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Lo que el reino es para los creyentespor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-7228-2
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Actualmente disponible en: Capítulo 1 de 10 Sección 5 de 6

EL REINO ES JUSTICIA, PAZ Y GOZO
EN EL ESPÍRITU SANTO

Este reino —el reino de los cielos y el reino de Dios— no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo (Ro. 14:17). Estos tres asuntos — justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo— hablan de cómo debemos tratarnos a nosotros mismos y a los demás, y de nuestra relación apropiada con Dios bajo el gobierno del reino.

Ser justos con respecto a nosotros mismos

En el reino debemos ser absolutamente justos con respecto a nosotros mismos. No debemos permitirnos volvernos muy laxos; al contrario, debemos ser estrictos para con nosotros mismos. No debemos participar en nada que sea injusto. Algunos quizás pregunten: “¿Qué es exactamente la justicia?”. La justicia es difícil de comprender con la mente humana o de expresar con el lenguaje humano. A modo de ejemplo, supongamos que hay ocho niños en una familia. Cuando ellos comen, se sientan alrededor de una mesa cuadrada, dos en cada lado, cada uno ocupando exactamente la mitad de ese lado. Sin embargo, un niño que es travieso quizás ocupe las dos terceras partes de un lado cuando se sienta y, como resultado, cuando viene el hermano más pequeño, se ve obligado a sentarse en la esquina. El comportamiento del niño travieso muestra que él no es justo, porque sobrepasa el límite justo que le corresponde. Él debe ocupar sólo la mitad de un lado de la mesa, pero se extiende más allá de la mitad y ocupa el espacio del otro. Ir más allá de nuestro límite es ser injusto.

A veces cuando llegamos a una reunión, somos injustos en la manera en que nos sentamos, ocupando más del debido espacio y obligando a otros a sentarse incómodamente. Otras veces, aunque quizás sin ninguna intención, nos llevamos a nuestra casa Biblias e himnarios que están disponibles para el uso público. Si no los devolvemos pronto, somos injustos. Por consiguiente, el significado de justicia es permanecer dentro del límite que nos corresponde según la norma de Dios.

Una vez leí la siguiente anécdota en un libro. El autor anteriormente no sabía lo que significaba ser injusto, pero un día fue a una reunión y vio a un hombre entrar con una sombrilla. Después que se sentó, el hombre pisó el vestido de la señora que estaba sentada delante de él, dañando el vestido. Sin embargo, no le pidió disculpas. Los que estaban a su alrededor lo vieron y dijeron: “Esta persona es muy injusta. Cuando entró, se sentó muy descuidada y despreocupadamente, y le pisó el vestido a una señora, dañándoselo; pero actuó como si nada hubiera ocurrido”. De este modo el autor del libro fue iluminado y llegó a entender lo que era la injusticia.

El reino de Dios es absolutamente justicia. Ser justos es conservar nuestra integridad y no permitirnos actuar descuidadamente. Alguien que es justo acepta la restricción; es alguien que no rehúsa ser gobernado. No es alguien que hace lo que quiere cuando nadie está presente. Si pisamos el vestido de una señora, ensuciándoselo o dañándoselo de alguna manera, pero sentimos que no hemos hecho nada malo porque nadie nos está mirando, somos injustos. Robar algo cuando nadie nos está mirando y pensar que eso no importa, como si pudiésemos hacer todo lo que queremos siempre y cuando nadie nos mire, es también ser injustos.

Estar en paz con los demás

El reino de Dios no solamente es justicia, sino también paz. Esto significa que aunque tenemos que ser estrictos con nosotros mismos siendo justos, debemos relacionarnos con otros en paz. El reino de Dios nos exige estar en paz con los demás. Nuestra relación con los demás debe llevarse a cabo en paz. Si los cristianos no estamos en paz con los demás, sino que, en vez de ello, tenemos muchos problemas con otros, esto muestra que no hemos permitido que Dios nos gobierne interiormente. Si permitimos que Dios nos gobierne, nuestra relación con los demás será pacífica, y no tendremos discusiones ni disputas con ellos, ni tampoco opiniones. Debemos ser gobernados por Dios y estar en paz con los demás.

Cuando algunos santos jóvenes están en casa, no hablan con sus hermanos menores ni con sus hermanos mayores. De la misma manera, algunos santos que coordinan juntos en la iglesia no se hablan mucho entre sí. Dos hermanos quizás tengan juntos el tiempo de avivamiento matutino; pero se peleen quince minutos después por algo insignificante y, por ende, dejen de hablarse. Me temo que ésa sea nuestra situación. Cuando vivimos con los hermanos y hermanas, tal vez seamos justos con respecto a nosotros mismos, sin tomar ninguna ventaja de los hermanos y hermanas; pero no hablemos con ellos porque no estamos en paz con ellos. Incluso cuando venimos a la reunión de la mesa del Señor y partimos juntos el pan, es posible que todavía no nos hablemos, porque no estamos en paz unos con otros. Si es así, el reino de Dios no nos gobierna ni tiene mucha cabida en nosotros. Si el reino de Dios nos gobierna interiormente y tiene cabida en nosotros, estaremos en paz en nuestra relación con los demás.


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