Mensajes de vida, tomo 2 (#42-75)por Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-6927-5
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Tomemos por ejemplo el matrimonio. En una ceremonia de bodas, el novio promete amar a su esposa, y la novia hace un voto de someterse a su marido. Sin embargo, no muchos días después de la boda surge un problema entre esta nueva pareja. Sus personalidades no son compatibles. El novio tal vez sea una persona muy calmada, pero aun así la lentitud de su esposa lo provoca sobremanera. La novia, por su parte, no puede soportar al hombre tan acelerado con quien se ha casado. Al parecer, ella no puede marchar al paso de su esposo. Todos los votos que se hicieron en su ceremonia de bodas parecen haberse esfumado. Las promesas de amarse y someterse han sido desechadas.
Con el tiempo el problema se calma. Quizás les ayuda tener una conversación con alguien o probablemente escuchan un mensaje que los inspira. Así que deciden dar solución a sus problemas. El novio dice para sus adentros: “Es cierto que soy una persona acelerada; debo compadecerme más de mi esposa”. La novia también decide esforzarse más por ir al paso de su esposo; después de todo, él es su cabeza. Estos nuevos esfuerzos de ser más amoroso, por parte del novio, y de ser sumisa, por parte de la esposa, les causan un gran sufrimiento.
Supongamos que lograran hacer esto, es decir, que el esposo tuviera suficiente amor por su esposa, y la esposa consiguiera someterse a su esposo. Eso no es lo que Dios desea; Él no desea un amor ni una sumisión que sea ajena a Cristo.
Hablando con franqueza, este pasaje de Efesios 5 me inquietó por muchos años. Conforme a mi experiencia, me parecía que dicha exhortación no funcionaba. Nos dice que debemos amar, o someternos, pero esto va más allá de nuestras fuerzas. Si eso es lo que Dios exige de nosotros, ¿por qué no nos capacita para cumplirlo? Continué estudiando este pasaje, tratando de encontrar una respuesta.
Entonces descubrí que estaba sacando estos versículos fuera de su contexto, pues un poco antes se nos dice: “Sed llenos en el espíritu” (v. 18). El amor o la sumisión son el resultado de ser llenos en el espíritu. De nada sirve pedir bombillas que alumbran si no encendemos el interruptor. A menos que la electricidad entre en las bombillas, éstas no podrán alumbrar. La luz no depende del “buen comportamiento” de las bombillas, sino que es la expresión de la electricidad.
Amar a su esposa no tiene que ver con cuán apropiado sea su comportamiento, sino con que Cristo sea expresado, que Su misma vida fluya. Asimismo someterse a su esposo no es algo que está dentro de su capacidad; no tiene sentido que usted busque esta sumisión en sí misma. Cristo mismo es la verdadera sumisión. Cuando usted sea llena de Él, lo que expresará para con su esposo será la sumisión.
Lo mismo sucede con respecto a otras virtudes como la afabilidad y la paciencia. Piense en cuán rápidamente se agota su paciencia. Observe cuán rápido desaparece su afabilidad. La mansedumbre está más allá de sus mejores esfuerzos. ¿Cómo va usted a estar a la altura de todas estas normas?
La respuesta a todas sus deficiencias es que usted viva a Cristo. Debe dejar de esforzarse por amar o someterse, por ser afable o manso. Reconozca que es incapaz y deje todos sus esfuerzos. Simplemente viva a Cristo. Invoque Su nombre. Esto no es algo que sólo los jóvenes deben hacer. Las hermanas mayores también necesitan decir: “¡Oh, Señor Jesús!”. Los hermanos, independientemente de su estatus en la sociedad, también deben decir: “¡Oh, Señor Jesús!”. Ustedes lo necesitan. Si su situación no les permite invocarlo en voz alta, pueden repetir Su nombre en voz baja una y otra vez. Entonces interiormente se sentirán diferentes. Debido a que Él es el Dios vivo y verdadero, cuando invoquen Su nombre, tocarán al Espíritu. El Espíritu contiene la persona del Señor Jesús. Jesús es el nombre, y el Espíritu es la persona. Continúen inhalándolo de esta manera. No piensen que ya han escuchado este mensaje antes. ¡Ustedes todavía tienen que seguir respirando! No sientan que es vergonzoso e inculto invocar Su nombre. No es por el hecho de estar en un edificio eclesiástico impresionante y actuar de manera solemne y majestuosa que usted tocará al Señor. En tales lugares es difícil decir: “¡Oh, Señor Jesús!”. Quienquiera que usted sea y cualquiera que sea su posición, puede estar seguro de que lo necesita a Él. Usted lo necesita. ¡Invoque Su nombre! El efecto que esto tendrá en usted no es simplemente psicológico. Si así lo fuera, entonces cualquier nombre que dijera tendría el mismo efecto. Intente decir: “Oh, Sócrates”, y verá cuán vano es. Es sólo cuando usted invoca: “¡Oh, Señor Jesús!” que tocará al Espíritu.
Nota: Esperamos que muchos se beneficien de estas riquezas espirituales. Sin embargo, para evitar cualquier tipo de confusión, les pedimos que ninguno de estos materiales sean descargados o copiados y publicados en otro lugar, sea por medio electrónico o por cualquier otro medio. Living Stream Ministry mantiene todos los derechos de autor en estos materiales, y esperamos que ustedes los que nos visiten respeten esto.