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Visión la práctica y la edificación de la iglesia como cuerpo de Cristo, Lapor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-7643-3
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CAPÍTULO SIETE

LOS PRINCIPALES ELEMENTOS NECESARIOS
PARA PRACTICAR LA VIDA DE IGLESIA

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Lectura bíblica: Ef. 4:1-16; Sal. 68:18; 1 Co. 3:9

La práctica apropiada de la vida de iglesia se revela prácticamente de manera plena en Efesios 4. No obstante, este capítulo ha sido mayormente descuidado por el cristianismo en el pasado. Necesitamos estar claros en cuanto a los puntos principales hallados en este capítulo y tenemos que ponerlos todos en práctica. Si no estamos claros acerca de estos puntos o si no los practicamos, aún no estamos en la práctica apropiada de la vida de iglesia.

Como ya hemos visto, la segunda mitad del capítulo 3 es la oración de Pablo. Pablo hace tal oración porque, luego de haber presentado una revelación y visión plena del Cuerpo, él está por hablar acerca de la práctica de la iglesia. Tener sólo la visión de la iglesia equivale a tener algo “en el aire”. Necesitamos que la visión baje a la tierra y se ponga en práctica. Cuando las personas hoy hablan acerca de la iglesia en Efesios, en su mayoría se limitan a la primera parte, pues hablan de la iglesia a manera de visión. Sin embargo, no hay muchos libros y mensajes que traten acerca del capítulo 4. Incluso cuando las personas hablan acerca de la unidad, en cierto sentido esto aún se trata de una visión, y no una práctica. Tenemos que comprender que mientras la primera sección de este libro es la sección propia de la visión, la segunda sección tiene que ver con la práctica. Es por esto que el escritor, antes de comenzar la sección de la práctica, comprende que se necesita la oración. Él dobla sus rodillas ante el Padre para que seamos fortalecidos en el hombre interior y para que Cristo haga Su hogar en nuestros corazones, es decir, para que Cristo ocupe todo nuestro ser (3:14-17a). Después de esta oración él prosigue a hablar acerca de la práctica de la vida de iglesia.

Necesitamos estar claros en cuanto a los puntos principales de Efesios 4:1-16, y tenemos que ponerlos en práctica. De otra manera, no estamos en la vida de iglesia práctica. Lo que abordamos en estos capítulos no es meramente una lección o una enseñanza; más bien, es algo que nos está adiestrando y preparando para el futuro. Es posible que algunos no tengan el discernimiento apropiado en cuanto a la iglesia. En el Lejano Oriente, en Europa y en los Estados Unidos he observado que no hay muchos cristianos, aun entre los que buscan más del Señor, que están verdaderamente claros en cuanto a la vida de iglesia. Les es difícil entender qué es una división, una secta o una denominación. Nosotros mismos podemos estar claros en cuanto a estas cosas ahora, pero cuando algunos de entre nosotros vayan a comenzar la vida de iglesia en otros lugares, es posible que pierdan su rumbo. Después de estar en una nueva localidad por dos años, tal vez ellos creen una división, una pequeña denominación. Aunque sólo harán esto inconscientemente, de todas formas causará daño.

En 1:17 Pablo ora para que tengamos un espíritu de sabiduría y revelación. La revelación siempre proviene de la sabiduría. Primero tenemos sabiduría, y luego revelación. Es por esto que necesitamos adiestramiento. Este adiestramiento nos provee la sabiduría y luego la revelación puede venir. A veces las personas cuestionan por qué repito lo que he dicho muchas veces en mis mensajes. Sin embargo, aun si repito algo diez veces, algunas personas aún no quedan con una profunda impresión. Si la audiencia recibiera la debida impresión, no habría necesidad de repetirlo. El Espíritu que ministra, y no mi mentalidad, es quien conoce la situación. El Espíritu que ministra es muy sensible, y no podemos engañarle. Cuando venimos a una reunión con el Espíritu que ministra, de inmediato comprendemos cuál es la verdadera situación. No hay necesidad de que las personas digan que no entienden. El Espíritu que ministra ya sabe que no entienden, y el Espíritu que ministra también comprende que hay oposición.

GUARDAR LA UNIDAD DEL ESPÍRITU

Los siete elementos propios de la unidad
en Efesios 4

El primer punto principal en el capítulo 4 es la unidad. Esta unidad se relaciona con el misterio de la piedad, que es Dios manifestado en la carne (1 Ti. 3:9, 15-16). Los siete “unos” de Efesios 4:3-6 incluyen cuatro personas: un Padre, un Señor, un Espíritu y un Cuerpo. Estas cuatro personas llegan a ser uno. El Padre está en el Hijo, el Hijo es el Espíritu y el Espíritu está en el Cuerpo (Jn. 14:11; 1 Co. 15:45; 12:13; Ro. 8:9, 11). El Padre, Hijo y Espíritu son el Dios Triuno, quien es tres en uno. Ahora esta Trinidad está en el Cuerpo, el cual tiene que ver con la carne. Por lo tanto, esto es Dios manifestado en la carne. El Padre en el Hijo, el Hijo como Espíritu y el Espíritu en el Cuerpo, que está compuesto de todas las personas regeneradas y transformadas, es una unidad universal, una persona universal. Esto es el misterio de la fe y el misterio de la piedad. El misterio de la fe es el mismo misterio de la piedad, que es el Dios Triuno manifestado en el Cuerpo corporativo. Esto es la verdadera unidad. Ninguna otra cosa constituye la unidad genuina.

Los otros tres factores propios de la unidad en Efesios 4 son una esperanza, una fe y un bautismo. La manera en que se forma la unidad universal del Dios Triuno y el Cuerpo es por medio de la fe y el bautismo. La fe tiene por finalidad ser identificados con el Dios Triuno y unirnos a Él, y el bautismo tiene como fin separarnos de la vieja creación. Por fe nos unimos a la nueva creación y por el bautismo somos separados de la vieja creación. El bautismo es una sepultura (Ro. 6:3-4). La mejor manera de tener una resolución cabal consiste en ser sepultados. Ser sepultados significa que hemos dado fin a las cosas viejas. La fe nos introduce en una identificación con el Dios Triuno, y el bautismo nos separa de las viejas relaciones en la vieja creación. Ahora estamos en el Cuerpo y somos el Cuerpo. Sólo necesitamos una cosa más: ser transfigurados en nuestro cuerpo físico. Tenemos esta esperanza delante de nosotros. Somos el Cuerpo y esperamos nada más que el regreso del Señor, en el cual nuestro cuerpo físico será transfigurado en un cuerpo glorioso (Fil. 3:21). Lo mencionado anteriormente son los siete “unos” de Efesios 4. Todos los cristianos están de acuerdo con estos siete “unos”. Por lo tanto, llegan a ser nuestra unidad. No deberíamos traer alguna otra cosa. Sólo necesitamos guardar estos siete “unos”.


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