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Cristo todo-inclusivo, Elpor Witness Lee

ISBN: 978-0-87083-626-8
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Actualmente disponible en: Capítulo 2 de 16 Sección 1 de 3

LA MANERA DE DISFRUTAR AL DIOS ENCARNADO

El capítulo 1 del Evangelio de Juan revela que Cristo vino como tabernáculo (v. 14), y que ese tabernáculo era en realidad el Dios encarnado en quien los creyentes pueden entrar. ¿Pero cuál es la entrada, el camino, al tabernáculo? La entrada es Cristo como las ofrendas. Por lo tanto, después del tabernáculo en 1:14, tenemos el Cordero de Dios en 1:29. Este Cordero representa a Cristo como todas las ofrendas. Es mediante estas ofrendas que podemos entrar en el tabernáculo. Por consiguiente, en el capítulo 1 tenemos el tabernáculo y las ofrendas como el camino por el cual entramos en este tabernáculo, el Dios encarnado.

En Juan 1 vemos que Dios vino mediante la encarnación para ser el tabernáculo y que también vino como las ofrendas para ser nuestro disfrute. Si lo disfrutamos a Él y participamos de Él como las ofrendas, podemos entrar en Él como el tabernáculo.

En los capítulos del 3 al 11 de Juan tenemos varios casos como ejemplos. El primer caso es el de Nicodemo. Según Juan 3, Nicodemo, un fariseo, un líder principal, un anciano, un caballero y uno que busca a Dios, vino a Aquel que es el tabernáculo y las ofrendas. Aquel a quien Nicodemo contactó de noche era el Dios encarnado que sería recibido por nosotros a fin de que pudiésemos entrar en Él. Además, Él era también todas las ofrendas. ¿Cómo podía Nicodemo, una persona necesitada, participar de este Dios encarnado? ¿Cómo podía él disfrutar a Dios y entrar en Dios? ¿Quién es capaz de responder esta pregunta? ¿Acaso la respondieron los filósofos antiguos de Grecia, Babilonia o Egipto? Ciertamente no. Tampoco Confucio respondió esta pregunta. Pero la Biblia revela la respuesta de esta pregunta sumamente difícil. Según lo descrito en Juan 3, Nicodemo necesitaba que el Dios encarnado fuese sus ofrendas. A fin de entender esto, necesitamos los tipos del tabernáculo y las ofrendas descritos en el Antiguo Testamento, y también necesitamos los casos presentados en el Nuevo Testamento.

Cuando Nicodemo se refirió al Señor Jesús como un maestro enviado por Dios, el Señor le dijo que le era necesario nacer de nuevo. Después Él se dispuso a ayudar a Nicodemo a entender esto con claridad. Nicodemo preguntó: “¿Cómo puede hacerse esto?”. Pareciera que él dijese: “Ahora ya sé lo que significa nacer de nuevo. ¿Pero cómo puede hacerse esto?”. En respuesta a la pregunta de Nicodemo, el Señor se comparó con la serpiente de bronce que fue levantada sobre un asta: “Como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado”. Aquí el Señor Jesús pareció decirle: “Yo he venido para ser una serpiente de bronce, y un día seré levantado en la cruz. Nicodemo, esto indica que no importa cuán bueno, amable y calificado seas, debes darte cuenta de que tienes una naturaleza serpentina. No pienses que los que cometen pecados graves son serpentinos, pero tú no. Nicodemo, tu tienes una naturaleza serpentina. En Adán, tu antepasado y ancestro, fuiste mordido por la serpiente antigua. Cuando Adán fue mordido por la serpiente, tú también fuiste mordido. Debido que has nacido de Adán, heredaste su naturaleza serpentina. Externamente, no parece que fueras serpentino, sino un caballero. Pero internamente, según tu naturaleza, eres serpentino. Por esta razón, es necesario que Yo muera por ti. Así como la serpiente de bronce fue levantada por Moisés, es necesario que Yo sea levantado en la cruz y juzgado por Dios en tu lugar. Nicodemo, has estado enseñando a los hijos de Israel por años. ¿Nunca les has contado la historia de las serpientes en Números 21? Tienes que comprender, Nicodemo, que eres serpentino y que Yo debo morir por ti como tu Sustituto. Tienes el veneno de la serpiente, pero Yo soy simplemente una serpiente de bronce. Tengo la forma de una serpiente, más no la naturaleza venenosa de una serpiente. Pese a que no tengo pecado, Dios me ha hecho pecado por ti (2 Co. 5:21). Yo no conozco el pecado, pero Dios me envió en la semejanza de la carne de pecado (Ro. 8:3), en la forma de una serpiente de bronce”.

Hoy en día los cristianos valoran muchísimo Juan 3:16, pero no muchos entienden 3:14. Sin embargo, 3:16 es el resultado de 3:14; esto es, el hecho de recibir la vida eterna es el resultado de que la serpiente de bronce sea levantada. El Señor le estaba diciendo a Nicodemo que si él se daba cuenta de que era serpentino y creía en el Señor Jesús como la serpiente de bronce que fue levantada como su Sustituto, tendría vida eterna. Esto es ser regenerado, o sea, recibir otra vida, la vida divina. Cuando la vida divina entró en nosotros, recibimos otra vida. Tener esta vida nueva es lo que significa nacer de nuevo.

En los capítulos 1 y 3 de Juan vemos la manera de disfrutar al Dios encarnado. Génesis 1 revela que Dios es el Creador. Pero en Juan 1 y 3 Dios no es solamente el Creador, sino que Él se ha encarnado para ser el tabernáculo en el cual podemos entrar. Además, este Dios encarnado es todas las ofrendas. Él se hizo carne a fin de ser el tabernáculo y las ofrendas. Si el Señor no se hubiera encarnado, ¿cómo podría haber sido el Cordero con sangre para derramarla por nuestra redención? Aparte de Su encarnación Él no habría tenido sangre para derramarla por nosotros. Pero, debido a que Él se hizo carne, por un lado, Él vino a ser el tabernáculo en el cual podemos entrar y, por otro, Él vino a ser las ofrendas que cumplen los requisitos por nosotros para poder entrar en Él.

PARTICIPAR DE CRISTO

Hoy en día Cristo aún se nos presenta como el tabernáculo y las ofrendas. Pero ¿cómo podemos participar de Él? A fin de participar de Él, debemos estar conscientes de que tenemos una naturaleza serpentina. El pecado es el veneno de la serpiente, el diablo, Satanás. Por medio de Adán esta naturaleza pecaminosa fue puesta en nosotros, y ahora tenemos el veneno serpentino en nuestra naturaleza. A fin de disfrutar al Dios encarnado, debemos darnos cuenta de que somos tales seres serpentinos. También debemos comprender que Cristo fue hecho pecado por nosotros y murió en la cruz como una serpiente de bronce, para que la naturaleza serpentina en nuestro interior pudiera ser juzgada. Si estamos conscientes de que somos personas pecaminosas, seres serpentinos, y lo confesamos, de inmediato esta querida Persona encarnada llegará a ser nuestra ofrenda por el pecado y entrará en nosotros. Entonces le tendremos a Él como la vida eterna. Ésta es la manera en que podemos participar del Dios encarnado para nuestro disfrute. Es cuando admitimos que somos serpentinos, que estamos calificados para experimentar la vida eterna y disfrutarlo a Él.

Esto no ocurre una vez por todas. Al contrario, esto tiene que ser nuestra experiencia diaria. Juan el Bautista predicó el arrepentimiento, y en las siete epístolas a las siete iglesias en Apocalipsis 2 y 3 el Señor Jesús una y otra vez dice que nos arrepintamos. Esto indica que a lo largo de toda nuestra vida cristiana necesitamos arrepentirnos. Cada día debemos decir: “Señor, soy un ser serpentino. Pero te doy gracias, Señor, que Tú llegaste a ser la serpiente de bronce que fue levantada a fin de ser juzgado en mi lugar. Señor, confieso que soy pecaminoso. Aun cuando Tú no conocías pecado, fuiste hecho pecado por mí, y moriste en la cruz para condenar al pecado. Ahora, Señor, te tomo como mi ofrenda por el pecado”. Cada vez que hagamos esto, Él de nuevo llegará a ser nuestro disfrute.


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