Significado del candelero de oro, Elpor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-1338-4
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Apocalipsis 1 dice que Juan, estando en el espíritu, oyó una gran voz que decía: “Escribe en un libro lo que ves, y envíalo a las siete iglesias: a Efeso, a Esmirna, a Pérgamo, a Tiatira, a Sardis, a Filadelfia y a Laodicea” (v. 11). Después de escuchar la voz, Juan dijo: “Y me volví para ver la voz que hablaba conmigo; y vuelto, vi siete candeleros de oro, y en medio de los candeleros, a uno semejante al Hijo del Hombre” (vs. 12-13). Quisiera hacerles una pregunta difícil: ¿Están los siete candeleros en el cielo o en la tierra? A lo largo de la historia los maestros de la Biblia han tenido opiniones divididas al respecto: unos afirman que los candeleros están en los cielos, mientras que otros aseguran que dichos candeleros están en la tierra. Ambos grupos tienen sus razones y argumentos. Sin embargo, los siete candeleros no están ni en los cielos ni en la tierra, pues están dondequiera que la iglesia esté. Con respecto a la iglesia no hay diferencia entre el cielo y la tierra. Antes de que fuéramos salvos, había una diferencia entre los cielos y la tierra, pero desde que fuimos salvos, ya no importan ni los cielos ni la tierra. Quizás esto les parezca raro, pero es la realidad. Para aquellos que realmente viven en la iglesia, no hay diferencia entre los cielos y la tierra.
Dondequiera que esté la iglesia, allí está la morada de Dios. Además, dondequiera que esté la iglesia, allí están el candelero y el tabernáculo. La iglesia es el tabernáculo y el candelero y, como tal, no es asunto de un lugar. Por lo tanto, al leer Apocalipsis 1 no debemos perder el tiempo estudiando si los siete candeleros de oro están en el cielo o en la tierra. Estos siete candeleros de oro son las iglesias. Así que, donde esté la iglesia, allí estarán el Señor Jesús, la morada de Dios, el candelero y el Lugar Santo. Por una parte, la iglesia no está en los cielos ni en la tierra, pero por otra, sí lo está. La iglesia puede estar en todo lugar. No es una cuestión de los cielos ni de la tierra, sino de la iglesia. Por ejemplo, a todos nos gusta el salón de reunión recién construido en la calle Jen-Ai, pero ese local no es la iglesia; más bien, nosotros somos la iglesia. Si nosotros no estamos en el salón de reunión en la calle Jen-Ai, allí no habrá luz ni candelero; allí habrá sólo un edificio hecho de cemento armado, pero no estará presente el tabernáculo. No obstante, si nosotros estamos allí, también estarán presentes el tabernáculo, el candelero y la morada de Dios. Si pudiésemos flotar en el aire, entonces el candelero y la morada de Dios también flotarían en el aire. Este no es un asunto de los cielos ni de la tierra, sino de la iglesia. Donde esté la iglesia, allí estará la morada de Dios.
Ahora quisiéramos considerar la iluminación de las siete lámparas. Hay en mí esta gran carga, y ¡espero que pueda transmitírselas! Estas siete lámparas son lámparas de fuego que arden delante del trono; no son luces tenues, sino lámparas de fuego que arden. Primero las lámparas nos iluminan, pero luego nos queman. Podríamos decir que las siete lámparas de fuego nos iluminan hasta el punto que no podemos ocultar nuestra condición interior; en otras palabras, nuestra condición queda completamente descubierta y se pone de manifiesto si somos genuinos o falsos. Podemos fingir delante de nuestro esposo, esposa u otras personas, pero no hay manera de fingir ante las lámparas de fuego, porque éstas nos iluminan por completo. Ciertamente existe este aspecto de las lámparas de fuego. Quizás otros dirían que las lámparas de fuego que arden indican que somos fervientes en el espíritu. Sí, es correcto decir que todos ardemos cuando somos fervientes en nuestro espíritu. Sin embargo, según Apocalipsis 4, ni el resplandor ni el fervor son el aspecto principal de las siete lámparas de fuego que arden.
Quizás algunos de los que escuchen esta palabra me recordarán que hace seis o siete años dije que las lámparas de fuego tienen como fin quemarnos e iluminarnos para que seamos fervientes. Parecería que ahora contradigo lo que dije anteriormente. Podemos comparar esto con la cabeza de un hombre: si la vemos desde atrás, no hay orificios; pero si la vemos de frente, vemos cinco orificios; y si la vemos de lado, hay un solo orificio. Ciertamente las tres descripciones son correctas. De la misma manera, toda verdad tiene varios aspectos. En cierta ocasión un hermano me escribió preguntando: “En el estudio-vida de Romanos usted dijo que la ley es el testimonio completo de Dios y, como tal, testifica de El plenamente. Sin embargo, en otra ocasión usted dijo que debemos poner la ley a un lado. ¿No se está contradiciendo?” Mi respuesta es: Para con Dios, la ley funciona como testimonio; sin embargo, en cuanto a la relación que Dios tiene con el hombre, la ley sólo tuvo su uso en la era del Antiguo Testamento. El principio de la ley ha sido abolido en la era neotestamentaria; no obstante, la moralidad de la ley no ha sido abolida, pues la norma de moralidad fue elevada por el Señor Jesús en Mateo 5. Así que, hay varios aspectos en cuanto a la ley, y la palabra “ley” no abarca todos los aspectos. En cuanto a su función, la ley testifica de Dios, pero en cuanto a su principio, no debemos aplicarla. Una vez que aplicamos la ley, ésta nos mata. Actualmente vivimos por fe. Por una parte, la moralidad de la ley ha sido elevada; pero por otra, las ordenanzas de la ley han sido abolidas. Esto demuestra que cada verdad tiene diferentes aspectos. Es cierto que las siete lámparas de fuego iluminan y queman; sin embargo, hay otro aspecto que debemos conocer: las siete lámparas de fuego que arden fomentan el mover de Dios respecto a Su administración. El mover de Dios no es sólo un resplandor o un fuego.
Después de esta conferencia, los hermanos y hermanas jóvenes de Taipei regresarán a sus casas y podrían decir: “Quedamos agotados en estos últimos diez días. Ahora podemos dormir”. Asimismo, los hermanos de otros países del sudeste de Asia podrían decir: “¡Oh, en Taipei fuimos reprendidos por el hermano Lee! ¡Olvidémonos de ello y descansemos!” Quizás otros hermanos podrían tener una mejor actitud al regresar, diciendo: “¡Agradezco al Señor! La conferencia fue excepcional y realmente recibí ayuda. Antes no tenía ningún sentir que me restringiera cuando reprendía a mi esposa; pero ahora, debido a que el hermano Lee dijo que había una luz siete veces intensificada, no me atrevo a reprenderla. A partir de hoy tengo que ser un buen esposo, pues no soporto la iluminación”. Todas estas reacciones no son causadas por el fuego de las siete lámparas que arden. Entonces, ¿qué resultado debe producir el fuego de las siete lámparas? Que después de esta conferencia, los jóvenes vayan a los diferentes pueblos y villas en Taiwan a establecer iglesias y vayan a las escuelas de las grandes ciudades a ganar más jóvenes.
Cuando volví a Taiwan hace diez años, dije claramente: “Deben abrir los ojos. No se entretengan tanto en las actividades externas; antes bien, dedíquense a laborar con los jóvenes de escuela secundaria. Deben también laborar con los niños, hasta que cada semana enseñemos por lo menos a diez mil niños. De aquí a diez años, los niños de seis o siete años asistirán a la escuela secundaria. Si están dispuestos a hacer esto, definitivamente triunfarán”. En aquel entonces los hermanos me dijeron que había veintitrés mil nombres en la lista de la iglesia en Taipei, incluyendo al menos ocho mil hogares. Si cada familia tiene uno o dos niños, debe de haber unos doce mil niños. Cuando me consultaron acerca de un lugar de reunión para los niños, dije: “No hay necesidad de ir al salón de reunión, y no es necesario reunirse el día del Señor. Pueden simplemente reunirse los sábados, o por las noches en las casas de los hermanos. De las ocho mil familias pueden escoger de trescientas a cuatrocientas casas para reunirse, y en cada casa pueden cuidar a unos treinta niños. Si continúan obrando así, verán cuánto podremos lograr”. A partir de 1966 y 1967, he hablado sobre este asunto y he esperado que la iglesia lo practique, pues ciertamente tenemos la fortaleza necesaria para llevarlo a cabo. Si hubiéramos trabajado desde ese tiempo hasta hoy (1977), habrían diez mil niños de dieciséis o diecisiete años que serían estudiantes de escuela secundaria y tendríamos diez mil “semillas” que estarían en las diferentes escuelas. En aquel tiempo también dije que debíamos laborar con los estudiantes de secundaria y de universidad, a fin de ganar unos miles de estudiantes en cada grupo. De esta manera, el número de niños y jóvenes sumaría un total de al menos veinte a treinta mil. Además, el número de niños aumenta incesantemente. Cuando esos diez mil niños ingresen a la escuela secundaria, otros diez mil tomarán su lugar. ¡Es una pena que ustedes no practiquen lo que les dije!
Agradecemos al Señor que hay muchos jóvenes laborando en Taipei; sin embargo, esto no es suficiente. La iglesia en Taipei ha existido por veintiocho años, y muchos de ustedes han sido nutridos durante todos esos años, de tal manera que cada uno de ustedes es capaz de laborar. Queridos hermanos y hermanas, espero que las lámparas ardientes de Dios resplandezcan para que los ojos de ustedes sean abiertos. ¿Saben en qué era estamos viviendo? El Señor está casi ante nosotros. Observen la situación mundial, la de Israel y la del Medio Oriente. El Señor Jesús está casi por venir. Ahora es el tiempo de que las lámparas ardientes nos iluminen y nos motiven. Si las lámparas de fuego nos iluminan, seremos activados y nos levantaremos a laborar. El pasado día del Señor más de diez mil personas partieron el pan. Si estos diez mil fueran despertados por la iluminación de las lámparas de fuego, inmediatamente el evangelio sería predicado por toda la isla de Taiwan, y dicho testimonio se extenderá al sudeste de Asia.
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