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Cristo y la iglesia revelados y tipificados en los Salmospor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-6426-3
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Actualmente disponible en: Capítulo 6 de 24 Sección 2 de 2

LA EXPERIENCIA Y DISFRUTE
QUE TENEMOS EN LA CASA

Ahora consideremos el punto más estratégico, esto es, la casa y la ciudad, y veamos cómo los santos experimentan y disfrutan a Dios allí. En primer lugar, ellos aman la casa de Dios, la habitación donde mora la gloria de Dios: “Oh Jehová, amo la morada de Tu casa, / y el lugar donde habita Tu gloria” (26:8). En segundo lugar, ellos desean morar en la casa de Dios para contemplar Su hermosura, inquirir en Su templo, esconderse y protegerse en él, ofrecer sacrificios de voces de júbilo y cantar alabanzas a Él: “Una cosa he pedido a Jehová; / ésta buscaré: / morar en la casa de Jehová / todos los días de mi vida, / para contemplar la hermosura de Jehová / y para inquirir en Su templo. / Porque Él me esconderá en Su albergue / en el día de la angustia; / me ocultará en lo escondido de Su tienda; / me levantará sobre una roca. / Y ahora mi cabeza se levanta / sobre mis enemigos que me rodean. / Y ofreceré en Su tienda / sacrificios de gritos de júbilo: / cantaré y salmodiaré a Jehová” (27:4-6). Ésta es una predicción de la vida de iglesia. Todos debemos desear morar en las iglesias locales para contemplar la hermosura de Dios. Debemos ofrecer sacrificios de gritos de júbilo. Creo que hoy en día los hermanos de la Asamblea jamás estarían de acuerdo con nuestros gritos, pero uno de sus líderes, J. N. Darby, tradujo así Salmos 27:6. Así que ellos tienen la traducción, mas no la realidad.

Algunos cristianos condenan que se grite de esta manera e incluso se atreven a decir que esto es del diablo. ¿Cómo pueden los cristianos ser tan osados y soberbios para hacer tales acusaciones? ¿Qué debemos hacer entonces con Salmos 27:6? “Ofreceré en Su tienda / sacrificios de gritos de júbilo”. ¿Cree usted que gritar en las reuniones es ir demasiado lejos? Según el concepto religioso, gritar es considerado una práctica extrema porque el cristianismo ha sido usado por el enemigo para callar a los cristianos y producir adoradores mudos. ¡Pero nosotros hemos sido liberados! ¡Alabado sea el Señor, pues nosotros debemos gritar de júbilo para siempre! ¿Dónde? En las iglesias locales, en la casa de Dios.

Hace mucho tiempo me enseñaron que debía pedirle una cosa al Señor, a saber: morar en la casa de Jehová (v. 4). Pero en estos últimos años he visto que el versículo 6 del salmo 27 es una continuación del versículo 4. No sólo debemos morar en la casa del Señor, sino que también en la casa debemos ofrecer sacrificios de gritos de júbilo. Cuando era joven algunos maestros cristianos me dijeron que no era apropiado gritar en el local de reunión de la iglesia, sino que esto sólo era permisible en las montañas. Pero aquí el salmista dice: “Ofreceré en Su tienda / sacrificios de gritos de júbilo”. El salmista no sólo gritaba en las montañas, sino también en la tienda de Dios. Ya lo ve usted que sí tenemos una base bíblica para gritar en las reuniones de la iglesia.

Es más bien difícil hallar un solo versículo en la Biblia que nos diga que debemos estudiar la Palabra en la casa de Dios, dar un mensaje en la casa de Dios o escuchar a un buen orador en la casa de Dios. También es difícil encontrar un versículo en los salmos que nos diga que debemos esperar calladamente en la casa de Dios. Pero sí tenemos el salmo 27, el cual nos muestra que la casa de Dios no sólo es un lugar para contemplar Su hermosura e inquirir de Él, sino también para gritar, y que estos gritos son una especie de sacrificio.

La casa es también un lugar para cantar alabanzas al Señor. Ciertamente necesitamos que abunde el cantar en la casa de Dios. Quizás necesitemos de unos cuantos mensajes y escuchar un poco, pero ¡cuánto más necesitamos los cánticos de alabanzas! Todas estas cosas se escuchan en la casa. ¡Cuánto amo la casa! En realidad no sé cuánto usted ama las iglesias locales. A veces mi familia dice que cuando estoy en casa no estoy tan contento, pero que cuando estoy en la iglesia, ¡soy otra persona!

En la casa de Dios los santos también levantan sus manos hacia el santuario más interno: “Oye la voz de mis súplicas / cuando clamo a Ti, / cuando levanto mis manos / hacia Tu santuario más interno” (28:2). Algunos dicen que levantar nuestras manos en la reunión es algo muy extremo. Pero aquí no sólo se nos habla de levantar una mano sino ambas manos. Quizás usted diga que esto es simplemente una práctica del Antiguo Testamento, pero Pablo dice: “Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar, levantando manos santas” (1 Ti. 2:8). ¡Ya puede ver cuán equivocado está el cristianismo de hoy! Ha abandonado todas estas prácticas y condena a otros a causa de ellas. Por la misericordia del Señor, nosotros debemos recobrarlas. No nos deben importar las críticas, sino únicamente el Señor. Cuando decimos: “Oh Señor”, somos liberados, y cuando decimos: “¡Amén! ¡Aleluya!”, somos liberados aún más. Simplemente debemos preocuparnos por liberar nuestro espíritu; no debe importarnos si alguien nos va a criticar o condenar por ello.

En la casa de Dios los santos hablan de la gloria de Dios: “En Su templo todos dicen: ¡Gloria!” (Sal. 29:9). Todos hablan. Esto concuerda con lo dicho en 1 Corintios 14:31: “Podéis profetizar todos uno por uno”. ¿Qué es profetizar? Profetizar es simplemente proclamar la gloria de Dios. Todos pueden proclamar la gloria de Dios en Su casa, y todos deben hablar en las iglesias locales.

En la casa de Dios los santos están bajo la sombra de las alas de Dios, disfrutando de Su preciosa benevolencia amorosa: “¡Qué preciosa es, oh Dios, Tu benevolencia amorosa!” (Sal. 36:7). En la casa de Dios ellos son saturados de la grosura de Su casa: “Son saturados de la grosura de Tu casa” (v. 8a). En las iglesias locales tenemos la grosura. En la casa de Dios los santos beben del río de las delicias de Dios: “Tú los haces beber del río de Tus delicias” (v. 8b). En las iglesias locales estamos verdaderamente bebiendo de las delicias divinas. En la casa de Dios los santos participan de la fuente de vida: “Contigo está la fuente de la vida” (v. 9a). En la casa de Dios los santos ven luz en la luz de Dios: “En Tu luz vemos la luz” (v. 9b). Aquí tenemos el río de las delicias y la fuente de la vida; y aquí, donde está la vida, siempre hay luz, pues la vida es la luz de los hombres. Todo esto se halla en las iglesias locales.

Dos versículos en los salmos 23 y 24 presentan la casa de Dios. Un versículo habla de morar en la casa de Jehová por largos días, y el otro habla del monte de Jehová, el lugar donde está edificada la casa de Dios. Luego en los salmos del 25 al 41 la figura central y predominante es la casa. “Oh Jehová, amo la morada de Tu casa” (26:8). “Una cosa he pedido a Jehová; / ésta buscaré: / morar en la casa de Jehová / todos los días de mi vida, / para contemplar la hermosura de Jehová / y para inquirir en Su templo” (27:4). “Son saturados de la grosura de Tu casa” (36:8). ¿Puede notar usted cómo va mejorando el conocimiento y disfrute de la casa de Dios? Cuando llegamos al salmo 36, llegamos a la cúspide en cuanto a la casa. El punto culminante se halla aquí. En los salmos 22, 23 y 24, que son salmos de Cristo, llegamos a la cúspide de los salmos que tratan acerca de Cristo. Luego, por medio de Cristo y con Cristo entramos en la casa de Dios. Su pastoreo nos conduce a Su casa. Aquí, en la casa de Dios, encontramos el dulce disfrute de las riquezas de Dios. Éste es el Libro Uno de Salmos. Empieza con la ley, luego pasa de la ley a Cristo, y después pasa de Cristo a la casa.

Me encanta esta porción del libro de Salmos, cuyo énfasis principal es la casa del Señor. En esta porción encontramos al menos un versículo que habla de algo más: la ciudad (31:21). “Bendito sea Jehová, / porque me mostró Su benevolencia amorosa maravillosamente / en ciudad fortificada”. Los santos experimentan la maravillosa benevolencia amorosa de Dios en Su ciudad fortificada. Así pues, en el Libro Uno, hemos pasado de la ley a Cristo, de Cristo a la casa y de la casa a la ciudad. La ley ya no se menciona, y los santos se han vuelto a Cristo; Cristo entonces es intensificado con la casa y fortificado con la ciudad, una ciudad fortificada. En el libro de Salmos no sólo vemos a Cristo, sino también la iglesia que es la casa y ciudad de Dios. ¡Aleluya!

En el Libro Uno de Salmos hay un solo versículo que habla acerca de la ciudad, el cual apenas nos habla de ella de manera breve y sencilla. No obstante, cuando lleguemos al Libro Dos, veremos más aspectos de la ciudad. Finalmente, cuando lleguemos al salmo 122, que está en la última sección del libro de Salmos, veremos que la ciudad alcanzará su consumación con las palabras: “Oh Jerusalén”.


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