Terreno genuino de la unidad, Elpor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-3873-8
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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En el capítulo anterior vimos que los lugares altos causaron que el terreno de la unidad se dañara y se perdiera. Antes de que Salomón y Jeroboam erigieran los lugares altos, los hijos de Israel habían sido preservados en la unidad por el templo en Jerusalén, el único lugar escogido por Dios. Durante las fiestas anuales, el pueblo de Dios se congregaba en unidad. Mientras subían al monte de Sión, ellos incluso cantaban las palabras del salmo 133: “¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es que habiten los hermanos juntos en armonía”. Sin embargo, Salomón, para gratificar su propia concupiscencia, tomó la iniciativa de edificar lugares altos. Estos lugares altos perjudicaron la unidad genuina del pueblo de Dios, porque eso impidió que muchos fueran a adorar a Jerusalén. Algunos quizás hayan ido a los lugares altos con el pretexto de adorar a Dios. No obstante, en los lugares altos habían ídolos. Además, Jeroboam edificó lugares altos a fin de satisfacer su ambición. Se nos dice que los lugares altos fueron erigidos sobre toda colina o collado y bajo todo árbol frondoso. Esto indica cuánto se habían propagado y cuán comunes eran.
Los lugares altos eran la fuente de toda clase de maldades. Puesto que los lugares altos representan la división, esto indica que la división es una fuente del mal. Los lugares altos fueron introducidos por causa de la carne y la ambición del hombre. Salomón edificó lugares altos debido a su concupiscencia, mientras que Jeroboam lo hizo debido a su ambición. Por tanto, la concupiscencia y la ambición fueron los factores principales de la edificación de los lugares altos. En términos actuales, la división es el resultado de la carne y de la ambición. En el cristianismo actual hay “lugares altos” en todas partes, debido a que la cristiandad está llena de divisiones. Todos estos “lugares altos” son elevaciones donde se exalta algo en lugar de Cristo. Con esto vemos que la situación en la que se encuentra la cristiandad actual es un cumplimiento claro de la tipología que vemos en el Antiguo Testamento.
En primer lugar, los lugares altos causaron mucho daño a la unidad del pueblo de Dios. Este daño provocó la ira de Dios. Él no pudo tolerar la situación y envió al ejército asirio para que invadiera al reino del norte de Israel; lo cual debió haber servido de advertencia a Judá, el reino del sur. No obstante, aquellos que estaban en Judá continuaron adorando en los lugares altos. Aunque algunos fueron llevados a Egipto por faraón Necao, el pueblo no le hizo caso a esta advertencia. Finalmente, el ejército de Babilonia no solamente conquistó la tierra de Judá, sino que también destruyó el templo y llevó cautivo a muchas personas a Babilonia. Además, los utensilios del templo fueron llevados a Babilonia y colocados en la casa de los ídolos. Así que, el terreno de la unidad no sólo fue dañado, sino que además se perdió por completo.
Éste es un cuadro de la situación que impera entre los cristianos hoy en día. Las denominaciones y los grupos independientes son “lugares altos”; son divisiones. En cada uno de estos “lugares altos” se exalta algo que no es Cristo. Incluso se exaltan y se usan cosas muy buenas y espirituales para causar división.
Según Romanos 14, no existe ninguna razón que justifique la división entre los cristianos. Sin embargo, la mayoría de los cristianos están acostumbrados a la existencia de “lugares altos”. Algunos podemos pensar incluso que tales “lugares altos” son buenos y necesarios. Pensamos de esta manera, debido a que nacimos en un ambiente que está lleno de divisiones, con toda clase de “lugares altos”. Por estar tan acostumbrados a la división, es posible tener poca sensibilidad al respecto. Pero el sentir de Pablo en Romanos 14 era totalmente diferente. En este capítulo nos anima a no discutir sobre tales cosas como la comida o la observancia de los días. En cuanto a estas cosas, debemos abstenernos de expresar nuestra opinión. De esta manera, la unidad de los creyentes será guardada.
En el capítulo anterior me referí a una reunión conjunta que tuvimos en 1963, por un tiempo, con varios grupos cristianos en Los Ángeles. Los miembros de estos grupos tenían mucho deseo de reunirse para practicar la vida de iglesia. Considerando su interés y su propuesta de reunirnos juntos, les hablé unas palabras de Romanos 14. Les señalé que para practicar la vida de iglesia, tenemos que seguir el camino que estableció Pablo en ese capítulo. Muchos cristianos hablan acerca de la vida del Cuerpo que se menciona en Romanos 12, pero hacen a un lado los principios hallados en Romanos 14. Sin Romanos 14 es imposible tener la vida del Cuerpo descrita en Romanos 12. A lo largo de los siglos, los cristianos han estado divididos debido a las opiniones acerca de doctrinas y prácticas. Por ejemplo, los cristianos están divididos en cuanto al asunto del bautismo. Están en desacuerdo no solamente con respecto del método de bautismo, sino también por el agua que se utiliza y por el nombre en el cual se bautizan los creyentes. Las opiniones en cuanto al bautismo han causado muchas divisiones, incluso muchas elevaciones que exaltan una opinión en particular. Por tanto, es muy importante que sigamos el camino que Pablo nos muestra en Romanos 14. Los que estaban en estos grupos me aseguraron que seguirían este camino.
No obstante, después de tan sólo unas semanas, surgieron problemas. Algunos insistieron en tocar la pandereta y hablar en lenguas en las reuniones. Otros se opusieron rotundamente a estas prácticas. Finalmente, ninguno de los dos grupos estuvo dispuesto a ceder o a tomar en cuenta el sentir de los demás a fin de mantener la unidad. Al final, no les fue posible continuar con esa reunión conjunta. Los que estaban en estos grupos esperaban que todos fueran iguales a ellos. Sin embargo, si tenemos tal expectativa, no será posible tener la vida de iglesia. La vida de iglesia debe ser todo-inclusiva, capaz de incluir a toda clase de cristianos genuinos.
En Romanos 14 Pablo no tenía ninguna intención de tomar partido en cuanto a los asuntos de la comida o de la observancia de días. En cambio dijo: “El que hace caso del día, lo hace para el Señor; el que come, para el Señor come, porque da gracias a Dios; y el que no come, para el Señor no come, y da gracias a Dios” (v. 6). Ésta era la actitud de Pablo y ésta debe ser nuestra actitud hoy en día.
No debemos tratar de hacer que todos sean iguales a nosotros. Por ejemplo, si nosotros no hablamos en lenguas, no debemos prohibir que otros hablen en lenguas. Por otra parte, los que hablan en lenguas no deben insistir en que otros lo hagan. Si tenemos esta actitud, no seremos sectarios, y no habrá “lugares altos” entre nosotros.
Algunos nos acusan de ser intolerantes. De hecho, no lo somos, porque recibimos a todos los cristianos genuinos. Los que son estrechos son aquellos que insisten en mantener cierta doctrina o práctica. Su insistencia en cuanto a un asunto en particular hace que aquello sea un asunto elevado y exaltado en lugar de Cristo.
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