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Cristo como el Espíritu en las Epístolaspor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-6299-3
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Actualmente disponible en: Capítulo 8 de 14 Sección 1 de 5

EL ESPÍRITU PRESENTADO EN GÁLATAS

El evangelio predicado a Abraham

El Espíritu no se menciona en Gálatas sino hasta el tercer capítulo. El tema de Gálatas 3 es el evangelio, del cual el Espíritu es el centro. ¿Cuándo se comenzó a predicar el evangelio? Tal vez algunos digan que el evangelio comenzó con la predicación de Juan el Bautista o del Señor Jesús, o aun en el día de Pentecostés. Sin embargo, el comienzo del evangelio fue en los tiempos de Abraham. Gálatas 3:8 dice: “La Escritura, previendo que Dios había de justificar por la fe a los gentiles, anunció de antemano el evangelio a Abraham, diciendo: ‘En ti serán benditas todas las naciones’”. La época de Abraham aconteció cerca de dos mil años antes de la predicación de la dispensación neotestamentaria. El evangelio fue predicado incluso antes de que la ley fuera dada.

La promesa del Espíritu
como la bendición del evangelio

El evangelio que se le predicó a Abraham fue éste: “En ti serán benditas todas las naciones”. El centro del evangelio es Cristo, y Cristo es hecho real como Espíritu. Los versículos del 9 al 14 dicen a continuación: “De modo que los de la fe son bendecidos con el creyente Abraham. Porque todos los de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está: ‘Maldito todo aquel que no permanece en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas’. Y que por la ley ninguno se justifica ante Dios, es evidente, porque: ‘El justo tendrá vida y vivirá por la fe’; y la ley no es de fe, sino que dice: ‘El que hace estas cosas vivirá por ellas’. Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: ‘Maldito todo el que es colgado en un madero’), para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por medio de la fe recibiésemos la promesa del Espíritu”.

La promesa del Espíritu es el Espíritu de la promesa mencionado en Efesios 1:13, el Espíritu que Dios prometió. La bendición del evangelio predicado a Abraham es Cristo, y Cristo es hecho real como Espíritu. Por tanto, la bendición del evangelio predicado a Abraham fue la promesa del Espíritu. Dios le predicó el evangelio a Abraham al prometerle que nos daría Su Espíritu como bendición por medio de la fe.

En Gálatas 3:1-3 Pablo hace la pregunta: “¡Oh gálatas insensatos! ¿quién os fascinó a vosotros, ante cuyos ojos Jesucristo fue ya presentado claramente como crucificado? Esto solo quiero saber de vosotros: ¿Recibisteis al Espíritu por las obras de la ley, o por el oír con fe? ¿Tan necios sois? ¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora os perfeccionáis por la carne?”. Luego en el versículo 5 él hace esta pregunta: “Aquel, pues, que os suministra abundantemente el Espíritu, y hace obras poderosas entre vosotros, ¿lo hace por las obras de la ley, o por el oír con fe?”. Estos versículos indican que, finalmente, el centro del evangelio es el Espíritu de la promesa que se nos suministra abundantemente.

La intención de Dios es entregarse al hombre para ser su disfrute y forjarse a Sí mismo en el hombre. Sin embargo, el hombre cayó y se alejó más y más de Dios. En el huerto de Edén, el hombre estaba en el lugar donde estaba Dios. No obstante, en la caída de Adán el hombre dio el primer paso para alejarse de Dios (Gn. 3:1-6), y con Caín el hombre dio el segundo paso en su caída (4:3-8). Al principio el hombre fue creado a fin de vivir en el espíritu humano delante de Dios, pero en el primer y segundo paso de la caída, el hombre cayó de su espíritu al alma, convirtiéndose en un hombre anímico, un hombre que vivía en el alma, como Caín. Luego en los tiempos del diluvio el hombre dio un tercer paso en su caída (6:1-5). Según el versículo 3, en aquel tiempo el hombre vino a ser carne, es decir, el hombre cayó otra vez, y esta vez cayó del alma a la carne. Finalmente en los tiempos de Babel el hombre dio un cuarto paso en su caída (11:1-4), metiéndose esta vez en los ídolos y en las cosas satánicas. Los ídolos son sustitutos de Dios. Esto significa que en esta ocasión el hombre renunció a Dios completamente. Después del primer paso de la caída e incluso del segundo, el hombre aún pensaba en Dios. Sin embargo, cuando aconteció la cuarta caída, el hombre renunció a todo pensamiento de Dios y tomó a los ídolos como sustituto de Dios. Después que acontecieron todos estos pasos de la caída, el hombre no podía caer más bajo; había caído a lo sumo, del espíritu al alma, del alma a la carne, y de la carne a la idolatría, a los ídolos; quedó sin Dios y renunció a Dios a lo sumo.

Entonces un día cuando el hombre se encontraba en el nivel más bajo de la caída, Dios vino a Abraham, que era un hombre entre muchos. Dios vino a prometerle a este hombre caído que, por una parte, Él efectuaría la redención necesaria para devolver al hombre a su posición original y, por otra, que Dios como Espíritu sería la porción de este hombre redimido para que le disfrutara. El Espíritu que Dios nos ha suministrado para que lo disfrutemos es el Espíritu de esta promesa. Esta promesa se cumple por Cristo, en Él, a través de Él y con Él, de modo que podamos recibir la promesa del Espíritu, es decir, que podamos recibir al Espíritu mismo que Dios nos prometió.

El Espíritu del Hijo de Dios

Somos hombres caídos y, como tales, no estamos en el primer nivel ni en el segundo de la caída, sino que hemos caído hasta el cuarto nivel, al grado más bajo. Alabado sea el Señor porque Cristo efectuó la redención por nosotros a fin de que fuésemos librados de la caída y recibiéramos al Espíritu como nuestro disfrute. Entonces, después que recibimos al Espíritu de la promesa, Él llegó a ser el Espíritu del Hijo. Gálatas 4:6 dice: “Por cuanto sois hijos, Dios envió a nuestros corazones el Espíritu de Su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre!”. Dios envió al Espíritu de Su Hijo dentro de nosotros para hacernos los hijos genuinos de Dios de hecho y en la realidad.

El Espíritu para nuestro vivir

Después de entrar en nosotros, el Espíritu del Hijo ahora es el Espíritu para nuestro vivir (5:16, 25). El versículo 25 dice: “Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu”. Él no sólo es el Espíritu de vida que imparte la vida dentro de nosotros, sino que también es el Espíritu para nuestro vivir, el Espíritu por el cual vivimos. Gálatas es un libro que trata de nuestro vivir y nuestro andar. No debemos vivir y andar por la ley, sino por el Espíritu.

El Espíritu que da fruto

Finalmente este Espíritu para nuestro vivir es el Espíritu que da fruto. Los versículos 22 y 23 dicen: “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, longanimidad, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio propio; contra tales cosas no hay ley”.

Sembrar para el Espíritu y segar del Espíritu

Gálatas 6:8 dice: “El que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna”. En toda nuestra vida y andar cristianos, debemos sembrar para el Espíritu a fin de segar del Espíritu. Finalmente tenemos que hacer todo en este Espíritu.

El resultado de nuestra experiencia del Espíritu que se presenta en Gálatas es que Cristo es revelado en nosotros (1:15-16), Cristo vive en nosotros (2:20), Cristo es formado en nosotros (4:19), y nosotros llegamos a ser una nueva creación (6:15). Gálatas no es un libro simplemente sobre la justificación por fe ni sobre la crucifixión de nuestra carne y de su concupiscencia. En cambio, el resultado de nuestra experiencia del Espíritu es algo muy positivo.

Este libro predica un evangelio antiguo y sin embargo nuevo. Este evangelio tiene la promesa de que Dios pondrá Su Espíritu dentro del hombre que ha caído a lo sumo a fin de que sea el Espíritu del Hijo, el Espíritu para nuestro vivir, el Espíritu que da fruto, y el Espíritu para el cual sembramos y del cual segamos. Ahora simplemente debemos vivir, andar y hacerlo todo en este Espíritu. Como resultado, Cristo es revelado en nosotros, vive en nosotros y es formado en nosotros, y nosotros somos una creación absolutamente nueva.


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