Estudio-vida de Apocalipsispor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-1446-6
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Cuando una rama es injertada, tanto ella como el árbol en el cual se injerta deben ser cortados. Si simplemente los atamos, esto no los unirá orgánicamente. Ambos tienen que ser cortados para luego ser injertados en el punto donde han sido cortados. Cuando estas dos heridas “se besan”, se produce el injerto y entonces puede darse el crecimiento.
¿En qué momento fue cortado el Señor Jesús? Esto sucedió en la cruz. La herida del Señor Jesús está abierta, esperando recibir a los pecadores. Su costado fue traspasado, y la sangre fue derramada.
¿En qué momento el pecador es cortado? Él también fue cortado en la cruz, pero experimenta este corte cuando se arrepiente y recibe al Señor.
Nosotros tuvimos un colaborador procedente del noreste de China que, antes de su conversión, se oponía con gran arrogancia al cristianismo. Un día entró en un templo y observó allí una Biblia abierta puesta sobre una mesa en frente de los ídolos. Sintiendo curiosidad, empezó a leer el salmo 1. Las palabras que leyó le impresionaron tanto que decidió llevarse la Biblia a casa para leerla después, lo cual hizo. Cuanto más leía, más resplandecía la luz. Convencido de sus pecados, lloró dándose golpes de pecho, y después rodó por el piso en arrepentimiento.
¿No fue este arrepentimiento un corte? Él fue una rama cortada. Luego, cuando invocó al Señor pidiéndole que lo salvara, él fue injertado en Aquel que ya había sido cortado. En el punto donde la herida del pecador se encontró con la herida del Señor Jesús, los dos fueron injertados. El Señor empezó a vivir y a crecer en esta rama recién injertada para impartirle un suministro.
Cuando Pablo dice que “hemos crecido juntamente con Él en la semejanza de Su muerte”, está diciendo que en el lugar donde fuimos cortados, nosotros fuimos injertados en el Señor. Este injerto es el crecimiento. Nosotros no somos primero injertados y luego empezamos a crecer; más bien, hemos sido injertados en Él en la semejanza de Su muerte y, simultáneamente, hemos crecido juntamente con Él.
Observen los dos aspectos de injertar y de crecer juntos en Romanos 6:5: “Porque si siendo injertados en Él hemos crecido juntamente con Él en la semejanza de Su muerte, ciertamente también lo seremos en la semejanza de Su resurrección”. El primer aspecto es en la semejanza de Su muerte y se refiere al hecho de haber sido injertados en Él. El segundo es en la semejanza de Su resurrección y se refiere a que Él entre en nosotros para crecer en nosotros. Este segundo aspecto es la resurrección.
El injerto inicialmente está relacionado con la muerte del Señor. Él es la vid verdadera. Cuando Él fue crucificado, fue completamente cortado. Ahora Su herida está esperando a que vengan los pecadores arrepentidos, y Él como Espíritu vivificante se mueve en nosotros, escudriñando nuestro ser interior, alumbrándonos para que nos arrepintamos. Nuestro dolor y lágrimas son el corte que nosotros experimentamos. No tenemos más alternativa que creer en el Señor y pedirle que nos salve: “Oh Señor, te doy gracias porque Tú moriste por mí. Gracias por derramar Tu sangre por mí. Te doy gracias, Señor, por salvarme a mí”. Es en ese momento que somos injertados en Él y crecemos juntamente con Él en la semejanza de Su muerte.
Una vez que somos injertados en Él de esa manera, Su vida de resurrección entra en nosotros y quita todos los elementos negativos que están en nuestro interior. Su vida llega a ser nuestra en resurrección. Él eleva las funciones que originalmente nos fueron dadas en la creación, y enriquece, fortalece e incluso satura todo nuestro ser. Esta vida nueva es una vida que es producto del injerto de dos vidas. En esta unión obtenemos la victoria, la vida, la luz, el poder y todos los demás atributos divinos. Todo esto llega a ser nuestro, y no mediante un intercambio de vidas, ni mediante la práctica de considerarnos muertos, sino al ser injertados en Él.
Este concepto en el que la vida divina y la vida humana se unen en un injerto es completamente ajeno a la mente humana. Es por eso que cuando leemos la Biblia, lo pasamos por alto. Confío en que haya quedado grabado en todos nosotros que, como personas que han sido salvas, la vida que vivimos es producto del injerto de dos vidas. Por la gracia del Señor nos arrepentimos, y por medio del arrepentimiento y del creer fuimos injertados en la vida divina. En este injerto crecemos juntamente con Él. Entonces, en resurrección, Su vida crece en nosotros. La vida divina está en nosotros, brindándonos su suministro. En esto consiste la vida cristiana.
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