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Misterio de Dios y el misterio de Cristo, Elpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-2690-2
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Actualmente disponible en: Capítulo 3 de 9 Sección 2 de 4

“FORTALECIDOS CON TODO PODER,
CONFORME A LA POTENCIA DE SU GLORIA”

Primero conocemos y luego andamos, pero para andar también necesitamos ser fortalecidos. Si no somos fortalecidos, no podemos andar. Colosenses 1:11a dice: “Fortalecidos con todo poder, conforme a la potencia de Su gloria”. Prestemos atención a las tres palabras usadas en este versículo: fortalecidos, poder y potencia. Esto es muy significativo. Al escribir las Sagradas Escrituras, el Espíritu Santo no fue descuidado. Él escogió cada palabra. Las tres palabras usadas en este versículo indican tres etapas. Fuerza es la primera etapa, poder es la segunda y potencia es la tercera. Fuerza se refiere a la energía interior o al poder de vida. Hay una vida dentro de nosotros que es un poder en nosotros. Esta vida es Cristo mismo. Esto se puede comparar con la gasolina en un carro. La gasolina le proporciona el poder interior al carro. Cristo como nuestra vida es el poder de vida dentro de nosotros, el cual nos infunde energía continuamente. Esta energía es una fuerza interior que nos fortalece todo el día.

El ser fortalecidos interiormente nos trae a la segunda etapa, esto es, el poder. Cuando somos fortalecidos por la vida de Cristo interiormente, tenemos poder. Tenemos el poder para amar a otros, el poder para ser pacientes y el poder para hacer la obra del Señor. La fuerza se convierte en poder. Ser fortalecidos es el inicio, y el poder es dicha fuerza en acción.

Esta fuerza en acción, este poder, produce una condición en la cual la gloria de Dios resplandece por medio de nosotros. Ésta es la tercera etapa: la potencia de Su gloria. La fuerza es algo que opera dentro de nuestro espíritu y corazón, el poder es dicha fuerza en acción, y la potencia es algo que se manifiesta en las acciones que tomamos. Cuando contactamos al Señor, Él nos fortalece interiormente. Al ser fortalecidos, recibimos poder, y este poder nos capacita para andar. El resultado de esto es la potencia de la gloria.

Esto se puede ejemplificar con un foco. Cuando el foco está conectado al enchufe eléctrico, “es fortalecido” por la electricidad. Como resultado de ello, obtiene el poder para expresar la luz y resplandecer. Podríamos llamar esto la luz de la gloria. Del mismo modo, cuando contactamos al Señor al orar, al meditar, al leer las Escrituras y al tener comunión con Él, somos fortalecidos en nuestro espíritu y corazón. Esto nos da el poder para andar en nuestra vida diaria. Como resultado, las personas verán la gloria de Dios en nosotros. La gloria de Dios puede resplandecer por medio de nosotros porque tenemos la potencia; la potencia es hecha real a nosotros porque tenemos el poder; y tenemos el poder porque hemos sido fortalecidos por el Señor mediante nuestro contacto con Él.

Una vez conocí a un hermano que ejemplifica esta experiencia. Este hermano era muy querido, y realmente tenía una condición muy espiritual delante del Señor. Antes de ser salvo, trabajaba para la oficina de aduana en China. En aquel tiempo, todos los que trabajaban para la oficina de aduana recibían un sueldo muy bueno. Por tanto, exhibían sus riquezas y llevaban vidas mundanas. Día tras día iban a fiestas, a bailes y al cine, y participaban en toda clase de entretenimientos. Cuando este hermano recibió al Señor, él repudió todas esas cosas mundanas. Sin embargo, cuando su esposa vio esto, ella no estaba contenta y no estuvo de acuerdo. Es frecuente que las esposas amen al mundo, lo cual causa problemas. Su amor por el mundo generalmente es un problema para sus maridos y sus familias. En comparación con los hombres, por lo general las mujeres aman más al mundo.

Después de que este hermano fue salvo, la actitud de su esposa hacia él cambió. Un día cuando este hermano llegó a casa del trabajo, tan pronto como entró por la puerta, su esposa empezó a quitar los cuadros de la pared y a tirárselos. ¿Qué hizo este hermano en tal situación? Él no habló en voz alta, sino suavemente. Simplemente dijo: “Alabado sea el Señor. Gracias, Jesús”. Entonces su esposa comenzó a agarrar otras cosas para lanzárselas. Cuando la esposa hizo esto, el hermano entró en su habitación, se arrodilló y comenzó a orar. La esposa le comenzó a gritar, pero el hermano sólo se arrodilló, y oró y oró. Finalmente, la esposa no pudo hacer nada más.

Siempre que veíamos a este hermano, nos dábamos cuenta de que la gloria estaba con él. La gloria de Dios estaba sobre este hermano. También nos dábamos cuenta de que este hermano no era débil. Era un hombre lleno de potencia. Podía perseverar con gozo. Era capaz de padecer estas tribulaciones lleno de gozo.

Un día este hermano invitó a algunos hermanos a su casa para celebrar una fiesta de amor y tener comunión. Nunca podrán imaginarse lo que hizo su esposa. Ella no cocinó, sino que sacó todas las sobras del día anterior. Cuando nos sentamos para comer, vimos que la esposa no había cocinado, sino que había sacado las sobras del día anterior. Hermanos, ¿piensan ustedes que podrían sobrellevar esto? ¿Qué creen que hizo este hermano? Con lágrimas en sus ojos, dijo a los hermanos: “Alabemos al Señor por las sobras. Creo que ésta es la mejor fiesta de amor”. Entonces todos los hermanos dijeron: “¡Amén! ¡Aleluya! Verdaderamente ésta es la mejor fiesta”. Este hermano experimentó a Cristo en medio de su situación tan difícil.

¿Cuál fue el resultado de esta situación? Un día la esposa fue conducida al Señor. Ella fue convencida por la condición de su marido, a saber, por la potencia de la gloria que vio en él.

Antes de que su esposa fuera salva, escuché acerca de esta situación; oí acerca de todas estas cosas. Entonces, un día fui a la ciudad donde vivía este matrimonio. La iglesia allí tenía una serie de reuniones para predicar el evangelio, pero la esposa se rehusaba a ir a las reuniones. En aquel entonces, casi todas las demás esposas de los hombres que trabajaban en la oficina de aduana china ya eran salvas. Todos vivían en los dormitorios para los empleados de la oficina de aduana. Puesto que todas las otras señoras eran salvas, tuve comunión con ellas, y les pedí que hicieran lo posible por traer a la esposa a las reuniones del evangelio. Finalmente la trajeron, y después del mensaje que se dio el tercer día, noté un cambio en su rostro. Cuando la vi, mi espíritu percibió que el Señor había hecho algo dentro de ella. Al final de la reunión, se hizo un llamado a los que estaban en la congregación para que tomaran una decisión. Durante ese llamamiento a tomar una decisión, cantamos un himno. Mientras cantábamos, me percaté de que ella era la única que el Señor estaba llamando en aquel momento, así que cantamos el himno una vez, dos veces, y luego una tercera vez. Mientras la observaba, vi que había traído a su hija a la reunión. También vi que la pequeña muchacha le hablaba a su madre. La pequeña muchacha le habló por algún tiempo, y la joven se puso de pie repentinamente en la banca donde se habían sentando. Se puso de pie y dijo: “Madre, me paro por ti”. Entonces, con lágrimas, la madre le siguió. Al momento en que se levantó, toda la reunión estalló; la reunión entera se llenó de alabanzas y aleluyas. ¡La esposa había sido traída al Señor! Al día siguiente de su salvación, la esposa les pidió a los hermanos que habían comido sobras en su casa, que fueran a su casa de nuevo; esta vez los invitó para tener una verdadera fiesta de amor y un tiempo de comunión. Esta historia es un buen ejemplo de lo que puede suceder cuando somos fortalecidos por el Señor con todo poder, conforme a la potencia de Su fuerza.


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