Información del libro

Base para la obra edificadora de Dios, Lapor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-7268-8
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Actualmente disponible en: Capítulo 3 de 8 Sección 6 de 6

EL ESPÍRITU SANTO VIENE
PARA INTRODUCIRNOS EN LA REALIDAD
DE ESTA UNIÓN

Dejemos por ahora lo que resta del capítulo 15 y leamos del capítulo 16. Los versículos del 5 al 7a dicen: “Pero ahora voy a Aquel que me envió; y ninguno de vosotros me pregunta: ¿Adónde vas? Antes, porque os he dicho estas cosas, tristeza ha llenado vuestro corazón. Pero Yo os digo la verdad: Os conviene que Yo me vaya; porque si no me voy, el Consolador no vendrá a vosotros”. El significado de lo que el Señor dijo era: “Si no me voy, no podré ser transfigurado para entrar en vosotros. Os conviene que Yo me vaya. Si no me voy, sólo podré estar entre vosotros, mas no entrar en vosotros”. Los versículos del 7b al 13a dicen a continuación: “Mas si me voy, os lo enviaré. Y cuando Él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. De pecado, por cuanto no creen en Mí; de justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más; y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado. Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar. Pero cuando venga el Espíritu de realidad, Él os guiará a toda la realidad”. El Espíritu de realidad es la transfiguración del Señor. Él no nos guía a las doctrinas, sino a toda la verdad, a toda la realidad. ¿Qué es toda la realidad? Es esto: “Yo estoy en Mi Padre, y vosotros en Mí, y Yo en vosotros” (14:20). Esto tiene como fin que el hombre disfrute plenamente de todo lo que está en Dios, lo cual equivale también a entrar en la realidad.

Juan 16:13b-15 dice: “Porque no hablará por Su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oye, y os hará saber las cosas que habrán de venir. Él me glorificará; porque recibirá de lo Mío, y os lo hará saber. Todo lo que tiene el Padre es Mío; por eso dije que recibirá de lo Mío, y os lo hará saber”. Estos versículos son muy cruciales, pero por ahora no puedo entrar en detalle. El Señor Jesús estaba diciendo: “Todo lo que el Padre es y tiene es Mío. Cuando el Espíritu de realidad venga, Él os guiará a toda la realidad, a toda la plenitud de la Deidad, para que podáis disfrutar de todo lo que está en la plenitud”.

EL QUE EL SEÑOR
SE VAYA SE REFIERE A SU MUERTE,
Y EL QUE EL SEÑOR VENGA
SE REFIERE A SU RESURRECCIÓN

El versículo 16 dice: “Todavía un poco, y no me veréis; y de nuevo un poco, y me veréis”. Hermanos y hermanas, creo que ustedes saben que cuando el Señor dijo esto estaba próximo a morir. Por eso dijo: “Todavía un poco, y no me veréis”, puesto que iba a ser muerto y sepultado. También dijo: “Y de nuevo un poco, y me veréis”, ya que sería resucitado como Espíritu para estar en medio de los discípulos y también entrar en ellos.

Los versículos 17 y 18 continúan diciendo: “Entonces se dijeron algunos de Sus discípulos unos a otros: ¿Qué es esto que nos dice: Todavía un poco y no me veréis; y de nuevo un poco, y me veréis; y: Porque Yo voy al Padre? Decían, pues: ¿Qué quiere decir con: Todavía un poco? No entendemos lo que habla”. El Señor dijo: “Yo voy al Padre”; con esto sigue refiriéndose a aquel misterioso acontecimiento, y es por eso que los discípulos no lo entendieron.

Los versículos 19 y 20 dicen: “Jesús conoció que querían preguntarle, y les dijo: ¿Preguntáis entre vosotros acerca de esto que dije: Todavía un poco y no me veréis, y de nuevo un poco y me veréis? De cierto, de cierto os digo, que vosotros lloraréis y lamentaréis, y el mundo se alegrará; vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en gozo”. Esto se refiere al período de tiempo en que el Señor fue crucificado y sepultado. Durante ese tiempo los seguidores del Señor llorarían y lamentarían, pero el mundo que crucificó al Señor se alegraría. Sin embargo, después de la resurrección del Señor, los discípulos verían al Señor y se regocijarían.

El versículo 21 dice: “La mujer cuando da a luz, tiene dolor, porque ha llegado su hora; pero después que ha dado a luz un niño, ya no se acuerda de la angustia, por el gozo de que haya nacido un hombre en el mundo”. El tiempo en que el Señor Jesús fue a la muerte iba a ser el momento en que los discípulos sufrirían dolores de parto. Asimismo, el tiempo en que el Señor Jesús iba a resucitar de los muertos iba a ser de regocijo para los discípulos.

El versículo 22 continúa diciendo: “Así que, también vosotros ahora tenéis tristeza; pero os volveré a ver, y se gozará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestro gozo”. El que el Señor volviera a ver a los discípulos no se refiere al tiempo de Su segunda venida, sino al día de Su resurrección.

Juan 20:19 dice: “Cuando llegó la noche de aquel mismo día, el primero de la semana, estando las puertas cerradas en el lugar donde los discípulos estaban reunidos por miedo de los judíos, vino Jesús, y puesto de pie en medio, les dijo: Paz a vosotros”. Esto ocurrió en la noche del día de la resurrección del Señor. Las puertas estaban cerradas, pero Jesús entró; cómo entró, no lo sabemos. El versículo 20 continúa: “Y cuando les hubo dicho esto, les mostró las manos y el costado. Y los discípulos se regocijaron viendo al Señor”. Él no vino a los discípulos simplemente como un alma o un espíritu, sino que vino con un cuerpo físico que todavía tenía las marcas y las heridas de la crucifixión. Aquí pueden ver que las palabras del capítulo 16 se cumplieron en el capítulo 20. En el capítulo 16 el Señor dijo que iba a morir y que los discípulos lamentarían, pero que esto sólo sería algo temporal, puesto que cuando fuese resucitado, y Él los volviera a ver, ellos se regocijarían. Entonces en la noche del día de la resurrección, el Señor se puso en medio de los discípulos, y los discípulos le vieron y se regocijaron.

Les hago notar estos versículos para probarles que la palabra venida en Juan del capítulo 14 al 16 no se refiere a la segunda venida del Señor en el futuro, sino al momento en que el Señor vino a estar en medio de los discípulos después de Su resurrección. Asimismo, la ida en estos tres capítulos tampoco se refiere a que el Señor dejara la tierra para ascender a los cielos, sino a Su muerte. Su ida se refiere a Su muerte; y Su venida se refiere a Su resurrección.

Sigamos adelante a leer 16:22-25: “Nadie os quitará vuestro gozo. En aquel día [esto es, el día de la resurrección del Señor] no me preguntaréis nada. De cierto, de cierto os digo, que todo cuanto pidáis al Padre en Mi nombre, os lo dará. Hasta ahora nada habéis pedido en Mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido. Estas cosas os he hablado en parábolas; la hora viene cuando ya no os hablaré por parábolas, sino que claramente os anunciaré las cosas del Padre”. Noten que no eran las cosas del cielo que el Señor nos anunció claramente, sino las cosas del Padre.

Los versículos del 26 al 28 continúan diciendo: “En aquel día pediréis en Mi nombre; y no os digo que Yo rogaré al Padre por vosotros, pues el Padre mismo os ama, porque vosotros me habéis amado, y habéis creído que Yo salí de Dios. Salí del Padre, y he venido al mundo; otra vez dejo el mundo, y voy al Padre”. Aquí Él está diciendo que salió de Dios y ahora regresaba a Dios. Todos los que leen el Nuevo Testamento en griego saben que la palabra mundo en el versículo 28 es la misma que se traduce “mundo” en 3:16, refiriéndose a las personas del mundo. Por lo tanto, la frase he venido al mundo puede traducirse “he venido a las personas del mundo”. Él salió del Padre a las personas del mundo; esto significa que vino de Dios al hombre. Luego Él dejó a las personas del mundo y regresó al Padre. Esto significa que fue del hombre a Dios.

Los versículos 29 y 30 dicen: “Le dijeron Sus discípulos: He aquí ahora hablas claramente, y ninguna parábola dices. Ahora entendemos que sabes todas las cosas, y no necesitas que nadie te pregunte; por esto creemos que has salido de Dios”. ¡Qué lástima! Los discípulos no habían creído sino hasta ese momento en que el Señor había salido de Dios; ellos habían creído demasiado tarde. En ese momento el punto no era que Él había salido de Dios, sino que iba a Dios. Hasta ahora ellos sólo habían entendido la primera parte, y no la segunda. Debemos recordar que la primera sección de Juan nos habla de que Dios entra en el hombre, y la segunda, de que el hombre entra en Dios. Cuando el Señor dijo estas palabras, los discípulos no entendieron. No fue sino hasta la noche del día de la resurrección del Señor que ellos entendieron. Asimismo, si nosotros no vemos el hecho hoy, no podemos entender. Es sólo cuando vemos el hecho que podemos entender. Aquí los discípulos entendieron que el Señor había salido del Padre, pero aún no entendieron cómo Él iba a regresar al Padre.

Los versículos del 31 al 33 concluyen: “Jesús les respondió: ¿Ahora creéis? He aquí la hora viene, y ha venido ya, en que seréis esparcidos cada uno por su lado, y me dejaréis solo; mas no estoy solo, porque el Padre está conmigo. Estas cosas os he hablado para que en Mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero tened valor, Yo he vencido al mundo”.

PALABRAS DE CONCLUSIÓN

Terminaremos nuestra lectura aquí. Ahora queremos dar unas palabras de conclusión. Juan 14, 15 y 16 hablan acerca de que el Señor venía por medio de Su ida, y que esta venida por medio de Su ida era Su muerte y Su resurrección. Recuerden que en este libro, el Evangelio de Juan, la primera sección habla de la encarnación del Señor y la segunda sección habla de la muerte y resurrección del Señor. En Su encarnación Él salió desde el Padre para entrar en el hombre; en Su muerte y resurrección, salió desde el hombre para entrar en el Padre. En otras palabras, mediante la encarnación Él introdujo a Dios en el hombre, y mediante la muerte y la resurrección introdujo al hombre en Dios. Por medio de la encarnación introdujo a Dios en una unión con el hombre, y por medio de la muerte y la resurrección introdujo al hombre en la mezcla con Dios. Por consiguiente, del capítulo 1 al 13 Él sólo podía decir: “Yo estoy entre vosotros”, mas no: “Vosotros estáis en Mí y en el Padre”. Él no podía decir esto en aquel tiempo porque no había introducido al hombre en Dios. Entre Dios y el hombre todavía había barreras, distancia, problemas y dificultades. Estos problemas eran el pecado, el mundo, la carne y Satanás. Hasta ese momento, la puerta para que el hombre entrara en Dios no había sido abierta. El camino no había sido preparado, y no era posible que el hombre morara en Dios.

Por esta razón, Él tenía que irse y morir. Él tenía que resolver los problemas entre Dios y el hombre por medio de la muerte. Él tenía que preparar el camino y abrir un camino para que el hombre llegara a Dios y permaneciera en Dios. En esto consistía que Él fuera a preparar un lugar para el hombre. Él no fue a preparar una mansión celestial en la que el hombre pudiera vivir. En vez de ello, fue por medio de la muerte para resolver los problemas que había entre Dios y el hombre, y así abrir un camino para que el hombre obtuviera acceso a Dios y pudiera permanecer en Dios.

Después de Su resurrección, el Señor como Espíritu impartió Su vida en el hombre. Fue así como entró en el hombre. Al mismo tiempo, en Su resurrección Él introdujo en Dios al hombre del cual se había vestido. Esto cumplió lo dicho por el Señor de que donde Él está, puedan también estar los que pertenecen a Él. Él está en el Padre, y los que pertenecen a Él también están en el Padre. De este modo, Dios y el hombre se mezclan y se unen para ser un edificio espiritual, que es la morada mutua de Dios y el hombre, la casa de Dios y el templo de Dios. Esto se cumplió por medio de Su resurrección. Esto también hizo que se cumpliera: “Destruid este templo, y en tres días lo levantaré” (2:19). Hoy en día Él todavía está edificando este templo en resurrección. Él ha estado llevando a cabo esta obra de edificación en nosotros con Su vida de resurrección a fin de que podamos entrar más profundamente en Dios. Ésta es la obra de edificación que nos muestra el Evangelio de Juan.


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