Disfrutar las riquezas de Cristo para la edificación de la iglesia como Cuerpo de Cristopor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-7932-8
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Acudir a la Biblia debe ser para nosotros acudir al Señor Jesús. La Biblia debe ser siempre uno con el Señor. Si no entendemos la Biblia, no debemos preocuparnos. Esto no significa gran cosa. Si no entendemos, podemos dejar eso a un lado momentáneamente. No debemos estar ocupados tratando de entender la Biblia; simplemente la recibimos.
Cuando abarcamos Juan 1:1, no debemos leerlo simplemente. Debemos declarar este versículo ejercitando nuestro espíritu. Podemos decir: “¡En el principio! Oh Señor, en el principio. ¡Aleluya, en el principio!”. Declarar algo ejercitando nuestro espíritu hace que la lectura de la Biblia sea muy diferente. Si alguno nunca ha probado cómo se ora-lee, yo le ruego que lo intente. Una vez que usted pruebe esta práctica, nunca la abandonará. Usted se convertirá en un “adicto” de orar-leer la Palabra de Dios. Si teme que le dé vergüenza, puede irse a su habitación, cerrar la puerta y tratar de orar-leer un poco. Cambien la manera en que acuden a la Biblia. Antes, es posible que siempre que tocaban la Biblia, la leían y ejercitaban la mente, pero ahora deben cambiar esta manera y ejercitar su espíritu. Antes de leer, pueden decir en voz alta: “¡Oh, Señor Jesús!”. Pero si temen poner su cara en vergüenza, pueden invocar al Señor y orar-leer suavemente. Creo que si prueban esto por diez minutos, adquirirán cierto sabor. Se darán cuenta de la diferencia que hay entre su manera antigua y esta manera. Tocarán al Señor viviente, y entonces vendrán a la reunión, saltarán y dirán: “¡Aleluya! ¡Ahora lo sé! ¡Las palabras de la Biblia son espíritu! Hay muchos versículos que no entiendo, pero yo toco al Espíritu”.
Si abrimos el libro de Daniel, donde hay muchos versículos desconcertantes, siempre podemos tocar al Espíritu. Daniel 9:24-27 habla de setenta semanas, que están divididas en siete semanas, sesenta y dos semanas y una semana. Estas setenta semanas son muy desconcertantes. No obstante, si acudimos a este libro y decimos: “Oh Señor, las setenta semanas. Aleluya por la primera semana. No sé lo que significa una ‘semana’, pero sí sé que hay una semana. ¡Amén! ¡Alabado sea el Señor por las siete semanas, amén por las sesenta y dos semanas, y aleluya por la última semana!”. En nuestra mente quizás no obtengamos mucho, pero en nuestro espíritu, seremos llenos del Señor, del Espíritu (2 Co. 3:17). ¡Esto es maravilloso! Finalmente, no podemos decir que no obtuvimos nada en nuestra mente. Cuando menos, sabemos que hay siete semanas, sesenta y dos semanas y la última semana.
Traten de acudir a la Biblia de esta manera. Un día la luz vendrá, y tendremos un vivo entendimiento. En ese entonces, no será algo que otros nos enseñaron; será algo que el Espíritu nos iluminó. Mientras estamos orando-leyendo, tal vez pensemos que no entendemos nada, pero después, quizá al día siguiente, o después de dos semanas, dos meses o incluso un año, la luz brotará desde nuestro interior, y diremos: “Ahora entiendo las setenta semanas de Daniel 9”. Para este tiempo nuestro entendimiento será algo muy viviente.
En cualquier tiempo, día o noche, mañana o tarde, podemos abrir la Biblia y orar-leer unos cuantos versículos. Cuando hacemos esto, recibimos al Espíritu. En otras palabras, recibimos las riquezas de Cristo. Las riquezas de Cristo son inescrutables, ilimitadas e indecibles. Nadie puede anunciar todas las riquezas de Cristo. Cristo está en cada capítulo y en cada versículo, porque el Espíritu de Cristo está contenido en la palabra.
Cuando oramos-leemos Génesis 1:1, según la letra, tal vez parece que Cristo no se halle allí. Al leer: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”, no podemos encontrar una mención directa acerca de Cristo. No obstante, si ejercitamos nuestro espíritu para orar-leer este versículo, después de unos cuantos minutos recibiremos algo de Cristo en nuestro interior. Cristo llegará a ser tan precioso para nosotros interiormente. Nada de Cristo se menciona en este versículo, pero después que lo hemos orado-leído, tenemos la dulce sensación y el dulce sabor de Cristo. Es maravilloso que en cada versículo y en cada palabra de la Biblia haya algo de Cristo.
Si oramos-leemos un capítulo tras otro y un libro tras otro, semana tras semana, mes tras mes y año tras año, seremos iluminados gradualmente, y todas las cosas de Cristo brotarán de nuestro interior. Todas las riquezas de Cristo llegarán a ser nuestro disfrute. Para este tiempo quizás ya no necesitemos abrir la Biblia, porque gran parte de ella está constituida en nuestro interior. A lo largo del día, estas cosas forjadas en nuestro interior llegan a ser nuestro disfrute de Cristo. De esta manera todas las riquezas de Cristo nos son suministradas e impartidas en nuestro ser. Esta impartición nos transformará y nos llevará a experimentar un cambio metabólico, un cambio en vida. Este cambio surge debido a que muchos elementos celestiales de Cristo nos han sido añadidos. Estos elementos celestiales e ingredientes espirituales no sólo hacen que tengamos un cambio externo, sino un cambio metabólico, un cambio en vida. Todos estos nuevos elementos reemplazarán y eliminarán todas las cosas viejas. Éste es un cambio metabólico, por el cual somos transformados y entramos en una nueva condición.
Digamos que un hermano fue salvo hace dos meses y que ahora está en la vida de iglesia. No obstante, es posible que él no tenga mucho del elemento de la verdad forjado en su interior. Él no cuenta con el suministro necesario para la vida de iglesia, ya que ha recibido la impartición de las riquezas de Cristo por muy poco tiempo. Él no debe sentirse decepcionado. Más bien, lo que necesita es orar-leer más. Él debe orar-leer diariamente, versículo tras versículo, capítulo tras capítulo y libro tras libro. Es mejor si él ora-lee diez veces al día, lo cual no es demasiado. Si él ora-lee de esta manera durante tres meses, ocurrirá un cambio metabólico en su interior, e interiormente obtendrá el elemento de Cristo necesario para la vida de iglesia. Después de un tiempo, la iglesia será enriquecida por lo que él es, por cuanto la vida de iglesia es el resultado del disfrute que tenemos de Cristo, disfrute que proviene de la impartición de las riquezas de Cristo.
Pablo habla de orar-leer en Efesios 6:17-18a, que dice: “Recibid el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, el cual es la palabra de Dios; con toda oración y petición orando en todo tiempo en el espíritu”. Recibir la palabra, no sólo mediante la lectura, sino con toda oración es orar-leer. Andrew Murray también dijo que debemos leer la Palabra con mucha oración. Leer la Biblia con mucha oración implica orar-leer. Aun basados en nuestras experiencias podemos testificar que oramos-leemos la Palabra de Dios sin estar conscientes de ello. Posiblemente hayamos leído un versículo y de inmediato lo convertimos en una oración. Eso fue orar-leer. Muchos de nosotros hemos hecho esto.
Nota: Esperamos que muchos se beneficien de estas riquezas espirituales. Sin embargo, para evitar cualquier tipo de confusión, les pedimos que ninguno de estos materiales sean descargados o copiados y publicados en otro lugar, sea por medio electrónico o por cualquier otro medio. Living Stream Ministry mantiene todos los derechos de autor en estos materiales, y esperamos que ustedes los que nos visiten respeten esto.