Los de corazón puropor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-2060-3
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
ISBN: 978-0-7363-2060-3
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
Font Size
Es entonces que viviremos delante de Dios, y es en ese momento que Dios nos mostrará este hecho glorioso: que separados del Señor, no podemos hacer nada. Separados del Señor, nada de lo que hagamos podrá complacer a Dios. Solamente cuando el Señor se convierte en nuestra fuerza es que podemos agradar a Dios. En Juan 15:5 el Señor dijo: “Porque separados de Mí nada podéis hacer”. Así pues, por una parte, la Biblia nos muestra que todo lo podemos en Aquel que nos reviste de poder (Fil. 4:13); y, por otra, nos dice que separados de Cristo nada podemos hacer. Esto significa que no sólo necesitamos ser librados de nosotros mismos, sino que también necesitamos estar en Cristo. En otras palabras, Dios nos está quebrantando con el fin de que no confiemos en nosotros mismos y seamos liberados del yo; al mismo tiempo nos muestra que Cristo es tanto nuestra fortaleza como nuestro poder.
Es por medio de este proceso que nuestro esfuerzo es liquidado, y es también mediante esta experiencia que Dios nos muestra que Cristo es nuestra fortaleza y que, en nosotros, El es viviente y poderoso. Por esta razón, podemos testificar que “ya no ... yo, mas ... Cristo” (Gá. 2:20). Es en ese momento que habremos de alabar y dar gracias al Señor desde lo profundo de nuestro ser y habremos de decirle: “Señor, Tú eres mi vida y Tú eres mi poder”. Así, nos desecharemos a nosotros mismos y diremos: “Señor, tenemos Tu vida y Tu poder en nuestro ser. Ya no usaremos más nuestras fuerzas ni nuestros métodos”. En esto consiste el vivir santo de un cristiano, y ésta es la vida vencedora que corresponde a un cristiano genuino. No es necesario que nos propongamos ser personas sumisas, puesto que hay un poder que nos capacita para ser tal clase de persona. No es necesario tomar alguna resolución al respecto, porque el poder, el cual es el propio Señor, viene de adentro. Es entonces que habremos de darnos cuenta de que todo lo que hacemos no es meramente bueno, sino que es el Señor mismo.
Cristo es el poder de Dios, pero en lo que concierne a nuestra experiencia, se necesitan varios pasos para que Cristo exprese Su poder desde nuestro ser. El primer paso consiste en que Cristo atrae nuestro corazón a fin de que le amemos. El segundo paso es que nosotros procuramos amar a Cristo valiéndonos de nuestros propios esfuerzos, pero fallamos y nos desanimamos. Es en ese preciso momento que Dios nos muestra que no es por medio de nuestras fuerzas, sino por medio del poder de Cristo; que no somos nosotros, sino Cristo; que no es a nuestra manera, sino a la manera de Cristo; que no es nuestra sabiduría, sino la de Cristo. Dios nos muestra que debemos desechar nuestros propios esfuerzos y métodos, y entonces, aún sin proponérnoslo, desecharemos nuestra propia persona debido a que hemos tenido tantos fracasos que habremos perdido la confianza en nosotros mismos. Mientras otros son capaces de vencer, nosotros no, pues fracasamos sin cesar. Nos damos cuenta de que las personas como nosotros son incapaces de agradar a Dios. Es entonces que somos quebrantados; somos quebrantados completamente. Percibimos entonces que ya no somos nosotros, sino Cristo. Solamente lo podemos todo cuando estamos en Cristo. De esta manera, el Señor Jesús espontáneamente se convierte en el poder en nosotros. Entonces, la santidad que tengamos y las victorias que logremos, habrán surgido de este proceso de quebrantamiento.
Cuando alguien se vuelve fervoroso por el Señor y quiere hacer muchas cosas para El, siempre se despiertan en mí dos sentimientos distintos: por una parte, siento que es bueno que alguien esté tan dispuesto a servir al Señor; por otra, siento que el celo de esa persona no será de mucha utilidad y que tal persona está destinada a fracasar. No sólo eso, sino que fracasar y caer es de provecho para el cristiano.
Conocí a un santo cuya situación personal y su vida de oración eran muy buenas antes de su matrimonio; pero, una vez que se casó, le era imposible leer la Biblia o tener comunión con Dios de la manera debida, pues tenía un problema delante de Dios. El no entendía por qué le sucedía esto. Antes de casarse, no tenía ningún problema con el Señor, pero una vez se casó, no sólo no podía orar, sino que se sentía muy desanimado. Si dejaba de asistir a las reuniones, su ser interior manifestaba desacuerdo; pero cuando asistía, su ser interior se desanimaba. El sabía que debía amar al Señor, pero no era capaz de hacerlo. Se sentía sumamente deprimido. Cuando vi que esto sucedía, me puse muy contento. Este hermano acudió a mí preguntándome qué debía hacer, y le respondí que no necesitaba hacer nada ni preocuparse por nada. Esto no era otra cosa sino el Señor que lo estaba quebrantando.
Frecuentemente, creemos que somos capaces de complacer al Señor con nuestros propios esfuerzos. Pero los esfuerzos y los métodos del hombre sólo representan el yo. Cada vez que tratamos de agradar a Dios de esta manera, se manifiesta nuestro propio poder, y no la vida de Cristo; es nuestra propia manera, y no Cristo quien nos ilumina; somos nosotros quienes estamos siendo expresados, y no Cristo; somos nosotros quienes estamos procurando agradar a Dios, y no Cristo. De esta manera, Cristo no puede expresarse. De este modo, El no puede ser expresado como nuestra vida y poder. Tenemos que comprender que la vida cristiana no consiste en hacer buenas obras, sino en expresar a Cristo. El propósito de Dios es forjar a Cristo en nosotros, a fin de que El pueda ser expresado desde nuestro ser.
Siempre que resolvemos agradar a Dios, debemos comprender que esto traerá consigo la disciplina del Señor, nuestro fracaso y nuestra bancarrota personal. Dicha bancarrota no se refiere a la bancarrota material, sino a la bancarrota en términos éticos. Nos será imposible soportar dificultad alguna, y Dios preparará circunstancias que nos oprimirán, nos quebrantarán, y causarán que perdamos toda esperanza en nosotros mismos y lleguemos a considerarnos como nada. Es en ese momento que nos daremos cuenta de que no podemos agradar a Dios valiéndonos de nuestras propias fuerzas. A Dios sólo le agrada lo que Cristo hace por medio de nosotros; a Dios le agrada que Cristo gane terreno en nosotros. No obstante, para que Cristo gane terreno en nosotros y sea expresado por medio de nosotros, tenemos que permitir que Dios quebrante nuestros esfuerzos, nuestros métodos y nuestra sabiduría.
La mayoría de la gente cree que el problema del hombre es el pecado, y que éste es el enemigo de Dios. De hecho, el problema del hombre no es el pecado, sino su esfuerzo propio y su propia manera de hacer las cosas. Debido a que el hombre posee demasiadas fuerzas, demasiadas maneras de hacer las cosas y demasiada sabiduría propia, Cristo no tiene terreno en el hombre. Para que Cristo gane terreno en el hombre, hay una cosa que Dios tiene que hacer. ¿Cuál es? Dios tiene que quebrantar la fuerza, los métodos, la sabiduría y la determinación del hombre. Toda fortaleza humana, todos los métodos y la sabiduría humana, así como la determinación del hombre, tienen que ser quebrantados por Dios.
Nuestra experiencia nos ha enseñado que cuanto más luchemos, más seremos quebrantados. Cuanto más oremos pidiéndole a Dios que se haga realidad nuestro deseo de complacerle, más nos quebrantará. Específicamente, Dios generará situaciones que no podremos soportar y, finalmente, toda nuestra fortaleza y todos nuestros métodos terminarán porque no seremos capaces de soportar nuestras circunstancias. Tanto nuestras fuerzas como nuestros métodos se irán a la quiebra. Entonces, diremos: “Oh Dios, yo no puedo hacer nada. Todo lo que tengo es un corazón que te ama”. Es en ese momento que Dios nos mostrará que el Señor Jesús vive en nuestro ser para ser nuestra vida y nuestras fuerzas. Entonces, nos postraremos ante El y diremos: “Oh Dios, ya no soy yo, sino Cristo; ya no son mis métodos, sino Tu dirección; ya no es mi determinación, sino Tu resplandor”. Como resultado de ello, podremos complacer a Dios, y Cristo podrá llenarnos interiormente y ser expresado a través de nosotros exteriormente. Todo el que ha llegado a tal extremo, ha tenido que pasar por muchos sufrimientos y quebrantamientos. Bienaventurados son aquellos que pueden atravesar por todos estos sufrimientos y quebrantamientos, pues es de esa manera que llegaremos a saber cómo Cristo puede ser el poder en nuestro ser. Separados de Cristo, nada podemos hacer; pero todo lo podemos en El.
Nota: Esperamos que muchos se beneficien de estas riquezas espirituales. Sin embargo, para evitar cualquier tipo de confusión, les pedimos que ninguno de estos materiales sean descargados o copiados y publicados en otro lugar, sea por medio electrónico o por cualquier otro medio. Living Stream Ministry mantiene todos los derechos de autor en estos materiales, y esperamos que ustedes los que nos visiten respeten esto.