir (por medio de Su muerte y Su resurrección) a preparar un lugar para ellos en el Padre. Deseaba introducirlos en el Padre.

En el versículo 20 el Señor les dijo a los discípulos: “En aquel día vosotros conoceréis que Yo estoy en Mi Padre, y vosotros en Mí, y Yo en vosotros”. En el día de la resurrección los discípulos estarían en el Señor y en el Padre donde El estaba. El hecho de que el Señor fuese al Padre (v. 28) por medio de Su muerte y Su resurrección equivalía en realidad a que entraba en los discípulos (v. 18). El primer paso de Su venida se dio por la encarnación. El dio el segundo paso pasando por la muerte y resurrección para ser transfigurado de la carne al Espíritu, entrar en Sus discípulos y morar en ellos, como lo revelan los versículos del 17 al 20. Su ida fue en realidad Su venida.

Los versículos del 4 al 6 dicen: “Y a dónde Yo voy, ya sabéis el camino. Le dijo Tomás: Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo, pues, podemos saber el camino? Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la realidad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por Mí”. El camino es una persona y el lugar también es una persona. Muchos creyentes interpretan estos versículos como si dijeran que nadie puede irse a los cielos sino por Cristo. Pero el verdadero significado aquí es que nadie puede entrar en el Padre sino por Cristo. Nadie puede ganar una verdadera unión con el Padre excepto por Cristo.

Los versículos del 16 al 20 dicen: “Y Yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de realidad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque permanece con vosotros, y estará en vosotros. No os dejaré huérfanos; vengo a vosotros. Todavía un poco, y el mundo no me verá más; pero vosotros me veis; porque Yo vivo, vosotros también viviréis. En aquel día vosotros conoceréis que Yo estoy en Mi Padre, y vosotros en Mí, y Yo en vosotros”. Aquel que [estará con nosotros], quien es el Espíritu de realidad del versículo 17, llega a ser Aquel que [no nos dejará huérfanos], el Señor mismo, del versículo 18. Esto significa que el Señor, después de Su resurrección, llegó a ser el Espíritu de realidad. Esto se confirma en 1 Corintios 15:45. Al tratar la cuestión de la resurrección, dice: “El postrer Adán [fue hecho] Espíritu vivificante”. “Aquel día” mencionado en Juan 14:20 debe de ser el día en que el Señor resucitó (20:19). Debe ser que después de Su resurrección el Señor viva en Sus discípulos y que ellos vivan por El, según lo mencionado en Gálatas 2:20.

El versículo 23 dice: “El que me ama, Mi palabra guardará; y Mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él”. En Juan 15:4 el Señor Jesús dice: “Permaneced en Mí, y Yo en vosotros”. En Juan 14 tenemos la morada, y en el capítulo quince, el asunto de permanecer. Debido a que la morada ya está preparada, podemos permanecer. La morada mencionada en 14:23 es una de las muchas moradas mencionadas en 14:2. Finalmente, será una morada mutua donde el Triuno Dios puede permanecer en los creyentes y los creyentes en El.

El libro de Juan nos revela que tenemos pecado (16:8-9), y en Juan 12:31 menciona al príncipe de este mundo, al rey de esta edad, al enemigo de Dios, Satanás el diablo. Nosotros los seres humanos somos pecaminosos y estamos bajo la mano de aquel que usurpa, Satanás. Con respecto al problema del pecado y de Satanás, ¿cómo podríamos tener una unión con Dios el Padre? ¿Cómo podríamos entrar en el Padre, y cómo podría el Padre entrar en nosotros? El Señor Jesús vino para introducirnos en el Padre y para introducir al Padre en nosotros. Vino para que nosotros tuviéramos vida en abundancia (Jn. 10:10). Pero, ¿cómo podría esto llevarse a cabo ya que nosotros somos pecaminosos y estamos bajo la mano de Satanás? Primero, el Cordero tenía que ser inmolado, tenía que morir, por nuestros pecados (1:29). El Cordero tenía que ser puesto en la cruz para derramar Su sangre a fin de que nuestros pecados fuesen anulados. Además, cuando el Cordero fue levantado en la cruz, Satanás fue juzgado y echado fuera (12:31-32). El resolvió el problema del pecado y de Satanás al morir en la cruz, y así preparó el camino por el cual nosotros podemos entrar en el Padre y tengamos un lugar en El. El Señor fue a preparar un lugar para nosotros en el Padre y lo hizo al derramar Su sangre para redimirnos de nuestros pecados y quitarlos todos y al destruir a Su enemigo Satanás, liberándonos así de la mano usurpadora de Satanás.

El Señor no iba al cielo con el propósito de prepararnos una mansión celestial donde pudiéramos ir un día después de morir. Este pensamiento no corresponde con el Evangelio de Juan cuando se lo considera en su totalidad. El Señor vino para introducir a Dios en el hombre y para poner al hombre en Dios. Sin embargo, nosotros tenemos los problemas del pecado, Satanás y el mundo. Estas cosas negativas nos separaron de Dios e impidieron que Dios entrara en nosotros. Todos estos problemas fueron resueltos y eliminados por la muerte todo-inclusiva del Señor. Por Su crucifixión, los pecados, el mundo y Satanás han sido eliminados. Por Su muerte El preparó el camino, y también preparó un lugar de modo que donde El esté, nosotros también podemos estar. El está en el Padre y por medio de Su muerte y Su resurrección nosotros también podemos estar en el Padre. El fue a preparar un lugar para nosotros en el Padre.

Por el lado positivo, el Señor vino para impartirse en nosotros como vida. Con este propósito El fue a la cruz como grano de trigo (Jn. 12:24). Un grano de trigo imparte su vida en otros granos al morir y resucitar. Cuando un grano de trigo cae en la tierra y muere, crece, y la vida dentro de él es impartida en muchos granos. Por medio de la muerte y la resurrección, la vida dentro del grano original llega a ser la vida de muchos granos. De esta manera el Señor se imparte en nosotros. Al estar El en nosotros, somos uno con El. El está en el Padre, y nosotros también estamos en el Padre por medio de Su muerte y resurrección. Por Su muerte todo-inclusiva y Su resurrección maravillosa, El se introdujo en nosotros y nos introdujo en Sí mismo y en el Padre. Es por esto que El dice: “En aquel día vosotros conoceréis que Yo estoy en Mi Padre, y vosotros en Mí, y Yo en vosotros”. Por medio de Su muerte y Su resurrección El llegó a ser nuestra morada y nosotros llegamos a ser las Suyas. Estamos en El, así que El es nuestra morada; y El está en nosotros, así que nosotros somos Sus moradas. Por Su muerte y resurrección muchas moradas fueron preparadas. Todas estas moradas sumadas equivalen a la casa del Padre.

La expresión “la casa del Padre” se usa en el Evangelio de Juan en 2:16 y en 14:2. En el capítulo dos la casa del Padre es el templo, y en el capítulo 14 también. Decir que la casa del Padre es el cielo no concuerda con la revelación bíblica. La casa del Padre es el edificio, el templo, el cual es la totalidad de todas las moradas, de todas las personas regeneradas. En la casa del Padre hay muchas moradas. La casa del Padre es en realidad una morada mutua, una mezcla del Dios Triuno con Su pueblo escogido, redimido y regenerado. Nosotros somos las moradas del Padre, del Hijo y del Espíritu, y Ellos son nuestra morada. Esta es la morada mutua revelada en el Evangelio de Juan. Hemos sido introducidos en el Dios Triuno, y El se ha forjado en nosotros al mezclarse con nosotros. El Señor Jesús se iba al morir y resucitar a fin de poder introducirnos en el Padre e introducir al Padre en nosotros, realizando así la mezcla universal del Dios Triuno con la humanidad. Esta mezcla es la casa del Padre.

El Señor Jesús introdujo al Padre en nosotros por y en el Espíritu. Juan 14—16 nos muestra que el último hombre, el postrer Adán, llegó a ser Espíritu vivificante al morir y resucitar. Por lo tanto, en la tarde de Su resurrección, El vino a Sus discípulos no en la forma de carne, sino de Espíritu. El es el Espíritu en resurrección.


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