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Cristo maravilloso en el canon del Nuevo Testamento, Elpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-7796-6
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Actualmente disponible en: Capítulo 6 de 24 Sección 2 de 4

EL AIRE VIVIENTE

Como Espíritu, Él está tan disponible que podemos inhalarlo, y podemos recibirlo tan fácilmente. ¿Cómo entonces lo inhalamos? La Biblia nos dice en Romanos 10:12 que el Señor es rico para con todos los que invocan Su nombre. Por lo tanto, lo inhalamos simplemente al invocarle, diciendo: “¡Oh, Señor Jesús, oh, Señor Jesús, oh, Señor Jesús!”. Es por eso que cada vez que alguien invoca el nombre del Señor Jesús, algo sucede. Igualmente, si usted sólo invoca Su nombre, no volverá a ser la misma persona. No es que usted decida corregirse a sí mismo, sino que algo ocurre en su interior, y usted experimenta un cambio. A veces el cambio ocurre inmediatamente; otras veces ocurre al cabo de unas horas o de unos días. Esto no es una religión, ni tampoco es algo psicológico. ¡Éste es Jesús! Cuando usted invoca Su nombre para inhalarle, Él, como persona viva que es, entra en usted. Si las ondas eléctricas que están en el aire son reales, Jesús es aún más real. Hoy en día, en toda la tierra, Jesús como Espíritu vivificante es muy real. Cada vez que alguien en cualquier lugar de la tierra dice: “Señor Jesús, oh, Señor Jesús”, inhala el aire viviente. ¡Éste es nuestro maravilloso Jesús!

Algunos quizás pregunten: “¿No está Jesús en el cielo?”. Sí, Él está allí. Pero todos debemos saber que el Jesús que está en el trono en el tercer cielo a la diestra de Dios es hoy muy real en la tierra como Espíritu. Él es omnipresente. Nosotros no podemos limitarlo a un solo lugar. Él está en todas partes al igual que el aire; Él está tan disponible a nosotros como el aire. Ahora mismo, dondequiera que estemos, si invocamos diciendo: “Oh, Señor Jesús, oh, Señor Jesús”, algo sucederá, y recibiremos algo. Además, ese algo jamás lo podremos rechazar. ¡Aleluya! Jesús es tan real, tan viviente y está tan disponible a nosotros.

Ya vimos en el Evangelio de Juan que en el principio Él era la Palabra que era Dios. Luego Él se hizo carne para ser el Cordero de Dios y cargar con los pecados del mundo. Esto fue lo que hizo. Él efectuó la redención en la cruz hace casi dos mil años. No obstante, ése no era Su propósito final. En última instancia Su propósito era obtener la novia. Es cierto que Él vino para salvarnos a nosotros los pecadores, pero ésa no era Su meta; Su meta era obtener la novia.

EL PRIMER PRINCIPIO EN CUANTO A LA NOVIA

En la Biblia la primera vez que menciona cualquier asunto establece un principio que rige la interpretación del mismo. La primera vez que se menciona una boda ocurre en Génesis 2. Allí tenemos el casamiento de Adán y Eva, y el primer principio en cuanto a la novia. En este pasaje de la Palabra, podemos ver con toda claridad que la novia tiene que proceder del novio. Eva fue hecha a partir de algo que fue tomado de Adán. Una costilla fue tomada de él; ésa fue la fuente de la novia. Dios entonces edificó a una mujer con esa costilla. Luego, esta mujer regresó a Adán, y los dos llegaron a ser uno solo. Éste es el principio en cuanto a la novia.

¿Cómo puede entonces Cristo como postrer Adán obtener Su novia? Cuando Dios creó a Adán, le trajo todos los animales. Adán los miró e incluso les puso nombre, pero no pudo hallar su complemento. Ninguna de las criaturas pudo complementarlo, pues ninguna era conforme a su imagen. Entonces Dios hizo que Adán durmiera, y del costado de Adán tomó una costilla, con la cual edificó una mujer. Luego, cuando Adán despertó, miró a la mujer y pareció decir: “Ésta es mi complemento. Ella es algo que salió de mí. Posee mi naturaleza, posee mi vida y también tiene mi semejanza”. Ahora Adán estaba completo. Sin Eva, él era solamente una mitad. Pero cuando se juntaron las dos mitades, el resultado fue una unidad completa. Si usted como hombre no tiene una esposa, no está completo. Usted apenas es una mitad, y necesita una esposa que lo complemente. Un caballo no puede complementarlo, ni tampoco un ave. Tiene que ser alguien de su mismo origen; alguien que posea su misma vida y naturaleza. Esto establece un principio.

¿Cree usted que por nuestra vida natural podríamos ser la otra mitad de Cristo? Yo no puedo complementar a Cristo ni usted tampoco. ¿Cómo entonces podrá Cristo obtener Su novia? Su complemento debe ser algo que procede de Él. Sabemos que cuando Él fue a la cruz, Su costado fue herido y de allí brotó sangre y agua: sangre para redimir y agua para impartir vida. Fue por medio de esto que algo de Cristo entró en nosotros. Además, es por medio de este elemento impartido en nosotros que Dios nos edificará para que seamos la novia de Cristo. Algo de Cristo ha entrado en nosotros para hacernos Su novia. Nosotros somos una cosa, pero al entrar Cristo en nosotros, llegamos a ser algo más. ¡Aleluya! Todos tenemos algo que ha procedido de Cristo, y es por medio de esto que seremos edificados y regresaremos a Cristo como Su novia.


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