Edificación de la iglesia, Lapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-7483-5
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
ISBN: 978-0-7363-7483-5
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
Font Size
En este capítulo estudiaremos la edificación de la iglesia revelada en la experiencia y escritos de Pedro. Aunque quizás conozcamos muy bien a Pedro, siento la carga de ayudarlos a conocerlo aún más, a fin de conocerlo de manera profunda. Entre los primeros apóstoles que establecieron las iglesias, Pedro fue el primero. Él no fue el primero que fue traído al Señor, pero ciertamente fue el primero que fue comisionado para establecer las iglesias (Mt. 16:19). También fue el primero que habló para guiar a muchos a la salvación para la edificación de la iglesia (Hch. 2:14-41). Pedro fue el primer apóstol que estableció las iglesias, y Pablo fue el último en el Nuevo Testamento que estableció las iglesias. Algunos se preguntarán en dónde ubicamos al apóstol Juan. El Nuevo Testamento revela que poco después que las iglesias fueron establecidas, ellas fueron dañadas o derribadas y quedaron como una red de pescar rasgada. Por lo tanto, se necesitó a Juan como remendador. El ministerio de Juan era un ministerio remendador. Después que la “red” de la iglesia fue rasgada, Dios comisionó a Juan con su ministerio de vida para que remendara las rasgaduras. ¡Aleluya por estos tres maravillosos apóstoles! Uno empezó, otro completó y, cuando la obra de ellos sufrió daño, vino el tercero para remendarla.
Entre estos tres grandes apóstoles —Pedro, Pablo y Juan— en este capítulo sólo abarcaremos el primero: Pedro. En el siguiente capítulo hablaremos de Pablo y de Juan.
Pedro empezó la edificación de la iglesia. Muchos cristianos toman a Pedro como un buen ejemplo para la predicación del evangelio. A menudo citan Hechos 4:12, donde Pedro dice: “Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos”. No está nada mal citar este versículo al predicar el evangelio; al contrario, es maravilloso. Sin embargo, las personas casi siempre pasan por alto la primera palabra de este versículo: y. Esta palabra al comienzo del versículo hace referencia al versículo anterior, el versículo 11. Por lo tanto, cuando citamos Hechos 4:12, no debemos olvidarnos de la palabra y, la cual nos remite al versículo 11. Hechos 4:11 dice: “Este Jesús es la piedra menospreciada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo”. Este versículo no habla de Cristo como Salvador del pueblo de Dios, sino de Cristo como la piedra del ángulo del edificio de Dios. Por lo tanto, el evangelio no sólo tiene que ver con un Salvador, sino también con una piedra.
Nuestro Salvador es una piedra. Esta piedra fue menospreciada por los edificadores. Los edificadores judíos eran quienes debían edificar la casa de Dios, pero Cristo, la piedra viva, fue rechazado por ellos (1 P. 2:4). Ellos lo desecharon, pero Él llegó a ser la cabeza del ángulo, la piedra angular del edificio de Dios (Ef. 2:20). Una piedra angular es colocada en la esquina donde se juntan dos muros. En el punto donde dos muros se juntan, se necesita una piedra fuerte a fin de unirlos. Los creyentes gentiles y los creyentes judíos son los dos muros del edificio de Dios que Cristo une como piedra angular. Por lo tanto, Cristo no sólo es el Salvador, sino también la piedra angular destinada al edificio de Dios.
En el cristianismo los predicadores a menudo se refieren a Hechos 4:12, pero raras veces mencionan el versículo 11. Muchos de los que han estado en el cristianismo por muchos años nunca han escuchado un mensaje del evangelio que les dijera que Cristo no sólo es el Salvador, sino también la piedra. Cristo es el Salvador-Piedra. Si Él únicamente fuese el Salvador, podría suplir nuestras necesidades, pero no podría jamás cumplir el propósito de Dios. El propósito eterno de Dios no consiste meramente en salvar a los pecadores caídos, sino en edificar Su morada eterna con estas personas salvas. Por lo tanto, a fin de cumplir el propósito eterno de Dios, Cristo tiene que ser el Salvador para la salvación de los pecadores y también la piedra para el edificio de Dios. De hecho, Su salvación tiene como meta el edificio de Dios.
Los edificadores mencionados en el versículo 11 son los edificadores religiosos. No sólo los edificadores judíos rechazaron esta piedra, sino que también la han rechazado los supuestos edificadores en el cristianismo. El cristianismo predica una salvación pobre que no hace ninguna mención del propósito eterno de Dios. No es una salvación rica, sino una salvación escasa, que apenas libra a las personas del infierno, pero no tiene un lugar donde ponerlas después. El cristianismo trata de poner a la gente en una mansión celestial, pero no existe tal cosa en la Biblia. Dios no tiene la intención de ponernos en una mansión celestial; más bien, Él nos está edificando hasta que seamos la Nueva Jerusalén. El cristianismo pasa por alto el destino de la salvación; no conocen el propósito por el cual Dios nos salva. El propósito de Dios, el destino de Su salvación, es la Nueva Jerusalén, el edificio eterno de Dios. Por lo tanto, el Hijo de Dios, el Señor Jesús, no es meramente el Salvador, sino el Salvador-Piedra.
Nota: Esperamos que muchos se beneficien de estas riquezas espirituales. Sin embargo, para evitar cualquier tipo de confusión, les pedimos que ninguno de estos materiales sean descargados o copiados y publicados en otro lugar, sea por medio electrónico o por cualquier otro medio. Living Stream Ministry mantiene todos los derechos de autor en estos materiales, y esperamos que ustedes los que nos visiten respeten esto.