Predicar el evangelio en el principio de la vidapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-3771-7
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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En las epístolas escritas por el apóstol Pablo, únicamente Filipenses habla de una manera particular en cuanto a la predicación del evangelio. Filipenses 1:5 dice: “Por vuestra comunión en el progreso del evangelio, desde el primer día hasta ahora”. Pablo empieza este libro con su oración en la que con gozo da gracias al Señor porque los filipenses participaban en la comunión para el progreso del evangelio. Aquí el apóstol usó la palabra comunión en lugar de predicación. Esto es muy significativo. Hablar simplemente de la predicación del evangelio es más bien superficial, pero hablar de la comunión en el progreso del evangelio es muy profundo. Es probable que hoy en día los cristianos no tengamos claro lo que significa tener comunión en el progreso del evangelio.
Muchos estudiantes de la Biblia reconocen que la iglesia en Filipos era una iglesia que predicaba el evangelio. El apóstol Pablo oró por ellos para que su comunión en el progreso del evangelio pudiese seguir adelante a fin de llevar a cabo el propósito de Dios. En el versículo 6 él añade: “Confiando en esto, que el que comenzó en vosotros una buena obra, la perfeccionará hasta el día de Cristo Jesús”. En esta oración podemos darnos cuenta de que la intención de Dios es que una iglesia local participe en la comunión en el progreso del evangelio, no sólo por cierto tiempo, sino continuamente hasta el día de Cristo Jesús, es decir, hasta que Él regrese. Al leer estas palabras también percibimos que el apóstol sentía la carga de que esta comunión no se interrumpiera. Fue por esto que dijo que confiaba que el que había comenzado en ellos una buena obra, la perfeccionaría hasta el día de Cristo Jesús. En esto podemos ver que se libra una verdadera batalla. La intención de Dios es que las iglesias locales participen en la comunión en el progreso del evangelio, pero existe la posibilidad de que esta comunión, que es una buena obra iniciada por el Señor mismo, se interrumpa. Tengo el sentir y la carga de que es correcto aplicar esta palabra a nosotros. Una buena obra ha comenzado entre nosotros, pero existe la posibilidad de que se interrumpa, de que se detenga. Por lo tanto, tenemos que orar para que el Señor siga llevando esta obra adelante hasta el día de Su regreso.
Pablo les dijo a los filipenses que sus prisiones también contribuían al avance del evangelio. Los versículos 12 y 18 dicen: “Ahora bien, quiero que sepáis, hermanos, que las cosas que me han sucedido, han redundado más bien en el avance del evangelio [...] ¿Qué, pues? Que no obstante, de todas maneras, o por pretexto o con veracidad, Cristo es anunciado; y en esto me gozo; sí, me gozaré aún”. Incluso el hecho de que él estuviera encarcelado contribuía en cierta manera al avance del evangelio.
Él también dijo que mientras estaba encarcelado, sentía el deseo, la carga, de magnificar a Cristo. El versículo 20 dice: “Conforme a mi anhelo y esperanza de que en nada seré avergonzado; antes bien con toda confianza, como siempre, ahora también será magnificado Cristo en mi cuerpo, o por vida o por muerte”. Esto indica que la verdadera predicación del evangelio no consiste simplemente en predicar con palabras, sino en llevar una vida que magnifica a Cristo.
Luego al final de este capítulo, él nos dice que debemos tener cierta clase de comportamiento, cierta clase de andar y de vivir, que llega a ser el evangelio de Cristo. El versículo 27a dice: “Solamente que os comportéis como es digno del evangelio de Cristo”. Debemos llevar una vida, un hablar y andar que corresponda al evangelio. Entonces, como dice el versículo 27b: “Que estáis firmes en un mismo espíritu, combatiendo unánimes junto con la fe del evangelio”. La palabra combatir implica tanto labor como pelea, y la palabra unánimes es también muy significativa, pues conlleva el sentido de “cooperar y laborar hombro a hombro de manera absoluta, como un solo hombre”. Esto requiere que estemos firmes en un solo espíritu y que tengamos un mismo pensar.
Hay un buen número de asuntos en estos versículos que siento la carga de pasarles a ustedes para que los pongan en práctica. En primer lugar, debemos aprender que la predicación del evangelio no debe ser llevada a cabo solamente por individuos; más bien, debe ser llevada a cabo por el Cuerpo. En el versículo 5 el apóstol Pablo usa la palabra comunión, refiriéndose a la comunión en el progreso del evangelio. Si esto dependiera solamente de individuos, no sería necesario hablar de comunión. El mover de la predicación del evangelio debe llevarse a cabo en comunión, por cuanto es un asunto del Cuerpo.
Juan 15 nos dice que todos los pámpanos llevan fruto (vs. 1-5). Un árbol no solamente tiene una rama, sino muchas y todas ellas llevan fruto al estar en comunión. Es por eso que más adelante en el mismo capítulo el Señor Jesús nos dice que tenemos que amarnos unos a otros (vs. 12, 17). Si nos amamos unos a otros, las personas del mundo verán que somos discípulos de Cristo (13:34-35). Si predicamos a Cristo pero no tenemos comunión ni nos amamos unos a otros, nuestro fruto será muy limitado; es decir, no seremos muy fructíferos. Por lo tanto, si deseamos ser fructíferos, tenemos que amarnos unos a otros. Éste es el testimonio más fuerte que se les puede dar a los incrédulos.
En lo profundo de su ser todas las personas anhelan tener una vida y amor en una mutualidad verdadera. Éste deseo por mutualidad está en la naturaleza humana y es algo creado por Dios. Ningún ser humano realmente desea vivir solo. Sin embargo, debido al daño causado por el enemigo, no hay una verdadera mutualidad ni en la humanidad ni en la sociedad humana. No hay mutualidad en vida ni en amor ni en verdad ni en sinceridad. Pero, si nosotros, los hermanos cristianos, vivimos juntos en amor puro y con sinceridad, esto llegará a ser un testimonio muy convincente. Este amor puro y sincero que expresamos en nuestro vivir será la misma vida de Cristo. Dicho amor es Cristo mismo que se expresa por medio de nosotros. Si vivimos por Cristo, en Cristo, con Cristo y para Cristo, nos amaremos unos a otros, y este amor mutuo llegará a ser un testimonio muy convincente. Éste es el resultado de la vida interior y el poder para llevar fruto.
Si queremos ser prevalecientes y fructíferos en la predicación del evangelio, debemos prestar toda nuestra atención a la vida del Cuerpo. Cuanto más vivamos la vida del Cuerpo y cuanto más tengamos la realidad de la vida del Cuerpo, más fructíferos seremos. Tal vida será un testimonio muy convincente para nuestros familiares, amigos, compañeros de estudio y vecinos. Al ver ellos el amor mutuo que hay entre nosotros, como hermanos cristianos, esto los impresionará e influenciará. Esto entonces preparará el camino y abrirá las puertas para que el Espíritu Santo obre en sus corazones. Llevar la verdadera vida del Cuerpo nos ayudará a ser prevalecientes. Creo que precisamente ésta es la razón por la cual el apóstol Pablo usa la palabra comunión en Filipenses 1:5. Todos los pámpanos llevan fruto juntos, unos con otros. Ningún pámpano lleva fruto de forma individual.
Al predicar el evangelio, tenemos que aprender a conocer la vida del Cuerpo. Es mediante esta clase de predicación que seremos edificados más y más. Si sentimos carga por alguno de nuestros vecinos, le pediremos a algunos hermanos que nos ayuden a llevar a este vecino al Señor. Si tenemos carga por algún compañero de clases, le pediremos a otros a que nos ayuden a traer a este compañero al Señor. Así pues, no laboraremos nosotros solos, sino que invitaremos a los hermanos a que laboren junto con nosotros en coordinación. Les repito una vez más que si tenemos el espíritu de la vida del Cuerpo, las personas lo percibirán. Si entre nosotros hay amor, las personas que están a nuestro alrededor lo percibirán, y ese amor y vivir será un factor muy poderoso que convencerá a los incrédulos —a nuestros vecinos y amigos— para que abran su espíritu al Señor. Necesitamos la vida del Cuerpo, y la mejor forma de edificarnos juntos es que tengamos comunión para el progreso del evangelio.
Tal vez nos sea difícil traer a cierto familiar al Señor, pero podemos invitarlo a nuestra casa y esa misma noche invitar a tres o cuatro hermanos y hermanas. Entonces podremos laborar juntos para ganar a este familiar. Sin embargo, esto no debe ser meramente una actividad externa. Si no tenemos el amor mutuo ni tenemos la realidad de la vida del Cuerpo, aun cuando invitemos a tres o cuatro hermanos, lo único que ellos traerán será frialdad. No traerán algo cálido, ni habrá realidad. Pero si, por otro lado, estamos en la vida del Cuerpo y tenemos la realidad, nada podrá esconder dicha realidad. Cuando tres o cuatro hermanos y hermanas vengan a nuestra casa ejerceremos influencia sobre ellos; porque habrá algo allí que calentará a las personas. Ellas entonces percibirán que entre esos cristianos hay algo muy especial, algo muy atractivo. Debemos tener esta clase de amor.
Cuanto más sigamos adelante en la predicación del evangelio, más seremos conjuntamente edificados. Seremos completamente unidos y entrelazados unos con otros. Esto será un testimonio muy convincente, no sólo para los hombres, sino también para los principados y potestades en los cielos. Esto los avergonzará. Necesitamos aprender a predicar el evangelio en la comunión para el progreso del evangelio en la vida del Cuerpo. Esto también ha sido muy descuidado en el cristianismo actual. Muchos cristianos hoy en día creen que predicar el evangelio es algo individual. Algunos dirían: “Puesto que amo al Señor, predico el evangelio. Eso es suficiente”. Esta clase de predicación en cierta medida podrá prevalecer, pero la manera más prevaleciente y fructífera de laborar en el evangelio es al tener comunión para el progreso del evangelio, es decir, predicar el evangelio por medio de la vida del Cuerpo y en la vida del Cuerpo.
Todas las almas, los incrédulos, aún continúan usurpados por los principados y potestades en los cielos. Estas potestades no están dispuestos a soltar a nadie, y por lo tanto debemos pelear la batalla, pero no solos, de forma individual, sino guardando la comunión en la vida del Cuerpo. Lo que determinará cuán fructífera sea nuestra predicación será cuánto de la realidad del Cuerpo poseamos. Según el libro de Filipenses, la predicación genuina, fructífera y prevaleciente del evangelio es cierta clase de comunión. Tenemos que predicar en el Cuerpo. Si nos encontramos fuera del Cuerpo, no podremos pelear la batalla, debido a que estamos desarmados. Por lo tanto, necesitamos tener al Cuerpo. Inténtenlo; entonces comprobarán que es verdad.
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