Lecciones de la verdad, nivel uno, tomo 1por Witness Lee
ISBN: 978-0-87083-242-0
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Había también diecinueve reyes de Israel desde Jeroboam hasta Oseas (1 R. 12—2 R. 17). Aparte de Jehú (2 R. 10:30-31), quien hizo la voluntad del Señor pero no con todo su corazón, ninguno de los reyes era bueno. En el juicio de Dios, pronunciado contra ellos, más de veinte veces se menciona que ellos “no se apartaron de los pecados de Jeroboam, el que había hecho pecar a Israel”. Los pecados de Jeroboam fueron que él hizo los becerros de oro, los lugares altos, los templos, y que ordenó algunos que no eran levitas como sacerdotes, y que decretó sus propias fiestas. Estos pecados provocaron a ira a Dios y condujeron a la destrucción de la nación y el cautiverio.
La subida y la caída del reino del pueblo de Dios dependían de su relación con Dios. Cuando temían a Dios, su nación prosperaba, y cuando se apartaban de Dios, su nación decaía. Cada vez que Dios percibió que los reyes y el pueblo se rebelaron contra El, y le abandonaron para servir los ídolos gentiles abominables, El era siempre bondadoso y paciente. El mandaba Sus profetas para advertirles, con esperanza de su arrepentimiento y su regreso a El mismo. Fue cuando el pueblo no le escuchaba que el juicio justo de Dios venía sobre ellos.
Jezabel, la cual vino de la tierra gentil de Sidon, fue la esposa de Acab, rey de Israel. El rey Acab le permitió a Jezabel que persiguiera a los que adoraban al Señor, que indujera al pueblo a adorar Baal (1 R. 16:30-32), que matara los profetas del Señor (1 R. 18:13), y que edificara la casa de Baal. Acab también fue influenciado por Jezabel a servir a Baal, y él hizo más que todos los reyes de Israel que reinaron antes que él para provocar la ira de Jehová Dios de Israel (1 R. 16:33). El estimulaba fuertemente la adoración a los ídolos entre los hijos de Israel, él se decidió a matar a Elías, el profeta del Señor, y toleró el asesinato de Nabot por Jezabel debido a que Nabot no estaba dispuesto a entregarle la herencia de sus padres. El sobrepasaba lo maligno de Israel en aquellos días. La Biblia dice: “A la verdad ninguno fue como Acab, que se vendió para hacer lo malo ante los ojos de Jehová; porque Jezabel su mujer lo incitaba. El fue en gran manera abominable, caminaba en pos de los ídolos, conforme a todo lo que hicieron los amorreos, a los cuales lanzó Jehová de delante de los hijos de Israel” (1 R. 21:25-26). Por eso, Dios envió el profeta Elías a Acab diciendo: “He aquí yo traigo mal sobre ti, y barreré tu posteridad y destruiré hasta el último varón de la casa de Acab, tanto el siervo como el libre en Israel...De Jezabel también ha hablado Jehová, diciendo: Los perros comerán a Jezabel en el muro de Jezreel” (1 R. 21:21-23).
Cuando Joram, hijo de Acab, era rey, Jehú hirió a Joram con una flecha, y mandó al pueblo que echara abajo a Jezabel de la ventana hasta que su sangre salpicara en la pared y en los caballos. Todos los setenta hijos de Acab en Samaría y todos los que permanecían de su casa también fueron muertos, así cumpliendo las palabras del profeta Elias (2 R. 9:14—10:17).
Oseas, el último rey de Israel, hizo lo malo ante los ojos de Dios. El rey de Asiria le atacó, le detuvo y le aprisionó en la casa de la cárcel. Después, él tomó a Samaria, y llevó a Israel cautivo a Asiria, lo cual es Siria de hoy en día. El los puso en Halah y en Habor, junto al río Gozan, y en las ciudades de los medos (2 R. 17:4-6). Todo esto fue debido al hecho de que Israel pecaba los pecados de Jeroboam, y que no estaba dispuesto a apartarse de ellos. Ellos rehusaron obedecer la exhortación del Señor a través de los profetas de que abandonaran sus caminos malignos. Estando duros de cerviz, ellos se apartaron de Jehová su Dios y todos Sus mandamientos e hicieron para sí mismos dos imágenes de becerros; hicieron una estatua de Asera, adoraron los cuerpos celestiales, sirvieron a Baal e hicieron lo malo ante los ojos del Señor, provocando Su ira. El Señor, por tanto, se airó contra ellos y los ahuyentó de Su presencia (2 R. 17:7-8). Así como ellos rechazaron a Dios, Dios finalmente también los rechazó a ellos.
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