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Administración de la iglesia y el ministerio de la palabra, Lapor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-6813-1
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Actualmente disponible en: Capítulo 4 de 5 Sección 1 de 4

NECESITAMOS APRENDER LA LECCIÓN
DE LA EDIFICACIÓN Y CONDUCIR A OTROS A ELLA

Una persona que argumenta acerca de cuál libro debe estudiar la iglesia y que pone en tela de juicio la decisión de los ancianos, no posee un espíritu o actitud de sumisión. Sin sumisión no puede haber edificación. La edificación de la iglesia que se efectúa mediante nuestra administración de la misma y el ministerio de la palabra depende de nuestra persona. Si hemos aprendido las lecciones pertinentes, si hemos experimentado el quebrantamiento de nuestro yo y conocemos lo que es el edificio de Dios, aquellos creyentes a quienes cuidemos llegarán a ser piedras vivas edificadas juntamente como casa espiritual. Pero si nosotros mismos no hemos sido edificados, no seremos capaces de edificar a otros. La obra confiada en nuestras manos no resultará en edificación. Cuantas más personas se salven mediante nuestra predicación del evangelio y mientras más personas tratemos de edificar, lo único que traerán serán opiniones a la iglesia. Aun cuando el número de piedras para la edificación se ha incrementado, no se llevará a cabo ninguna edificación.

La obra de Satanás consiste en derribar la edificación. Él ha estado haciendo esto por dos mil años. La mayor parte de la obra del evangelio que se lleva a cabo en el cristianismo busca atraer personas con miras a obtener ganancias materiales. Éste es un propósito bajo y superficial, y es un indicio de que el poder del evangelio se ha perdido. Cuando una iglesia está llena de disensión, su condición espiritual será débil. Desde que llegamos a Taiwán en 1949, la iglesia en Taipéi se ha mantenido fresca sin ningún elemento de disensión. Satanás está ahora intentando derribar la edificación. Si estamos en unanimidad, tenemos la autoridad del Espíritu Santo.

DEBEMOS SER CUIDADOSOS CON NUESTRAS PALABRAS,
PARA NO INTRODUCIR DISENSIÓN
Y DERRIBAR LA EDIFICACIÓN

Algunos hermanos son muy descuidados con sus palabras, e inconscientemente introducen disensión, dañando así la obra, aun cuando no tengan una mala intención. Por ejemplo, un asunto que se trae a la comunión en la reunión de los ancianos por la tarde puede esparcirse por toda la iglesia, causando que se mezclen los hechos junto con ciertos rumores. Esto muestra que algunos hermanos han hablado demasiado y que no han aprendido la lección en cuanto al servicio de la iglesia. Ciertamente no tenemos ningún secreto; sin embargo, aquellos que han sido quebrantados no suelen hablar irresponsablemente. Por ejemplo, recientemente envié unas cartas invitando a ciertos hermanos a venir a una reunión, y no le dije a mi esposa. Pero más tarde ella se enteró por medio de otra hermana. Si un hermano recibe una carta, él simplemente debe asistir a la cita indicada. No hay necesidad de que lo comente con otros. Esta clase de hablar a la ligera no tiene razón de ser, y le da lugar a Satanás para que actúe.

No hay ningún secreto en lo que respecta a enviar cartas acerca de una reunión. No comentar con otros que hemos sido invitados a una reunión equivale a rechazar la carne. Yo tenía una carga pesada de llamar a ciertos hermanos para tener una reunión, pero no se lo dije a mi esposa. Ni siquiera me atreví a comentarle nada sobre mi carga, ¿por qué entonces los hermanos deben preguntarle a mi esposa acerca de esto? Este detalle tan pequeño puede introducir disensión y derribar la obra de edificación. Aquellos que han aprendido la lección no deben hablar descuidadamente en su servicio ni en la coordinación. Aunque tratemos diferentes asuntos con la gente, debemos conocer nuestra posición al hablar acerca de los asuntos relacionados con el servicio.

Con el propósito de brindarle hospitalidad al hermano T. Austin-Sparks, quería hallar a alguien que supiera cocinar comida occidental. Finalmente encontramos un cocinero, a quien le pagamos, pero él desapareció llevándose todo el dinero. Al día siguiente un hermano me envió una carta ofreciéndome su cocinero particular. Me sorprendí de lo rápido que se divulgó este suceso. Una persona que ha aprendido la lección en el servicio de la iglesia nunca debería hablar de tales asuntos. Aun si mil cocineros salieran huyendo, ¿qué necesidad hay de hablar de tal asunto cuando no tiene nada que ver con nosotros? Esto no quiere decir que la conducta de dicho cocinero sea un asunto que se deba mantener en secreto por temor a lo que otros puedan pensar de ello. La Biblia narra que uno de los colaboradores de Pablo, Demas, amaba este siglo (2 Ti. 4:10) y que Pablo exhortó a los hermanos de Éfeso diciéndoles que el que hurtaba, no hurte más (Ef. 4:28). Así que, el hecho de que un cocinero desaparezca hurtando el dinero no es algo extraño. No obstante, me pregunto cuál es la razón por la que esta noticia se propague en menos de dos días. Esto sólo indica que necesitamos aprender la lección de no esparcir información alguna. El hecho de esparcir una información derriba la obra de edificación.

En otra ocasión, un hermano me dijo que le habían preguntado si era verdad que él iría a servir en Taichung, cuando ni él mismo estaba enterado del asunto. Esta información fue esparcida mediante los que servían. Si este hermano fuese a servir a Taichung o no, es información que no es necesario divulgar. Si dicho hermano necesitara tener comunión acerca de ir a Taichung para servir, él mismo vendría a tener comunión. No necesitamos hacer tantas preguntas.

Si deseamos edificar la iglesia, tenemos que permitirle al Señor que trate estos problemas en nosotros. De otro modo, cuanto más laboremos, más derribaremos la edificación y más disensión causaremos. Muchas palabras innecesarias pueden ser propagadas por los servidores. Necesitamos clamar al Señor pidiendo Su misericordia. Los que sirven no deben hablar descuidadamente. Es necesario aprender esta lección. Podemos hablar con los hermanos y hermanas de muchas cosas diferentes; pero en cuanto a nuestro servicio, no debemos ser descuidados y hablar de asuntos que el Señor no nos ha confiado. No debemos hablar de una manera suelta sobre aquellos asuntos relacionados con nuestro servicio.

Unos servidores esparcieron el siguiente comentario: “Los ancianos nunca toman una decisión estable; siempre están cambiando sus decisiones y ni siquiera nos informan de los cambios que acuerdan”. Tal clase de comentario muestra que estos hermanos no han aprendido a ser restringidos ni regidos por el Señor. Aunque tal vez se hayan consagrado al Señor para servirle, con unas pocas frases ellos pueden derribar lo que ha costado años edificar. Con una mano edifican y con la otra derriban lo edificado. Esto realmente no es edificar. Debemos estar alerta y percatarnos de que la obra en Taipéi hoy se halla en discordia y que ha caído bajo la estratagema de Satanás. El enemigo está esparciendo el elemento de la disensión a través de nuestro propio servicio.

Si no resolvemos estos problemas, no podremos llevar adelante la obra de edificación. Los problemas en la administración de la iglesia y en el ministerio de la palabra son causados por los problemas que acarreamos en nuestra persona. Por favor, permítanme hablarles una palabra franca: el espíritu de insubordinación está operando entre nosotros. La insubordinación implica demolición, y no edificación. Ser insubordinados equivale a no edificar ni a ser edificados, y también equivale a derribar la obra de edificación.

CONCLUSIÓN

A fin de que nuestro trabajo produzca la edificación, muchos factores negativos de nuestro ser interior deben ser tratados y eliminados. Hay ciertas cosas que no debemos decir, ciertas actitudes que no debemos manifestar y ciertas acciones que no debemos tomar. Si hemos de sujetarnos, necesitamos ser restringidos. Aquellos que no han sido restringidos no están conscientes de que dentro de ellos hay muchos factores de discordia y, por tanto, cuando hablan, se manifiesta el elemento de la disensión. No debemos avergonzar al Señor ni estar carentes de consagración. Nuestro servicio debe edificar, no derribar. Debemos servir en unanimidad y nunca en discordia.

Es difícil calcular cuánto quebrantamiento y restricción necesitamos a fin de que nuestra obra sea llevada a cabo en unanimidad y pueda edificar a otros. Aunque esta palabra es fuerte, por favor recíbanla con un corazón manso y humilde. Llevamos sobre nuestros hombros una pesada responsabilidad delante del Señor. Cada uno de nosotros daremos cuentas al Señor ante Su tribunal. Si nuestra obra derriba la edificación, ello impedirá que muchos reciban gracia y sean edificados. Éste es un asunto muy serio. Debemos aprender no sólo a laborar, sino a llevar a cabo una labor de edificación. Jamás debemos permitir que nuestras palabras, actitudes, acciones y expresiones produzcan disensión ni causen daño a la edificación en la iglesia. No estamos aquí para erigir una autoridad humana, sino para edificar la iglesia de Dios, a fin de que Su autoridad pueda ser expresada en la iglesia. Por lo tanto, hay cosas que no debemos decir, acciones que no debemos cometer y actitudes que no debemos manifestar. Esto nos llevará a aprender mucho delante del Señor.


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